La risa vale la pena
La realidad argentina no da motivos para reír, pero una carcajada puede mucho contra la injusticia, la angustia y la adversidad. Filósofos y médicos lo pregonan, y algunas sonrisas famosas de la tevé local lo confirman. También Enrique Pinti, para quien la risa es un arma contra la estupidez y el autoritarismo
“¡Atención! Les habla el capitán del barco: imaginen que estamos en un submarino.” Es verdad: el chiste tiene mucho de realidad, y lo trágico tiene mucho de humor. La pregunta es, en tiempos de crisis como la que la sociedad argentina padece hoy hasta la desesperación, ¿es posible aceptar la propuesta del capitán? ¿Es posible reír en medio de la mayor desgracia y hacer de la risa una defensa, una respuesta inteligente, un remedio eficaz?
Sin duda, no es fácil y, desde luego, no se trata de caer en el escapismo o el cinismo, sino de apelar a una de las pocas herramientas inalienables del ser humano. Nadie puede robar al hombre la posibilidad de reírse de sí mismo, de algunas de sus circunstancias que tocan lo ridículo, de sus flaquezas e, incluso, de sus desgracias.
Por el bien del mundo, desde la antigüedad hasta este preciso instante, filósofos, escritores, médicos e incluso el propio corazón de cada mortal lo aconsejan. Se podría enumerar cientos de razones por las cuales se debe defender la risa, la alegría y el buen humor. Porque reír es gratuito y es un derecho humano, un privilegio que hombres y mujeres no comparten con ninguna otra especie animal. Porque ayuda a continuar viviendo. Porque causa placer y brinda esperanzas. Porque disminuye el stress, ayuda a respirar, protege de las enfermedades y hasta tonifica los músculos.
Porque, aun para quien se encuentre en un buque que se hunde en medio del océano, aun para quien ya no ve un reflejo de luz en el horizonte, parece que la risa es lo último que se pierde. Como en la historia en la que se asegura que un reo condenado a muerte en Texas, a punto de ser llevado a la silla eléctrica, rechazó el último cigarrillo. “No, gracias. Estoy intentando dejar de fumar”, le dijo al policía que se lo ofrecía. Y ni él ni el policía pudieron mantenerse serios. Es que en momentos como ése, ante una respuesta como la del reo, ni el individuo más sombrío podría dejar de esbozar una mueca de gratitud. La risa y el buen humor son contagiosos, aun en los peores momentos.
Filosofía de vida
“El hombre tiene dos cualidades: saber reír y saber que morirá –dijo Umberto Eco en una entrevista con el diario La Jornada, de México–. ¿Hay una relación entre estas dos cualidades? –se pregunta el escritor. A lo que él mismo responde–: creo que sí. La risa es una manera de mostrar la continua vulnerabilidad de la vida, de la existencia; es poder salir del drama. Es un modo de protegernos de la esencia de la muerte, del dolor.” La reflexión del célebre semiólogo y escritor italiano no es un dato aislado. Una larga tradición filosófica e intelectual la respalda. Pero no se trata sólo de una cuestión de filósofos, sino de una filosofía de vida.
Las horas difíciles que vive el país ponen a prueba la supervivencia de muchos y la integridad emocional de toda la sociedad argentina. La captura de los ahorros reunidos con trabajo y sacrificios, la exasperante maraña de las nuevas disposiciones bancarias, el aumento de los precios y la pérdida del poder adquisitivo se suman a los problemas ya endémicos: la desocupación, el hambre y la crisis de representatividad política. Esta dura realidad es hoy insoslayable y, desde luego, sería ingenuo y peligroso intentar ignorarla. Pero existen diversas formas de enfrentarla. La risa liberadora, la alegría crítica, el buen humor cargado de solidaridad, pueden ser algunas de ellas.
En diciembre último, los empleados de una multinacional de componentes electrónicos optaron por ganarle a la amargura con una fiesta de buen humor. La empresa estaba tan mal que sus dueños no les habían regalado ni siquiera un pan dulce y decidieron suspender la fiesta de fin de año. La situación sigue siendo tan mala que quienes contaron la historia pidieron mantener su anonimato y el de la compañía. Pero su historia es ejemplar. Decidieron que, a pesar de todo, nadie tenía derecho a robarles la alegría. Se juntaron, pusieron $ 10 cada uno para sándwiches y gaseosas, pidieron utilizar el auditorio de la fábrica y propusieron que cada empleado preparara, para la fiesta, un acto humorístico.
