Al día de hoy, este sistema de audio solo puede ser fabricado por su creador: “Soy el único que tiene la fórmula”, dice
La holofonía es, por definición, “una técnica de espacialización sonora”. En términos más prácticos, podría llamársela como un sistema de audio menos distorsionado, más real, con el que el oyente está situado en el centro de un “holograma de audio”. Es uno de los grandes inventos argentinos. Fue avalado por grandes bandas y estrellas del rock, como Paul Mc Cartney, Pink Floyd, Michael Jackson, Toto, Fleetwood Mac. Sin embargo, nunca obtuvo el reconocimiento de la comunidad científica, o el de las grandes empresas de la música. Y su crecimiento provocó insólitos problemas: interminables juicios entre su inventor, Hugo Zuccarelli, robos, hurtos y un presunto intento de asesinato.
Zuccarelli es oriundo de Buenos Aires. Allá por los años 80, cuando se graduó del colegio, empezó la carrera de ingeniería electrónica en la Universidad de Buenos Aires, de la cual se graduaría en otra institución, el Politécnico de Milán. Ejerció durante toda su vida. Lo sigue haciendo. Hoy vive en Italia, donde trabaja como investigador independiente. Desde allí da una entrevista a LA NACION en la que repasa la historia de la holofonía, su mayor orgullo, y las razones por las que esto lo llevó a pelearse con los referentes más emblemáticos de la música.
-Hugo, ¿cuándo empieza la historia de su invento, la holofonía?
-Yo tenía 10 años. Iba caminando por la calle, leyendo una revista del Pato Donald, cuando atrás mío chocaron dos autos. Me asusté mucho y me di vuelta. Y eso me llamó la atención. Yo supe, instantáneamente desde dónde venía el sonido. Le pregunté a mi papá por qué pasó eso, cómo funcionaban los oídos. Y él me dijo lo que se sabía en el momento: que el sonido llega primero al oído derecho, después al izquierdo y luego al cerebro. Al calcular los retardos podía saberse la procedencia del ruido. Pero yo le dije que los autos estaban detrás mío, que no pudo haber habido ningún delay. Él me dijo que entonces seguramente tendrían algo que ver las vueltas de las orejas.
-Quedó obsesionado con el tema.
-Ese día, me prometí a mi mismo hacer un mi con la forma de una oreja. Cuando entré en la universidad, me anoté en la UBA, en ingeniería electrónica. Siempre me había quedado la idea de que el hombre podía escuchar mejor de lo que te decían los profesores, que enseñaban que necesitábamos dos oídos. También hablaban de que si vos escuchabas un avión en el cielo y mirabas para arriba, es porque sabías que los aviones volaban. A eso le llamaban “psicoacústica”, y era una de las materias en la facultad.
-¿Qué opinaba de la psicoacústica?
-Me parecía una pavada. Porque si vos vas caminando por la calle, y te llaman desde un edificio, vos mirás enseguida para arriba, porque lo escuchás. No necesitás saber que el pibe que te está llamando vive en el séptimo piso. Y lo mismo si vos estuvieras en la selva y un león se acercara porque te quiere comer: vos lo escuchás, no necesitás que te expliquen nada del león.
-¿Se graduó en la UBA?
-No. Cuando se empezaron a matar entre los peronistas de izquierda y derecha me fui a vivir a Italia y seguí adelante con ingeniería en el politécnico de Milán. Ahí me puse a trabajar en un micrófono holofónico. Decidí que tuviera forma de oreja. Mi novia de ese momento, hoy mi esposa (DDD), era profesora de bellas artes y me ayudó a hacer moldes de mi oreja. Y así se empezó a desarrollar la tecnología. Al comienzo se complicó. Lo iba a abandonar porque no llegaba a ningún lado. Pero en un momento, cuando empecé a aplicar matemática, entendí cómo era posible que el micrófono, siendo mono, pudiera cambiar el sonido dependiendo del lugar desde donde estuviera entrando el sonido... Me di cuenta de que era todo un mecanismo holográfico.
-Y logró formar un producto: el micrófono holofónico.
-Demoré bastante, pero sí.
-¿Lo presentó en alguna institución, en el mercado?
-Se lo presenté a los profesores del politécnico. Uno dijo: “nosotros enseñamos que esto no es posible”. El tipo se había quedado impresionado. Me aconsejó que lo patentara. Y me sugirió que me fuera de Italia, porque ahí me iban a querer robar la idea. Yo lo patenté, pero me quedé. Y unos años después me fui a Inglaterra.
-¿A quién le presentó la idea allí?
-A los integrantes de Pink Floyd, a Kate Bush, Rick Whitman, Peter Gabriel... Y finalmente, en 1982, terminé haciéndole escuchar a Paul Mc Cartney con mi invento.
