"Las fragancias despiertan misterios"
Creador de perfumes personalizados, sus productos son deseados desde Oriente hasta Occidente
Cuando se perfuman, las rusas reflejan toda su exuberancia con notas especiadas, maderas pesadas y mucha sensualidad. Buscan impacto y duración. En cambio, las japonesas evitan invadir espacios ajenos y, más recatadas, eligen notas verdes o acuáticas. Lo sabe Julián Bedel, que con las fragancias de Fueguia 1886 llega a más de 20 países, de Oriente a Occidente. La empresa que creó con su amiga Amalia Amoedo sumó a las notas más exultantes del mundo los olores propios de nuestra Patagonia.
Huele bien en su laboratorio, y no podría ser de otra manera. Conviven más de 800 ingredientes, que parecen competir entre sí hasta que el hacedor de aromas, la nariz que los reconoce y combina a la perfección, les da forma, una etiqueta y un lugar en el mundo. Es elegido tanto por la Casa Real de Suecia y el príncipe Akishino de Japón como por Elton John y la familia de Steve Jobs.
A través del programa Vivencias Extraordinarias, el Four Seasons de Buenos Aires propone la creación de una fragancia personalizada de Bedel… sólo por 10.000 dólares. Así escuchó uno de los pedidos más insólitos, como aquel que le requería una fragancia de "sudor de caballo". Pero valió la acertada interpretación para recrear, a fuerza de muestras, un buen aire de campo.
Como todo perfumista, no escapa de los recuerdos olfativos. Prefiere los aromas de los campos entrerrianos de su infancia; de la madera cuando, en su época de luthier, armaba sus instrumentos musicales. Aunque reconoce que el recuerdo más devastador es el de una ex novia, el olor de su piel. "Es lo que tiene de involuntario el recuerdo. Te monopoliza el cerebro."
Recién llegado de Rusia y de Taipei, donde abrió las últimas tiendas de la firma, proyecta mudarse a Italia. Lo esperan además de nuevos proyectos viajes eternos entre Buenos Aires y Milán. Hijo del arquitecto Jacques Bedel, creció en una familia de artistas. "Me interesaban la escultura y la pintura, y estudié luthería. De alguna manera reemplacé los pigmentos y la música por moléculas, pero la composición o el approach de crear algo, bueno a malo, es el mismo", dice
Antes de llegar al mundo de los perfumes eras creador de marcas.
Sí, necesitaba vivir de algo [dice entre risas]. Me focalicé en la estrategia y el concepto de cosmovisión de una marca. Crear una marca involucra cómo va a envejecer, cómo será interpretada. No es sólo la identidad verbal, sino también la visual. Es un ejercicio bastante abstracto, es como contar una historia y anticiparte un par de años a cómo terminará.
¿Qué marcas viste nacer?
El Malba lo hice completamente, un trabajo que me llevó seis años, y que surgió luego de haber ganado un concurso. También creé bodegas y restaurantes.
También fundó Help Argentina, una ONG que permite a los donantes internacionales apoyar a ONGs de la Argentina. Pero en Fueguia 1886 encontró su esencia. Y cuando habla de los orígenes de los destilados, los procedimientos y la búsqueda continua de nuevos ingredientes se sumerge en su propio mundo de sensaciones. Y se siente cómodo.
"El sentido del olfato es muy especial. Los perfumes despiertan misterios porque son intangibles. Generan mucha curiosidad", dice Bedel, que además de sus puntos de venta en todo el mundo es convocado por grandes marcas y hoteles para desarrollar sus propias fragancias. Ya lo hizo para el Yacht Club de Mónaco, County de Milán y Chamber NY. También preparó la línea de amenities para el Park Hyatt de Moscú, Mandarin Oriental de Taipei, Rosewood de Londres, y muchos más.
Aunque considera que la sustentabilidad es muy compleja en la Argentina y en el mundo, porque las certificaciones son muy difíciles de alcanzar, la filosofía de Fueguia es lograr la mayor sustentabilidad posible, y lo demuestra eligiendo envases de vidrio 100% reciclables y cajas hechas a mano en una escuela de carpintería de la Patagonia. Dentro de ese packaging, las combinaciones son infinitas. Muchos de los perfumes están inspirados en Jorge Luis Borges, como La Biblioteca de Babel o Sur, o en destinos, como Beagle, Misiones y Pampa Húmeda.
¿De dónde provienen las esencias?
Algunas son de producción propia, como la de acacia. En otros casos, como en la India, compramos los destilados y luego hacemos una rectificación, porque no sólo tienen la nota que queremos, sino también otros ingredientes que los monopolizan, los contaminan. Como demasiadas voces en una misma conversación, mala acústica. Las rectificaciones se hacen generalmente en Francia, y luego las importamos acá. Con la Universidad de la Patagonia hacemos destilaciones a partir de la poda de ejemplares autóctonos. También trabajamos con una comunidad que junta el aserrín de carpinterías, especialmente del palo santo chaqueño.
¿En qué se diferencian de las grandes marcas?
La perfumería mundial no tiende a usar muchos ingredientes naturales, hay notas que se han sustituido por sintéticos. La certificación de una nota natural cuesta y lleva muchísimo trabajo. Nosotros hicimos todo lo contrario. Seguimos buscando plantas nuevas para un consumidor que quiere algo hecho a mano, limitado, de forma artesanal y realizado con plantas extremadamente exóticas. Esa búsqueda es continua.
Por eso ya cuentan con 800 ingredientes y buscan más. Entre el sinfín de frascos del laboratorio se atesoran esencias de rosas de Bulgaria (15.000 euros el kilo) o de rosa Centifolia de Mai (23.000 euros el kilo). Los precios elevados tienen un porqué. Por ejemplo, se necesitan cinco toneladas de pétalos de jazmín para lograr un kilo de su esencia. Y también mucha valentía: las plantaciones están plagadas de cobras.
Otra joya de Bedel es el destilado que creó en Francia a partir de barricas de roble de vinos. El resultado: imposible de describir.
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