Ese día, no hizo falta ni una gota de alcohol para que se olvidaran, por unas horas, de los problemas. La mujer de vigilancia se disfrazó de Celia Cruz e imitó a la cantante mientras un grabador sonaba al ritmo caribeño del Aaaazúcar. La contadora se disfrazó de Marilyn Monroe y, envuelta en un vestido blanco, cantó Los caballeros las prefieren rubias. Un grupo de administrativos adaptó Romeo y Julieta a los términos empresariales: en vez de aparecer en escena los Capuleto, aparecían los Componentes. La gerente administrativa fue la asesora de vestuario. La fiesta continuó con salsa, zamba y rock hasta la madrugada.
El buen ánimo y la alegría duraron en la oficina varios días más y se generó un ambiente de entusiasmo, a pesar de lo que sucedía alrededor. Un mes después, todavía se divierten cuando entran a la página Web de la compañía y revisan las fotos de aquella fiesta.
La risa es ganancia absoluta, como dijo no hace mucho en una entrevista a La Nacion el líder humanitario y espiritual indio Sri Sri Ravi Shankar: “Si nuestra risa es muy cara, somos muy pobres”.
Reír es resistir
En el último Festival de Cosquín, el personaje revelación que se llevó todas las palmas no fue un folklorista típico, sino Piñón Fijo, un payaso y cantante que suele escribe canciones para chicos, y que la gente siguió como a nadie. El público premió, sin duda, su capacidad de revertir el mal humor generalizado.
El humor permite enfrentar los problemas desde otra perspectiva. Por ejemplo, se pueden apuntar las críticas sin herir y se aceptan mejor. El doctor Laurence Peter, autor del libro La mejor receta: la risa, lo sabe bien. Cuando comenzó a trabajar como profesor en una universidad canadiense, un alumno se le acercó y le dijo: “Doctor Peter, usted debe ser más grande que Einstein. A Einstein no lo entiendo muy bien, pero a usted no le entiendo nada”. Peter se rió y capto el mensaje. La experiencia le enseñó que la risa crea un clima emocional positivo, que hace más fácil el aprendizaje. Ahora emplea el humor como método terapéutico, y receta la risa como el mejor antídoto.
La comicidad bien entendida logra lo que nadie. Entre otras cosas, burla la censura. Marx consideraba la risa un arma poderosa de la crítica revolucionaria. En la antigua Grecia, la comedia gozaba de una libertad mucho más amplia que los otros géneros. Los poetas trágicos eran perseguidos por criticar a los dioses y a las autoridades griegas, pero Aristófanes desafiaba lo establecido por medio de la risa y solía ser más impune que sus colegas trágicos.
Chaplin se dedicó a reflejar en sus películas las penurias de los desposeídos y los débiles y, sobre todo, a criticar las injusticias del capitalismo por medio del humor. En su película Tiempos modernos, muestra una sociedad que fagocita al individuo. El alcance de sus críticas, sostenido por la eficacia inigualable de sus gags, ha sido y continúa siendo mucho más vasto que si hubiese intentado la vía de la solemne denuncia.
Risa y salud
Ana debía hacerse una endoscopia intestinal. Cuando llegó al hospital y vio el tubo con la cámara que le observaría el intestino, se puso blanca y le bajó la presión. Al verla tan asustada, la doctora la calmó: “Este estudio se hace con anestesia”. Y, con el humor que la situación requería, remató: “Quédese tranquila: ninguno de los pacientes que entran acá sale sabiendo si le gustó”. Ana rió, se calmó y sobrellevó el estudio mejor predispuesta.
Una situación dolorosa o embarazosa puede resultar menos dura si se bromea al respecto. Y acaso los médicos deberían utilizar esta técnica mejor que nadie. Algunos saben hacerlo con sus pacientes, y también entre ellos, para aliviar la tensión que genera tener en sus manos la responsabilidad de una vida. Usan un humor tan negro que, por ejemplo, en la jerga de los primeros auxilios, cuando alguien muere, suelen decir que está estable: cero pulso, cero respiración, etcétera.
La capacidad de reír puede resultar terapéutica para todos. En la película Patch Adams, Robin Williams encarna a un estudiante de Medicina que visita a los pacientes vestido de payaso. Su personaje se basa en un caso real.
Un grupo de estudiantes de la Escuela de Enfermería de la Universidad de San Pablo fundó, a modo de experimento, la Compañía de la Risa. En sus actividades, pretendían rescatar la risa entre los niños hospitalizados y sus familias. Y sirvió. Lograron cambios en el cuidado diario y el ambiente del hospital se volvió más relajado e informal. Hoy, las risas se escuchan a menudo en las salas y los pasillos. Los estudiantes han convertido los objetos, los sonidos, los movimientos, los colores y a las personas de la clínica en elementos para el juego.
En el mundo existen cientos de doctores-payasos que han comprobado que sus pacientes mejoran si a las inyecciones de calmantes y antibióticos se les agrega una cuota de humor. En el hospital Pirovano existen desde hace tiempo talleres de la risa, y los actores Rubén de Lauro y Mirtha Manno inauguraron en la Argentina la primera escuela de Terapia de la Risa.