-¿Cómo le fue con Mc Cartney?
-Él era solista, y venía de hacer un éxito con el álbum Tag of war. El próximo que hizo se llamaba The pipes of peace, y yo lo contacté justo cuando había salido ese disco. Mc Cartney me pidió que dejara de hacerles demostraciones a los demás y me puso a trabajar para él ser mi socio. Me decía que le interesaba desarrollar la holofonía. Me presentó un contrato, y yo lo verifiqué con un abogado, para ver si estaba bien.
-¿Qué dijo su abogado?
-”El tipo te quiere robar todo”, me dijo. “No te da nada, te da un sueldo por un año, quiere exclusividad durante ese año para entender cómo funciona y luego ‘si te he visto, no me acuerdo’”. Eso me dijo mi abogado.
-¿Usted qué hizo?
-Yo tenía pensado rechazar. Y me terminé de convencer de hacerlo porque un día, la chica que hacía de traductora, me dijo que había escuchado a Paul hablando con el ingeniero de sonido, preguntándole si podrían lograr la holofonía sin mí. El ingeniero, según ella, respondió que “si le daba tiempo, sí”. Y a mí se me cayó la estantería abajo... Agendé una reunión con Mc Cartney para rechazar la oferta, pero no fue: justo había tenido que ocuparse de un juicio por paternidad que le había hecho una chica en Alemania. Ese fue el final del vínculo laboral con Mc Cartney.
-¿Hizo otras demostraciones?
-Sí, a Pink Floyd. Ellos me ofrecieron un cheque por 40 mil libras y me dijeron de trabajar 15 días en el soundtrack de la película The Wall.
Justo se estaban por ir de viaje. Tenía que esperarlos, pero acepté. Mientras tanto yo había comprado muchos equipos para trabajar. Cuando volvieron, que fue mucho más tarde de lo previsto, me dijeron que tenían que hacer un disco. Lo de la película había quedado en la nada, porque ya estaba en cines y no íbamos a grabar el soundtrack en holofonía a esa altura. Me ofrecieron hacer un disco de cero, pero me advirtieron que no me iban a pagar más de lo que ya me habían dado. Yo acepté, porque consideré que esa plata, más tener mi nombre en un disco de Pink Floyd, me iba a servir. Pero después el disco -The final cut- salió y, como hablaba en contra de la guerra de Malvinas, no tuvo éxito. Yo me fijaba en los diarios para ver si hablaban de la holofonía, pero nada.
La carrera de Hugo Zuccarelli siguió en los Estados Unidos. Trabajó con Fleetwood Mac y Michael Jackson, pero, tras confusos episodios legales, todo terminó mal con ambos. Además llevó a juicio a la empresa Sony por las regalías del séptimo álbum de estudio de Jacko, publicado en 1987, cinco años después de Thriller.
Después conoció al escritor Arthur Clarke, “un tipo al que admiraba muchísimo”, dice. Clarke le comentó que Hollywood acababa de comprar los derechos de un libro suyo, la secuela de A Space Oddisey. Dice: “Me ofreció ponerme en contacto con gente de Hollywood, para que yo les presentara la holofonía. Pero me advirtió que fuera con cuidado porque me “iban a cagar”. Y así fue, me pidieron exclusividad y me querían pagar 100 mil dólares sin regalías. Les dije que se fueran a cagar”.
En California, y también gracias a los contactos de Clarke, Zuccarelli tuvo una entrevista para trabajar en la NASA. Asegura que le fue muy bien: “Hice 3 proyectos con ellos. Querían grabar una lanzadera espacial en holofonía. Ya sobre el final de mi vínculo con ellos, me quisieron hacer trabajar en el sonido de los cascos de los soldados estadounidenses. Yo no quería saber nada con la guerra, y me fui. Me fui a la Argentina”, agrega.
La holofonía nunca se masificó. “Hay una tendencia a que todo lo nuevo no se sepa hasta que la industria de la música crea que el conocimiento se puede divulgar”, dice Zuccarelli.
-Usted, en el momento de inventar la holofonía, patentó su creación. ¿Sigue vigente esa patente?
-Venció. Pero lo que sí tengo es la tecnología. Nunca nadie desculó cómo se fabrica el parlante holofónico. Yo soy el único que lo puede hacer.
-¿Para qué se podría usar la holofonía en el mundo actual?
-Este parlante tiene características que serían especiales para mejorar el sonido en aeropuertos, en salas de estudio, en estadios de fútbol, tiene una capacidad de aplicaciones impresionantes. Con el parlante holofónico no hay resonancia. Da un sonido pestino, que genera la sensación de estar escuchándolo en vivo.
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