La marea verde y la paradoja electoral
"Nunca había visto de cerca que eran tan chicas, ¡son pibitas de quince años!". Detenido en el semáforo, el taxista vio pasar las últimas oleadas de la marea verde que se desconcentraba: adolescentes pintadas con glitter, cantando consignas feministas, portando orgullosas sus pañuelos, otra vez ilusionadas. En la plaza había, otra vez, mujeres de todas las edades, algunas con la esperanza renovada, otras convencidas de que, aunque es un año difícil, lo importante es mantener en la agenda pública la discusión sobre la legalización del aborto.
Si algo dejaron en claro las miles de mujeres que se manifestaron el martes último frente al Congreso, para acompañar la octava presentación del proyecto de la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, y las que participaron en todo el país del "pañuelazo federal", si algo dejó en claro el debate legislativo que las y los argentinos seguimos en la histórica vigilia nacional de agosto de 2018, es que la cuestión importa: nos toca una fibra íntima, nos une o nos separa, a veces irremediablemente, y es transversal al interés partidario.
La paradoja, en un año electoral, es que el tema es tan relevante que políticos de todas las filiaciones parecen haberse puesto de acuerdo en no opinar al respecto. Hoy la conformación del Poder Legislativo es la misma que en agosto pasado, cuando el Senado rechazó el proyecto, y no hay indicios de que nadie vaya a cambiar su voto. Por el contrario, diputados de distintos bloques anticipan que lo más probable es que no se debata hasta, por lo menos, noviembre próximo. Y es que ninguna fuerza parece dispuesta a asumir el riesgo de que la legalización del aborto divida al electorado.
Tomar posición, en un contexto en el que los verdes y los celestes se cruzan en todos los partidos, se vuelve incómodo: si todos están en todos lados, mejor no quedar de ningún lado. Eso parecen demostrar, por ejemplo, las idas y vueltas en las declaraciones del candidato kirchnerista, y hasta los intentos de algunas feministas por relativizar la discusión: "¿Cómo vamos a incluir en la agenda de campaña al aborto cuando tantas mujeres tienen hambre?"
La respuesta es: porque ocurre. Las mujeres siguen abortando (y muriendo) en la clandestinidad, en un contexto de vulnerabilidad que, por la crisis, es todavía mayor. Porque ocurre y porque la ciudadanía que se manifiesta masivamente —a favor o en contra— necesita saber cómo votarían los candidatos, llegado el momento, cuando las cámaras se renueven. La suerte del proyecto depende de la futura composición parlamentaria y el dato es que, entre los que dejan sus bancas, son más los verdes que los celestes.
¿Cómo será la nueva conformación del Poder Legislativo? Aún no lo sabemos, pero hay algo que deberíamos haber aprendido, a estas alturas, tanto los comprometidos con el derecho a decidir como sus detractores: que los candidatos que votamos nos van a representar también en asuntos sobre los que no pensamos antes. Los cristianos que votaron a quienes evadieron la cuestión por doce años se sorprendieron con el voto a favor de su lideresa tanto como los que confiaron en que tampoco el oficialismo iba a habilitar jamás el tema.
Por eso, antes que concentrarnos en las volátiles opiniones de algunos presidenciables, tal vez deberíamos estar más atentos a lo que ocurra en las listas legislativas. ¿Qué partidos se van a animar a incluir en sus listas a candidatos que definan claramente su posición al respecto, cuando algunos parecen inferir que, ya sea para conquistar el voto verde o el celeste, lo mejor es silenciar la lucha?
Muchas de esas chicas que el martes volvieron a ilusionarse frente al Congreso encontraron por primera vez en el debate sobre el derecho al aborto una razón para acercarse a la política, y muchas de ellas votarán, también por primera vez, en las elecciones presidenciales y legislativas de octubre. A todos, pero especialmente a ellas, los candidatos les deben la responsabilidad de sentar posición.