Pero, aunque sea literalmente poco serio, el método de reírse como ayuda para curarse es viejo. Se ha venido utilizando en las culturas orientales, sobre todo en la India, durante siglos. La medicina occidental lo ha comenzado a estudiar, todavía con recelo, en las últimas décadas.
Actualmente, una Sociedad Internacional de Estudios del Humor –formada por profesores universitarios– y varias investigaciones clínicas demuestran que la risa es una buena receta.
Humillados u ofendidos, alcanzados por el largo brazo de la desgracia o los azotes de la injusticia, hombres y mujeres deben sostener su inalienable derecho a réplica, aun en tiempos difíciles y oscuros como el presente. Una respuesta capaz de expresar sus libertades, exponer sus necesidades legítimas y formular su indomesticable esperanza. La risa puede ser un modo saludable e irreprimible de ejercer ese derecho.
Cómo defender la alegría
En situaciones placenteras, el cuerpo produce un químico que se llama endorfina. Las endorfinas son calmantes naturales que provocan una sensación de bienestar y calma. Además fortalecen el sistema inmunológico, con lo cual se aleja el riesgo de contraer enfermedades. El doctor Jaime Moguilevsky, director del Máster PINE de la Fundación Favaloro (donde se estudia especialmente la relación de las emociones con la salud), y el psiquiatra José Bonet aconsejan:
- Buscar situaciones placenteras (incluso cuando, en un principio, no se tengan ganas).
- Utilizar métodos de relajación muscular como, por ejemplo, el yoga o la acupuntura.
- Hacer ejercicio físico.
- Profundizar las relaciones afectivas. Un ¿qué es de tu vida? real y con una respuesta concreta es un buen comienzo. Una broma liviana es una buena forma de acercarse.
- Buscar la compañía de gente optimista.
- Ayudar a los demás.
- Trabajar con otra gente por un objetivo determinado.
- Ponerse metas modestas e inmediatas. Llevarlas a cabo y recompensarse al lograrlas.
- Reflexionar sobre si lo que uno piensa, cuando piensa en negativo, realmente corresponde con la realidad propia en todas las áreas de la vida o sólo afecta a una parte.
Cuando una situación de stress se vuelve permanente, existe el riesgo de caer en una depresión profunda. Por eso, cuando una persona se siente malhumorada o triste y no quiere, por ejemplo, levantarse de la cama, se recomienda que, casi imperiosamente, realice actividades como ver una película cómica o salir, y concretar aquello que le gusta o que la hace reír.
Mariana Fabbiani
“En el colegio, me decían risitas, porque cuando no sabía qué decir me reía. La risa, y en general la alegría, me ayudó mucho desde que era chica. Lo tengo como algo innato. Dicen que te mantiene más joven, aunque yo tengo patas de gallo. Estoy arrugada de tanto reírme. Pero me hace bien. Lo relaciono con el optimismo. Encaro la vida desde otro lugar. El humor me salva de situaciones incómodas. Veo sobre todo el lado absurdo de lo que pasa. Yo sé que de esa manera caigo más simpática y me dan más permisos”.
Fabián Gianola
“Dicen que tengo boca grande... La risa me ayuda mucho. La uso para relajarme, para olvidarme. Es una actitud en la vida. Me empuja a salir adelante aun en los peores momentos. Zafo hasta de enfermarme. ¡Me encanta! La uso como una forma de seducción. Me di cuenta de que a las mujeres les gusta mucho... bueno, por lo menos a mi mujer le gusta mucho”.
Federica Pais
“Lo que valoro, más que la risa, es una actitud positiva. Una visión positiva de las cosas ayuda, sin lugar a dudas, a mantener una mejor calidad de vida. Yo no había reparado en que mi risa era característica y contagiosa hasta que empecé a trabajar en los medios. Es evidente que soy una mina bocona. Cuando comencé a trabajar con Raúl Portal, lo único que se me pedía era sonreír y decir: ¿Lo vemos? Gracias a mi risa es que empecé esta carrera”.
Héctor Larrea
“Toda situación que provoque risa dispone bien. Yo tengo algo con el humor desde que era chico. Cuando yo tenía 11 años, mi madre enviudó y se deprimió mucho. Mientras duraba el duelo, aproximadamente un mes, en casa no se podía ni encender la radio. Después de eso, la primera vez que la vi sonreír fue cuando escuchaba un programa cómico de radio. Eso me marcó. Me da la sensación de que la risa da paz. Una buena carcajada es una catarsis. A mí me encanta cuando puedo reírme a carcajadas, cuando me llega a doler la panza de tanto reír. Es saludable. Es bueno reírse cada vez que tenemos la suerte de poder hacerlo, lo que no ocurre todos los días”.
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