Monumentos porteños, los elegidos para las fiestas
La gala de Veuve Cliquot, el jueves pasado en el Palacio Barolo, confirma esta tendencia de evocar antiguos esplendores
En la Avenida de Mayo, el ruido porteño menguaba de a poco para recibir una noche gris con la luna entrecortada y viento. Ese viento que en Buenos Aires hace cantar a los edificios en todos sus rincones y suma misterio a una ciudad que tiene mucho por descubrir. "Corpus ánimun tecit et détecit", reza una frase inscripta en el techo del Palacio Barolo: "El cuerpo a veces oculta el alma, otras, las revela". Toda una provocación. Cruzar el umbral de ese emblemático edificio que evoca en todos sus rincones a La Divina Comedia de Dante Alighieri era una invitación a revelar el alma. La del monumento histórico que nos albergaba, la de los cuerpos que se hicieron presentes enfundados en sus mejores galas, y la propia, allí donde el infierno, el purgatorio y el cielo abrían sus puertas en un mismo evento.
Faunos, diablillos y querubines deambulaban entre los 300 invitados exclusivos a la fiesta Yelloween, organizada por la firma de espumantes Veuve Clicquot en el Barolo, edificio construido por Mario Palanti en 1923. Los platos de un festín delicioso -burrata con remolacha, speck ahumado y migas naranjas, aligot de langostinos y crème brûlée- circulaban entre los enormes candelabros, telas de araña, árboles secos con ramas que dibujaban líneas surrealistas, molduras y esculturas demoníacas, luces y sobre todo, sombras. El paisaje onírico se manifestaba ante todos los presentes diseñado por el ambientador Javier Iturrioz. Luego, el descenso. Nadie pudo resistirse a la intriga de conocer el infierno. En los subsuelos del Palacio, el diablo esperaba, flotando en un abismo.
Un ascensor antiguo subía los 22 pisos del edificio, cuya construcción está regida por Pi, el número de oro, rumbo al histórico faro. Allí estaba el cielo. Y de repente el alma parecía desprenderse del cuerpo para estallar en plenitud. Era la medianoche y la ciudad dormida se veía encantadora. La magia del paraíso. No había más umbrales. La infinitud estaba ante nuestros ojos.
"En la Argentina tenemos productos franceses que son un lujo. Pero también tenemos lujos argentinos que son muy europeos, porque es propio de nuestra cultura. Este edificio revaloriza lo argentino y el glamour que también se puede encontrar en nuestro patrimonio cultural", explicó Clara Mori, Brand Manager de Veuve Clicquot. "Estamos interpretando la idea Halloween para esta fiesta que combina sofisticación, misterio y estilo. Teniendo un edificio que representa todo este imaginario de misterios, una verdadera obra de arte inspirada en otra obra como La Divina Comedia, nos parecía ideal hacerlo acá", agregó. Así, el concepto de revalorizar el patrimonio histórico de Buenos Aires a partir de distintas acciones se instala como un deber entre los organizadores de eventos que buscan ideas originales y a la vez culturalmente atractivas.
Hace dos semanas se realizó la gala de la Fundación Discar en el Palacio San Miguel, uno de los más antiguos de la ciudad, que data de mediados del siglo XIX. "Es un lugar hermosísimo, da un marco perfecto a un evento y son muy generosos con nosotros. Colaboran con la Fundación y tienen un servicio fantástico. Se cumplen allí varios objetivos en uno: no deja de ser un evento solidario, que es lo primordial, y ayudamos a mostrar un edificio tan importante de nuestro patrimonio cultural", explicó Victoria Shocrón, presidenta de Discar. Otro evento que provocó una nueva mirada sobre un edificio olvidado fue la fiesta Cuentos del Conde de Negroni, que invitaba a una dirección aparentemente fantasma. Los invitados llegaban a un estacionamiento y se enteraban ahí que la fiesta era en la antigua barbería de la Tienda Harrods, la única sucursal de su homónima inglesa que se inauguró en el mundo, en 1914. Desde su cierre definitivo en 1998, sólo se reabrió en ocasiones excepcionales para eventos como el Festival de Tango y exposiciones especiales. La fiesta dio que hablar por varias semanas no sólo por el despliegue de coctelería premium sino por la noticia de que Harrods existe, que no está abandonado y si cobra vida lo hace a lo grande. Tiene alma.
"En Buenos Aires no tenemos montañas y está construida de espaldas al río, pero tenemos una arquitectura espectacular y es el encanto de nuestro paisaje", dijo Leticia Brédice, fascinada con el Palacio Barolo. Subió al cielo con Esmeralda Mitre y bajó divertidísima a bailar en el purgatorio con Pablo Mazzei y Claudia Fontán, mientras en el ascensor contiguo ascendían al paraíso y descendían al subsuelo-infierno Juan Minujín, Joaquín Furriel, Fabián Zitta y Laurencio Adot. Una bola de espejos gigante bajó desde la cúpula central de repente y los corazones se pararon por un segundo.
El tenor Miguel Ángel Drappo hizo su entrada para cantar el aria Nessum Dorma y su "Vinceró" fue ovacionado. Después todos se lanzaron a la pista. Delfina Blaquier, escoltada por Nacho Figueras, y Concepción Cochrane Blaquier movían sus cabezas con desenfreno al ritmo de la música de DJ Chule Bernardo. Las burbujas animaban el clima. Las almas bailaban en sus cuerpos, ocultas o reveladas, entregadas al momento y otra frase se iluminó en la bóveda "Trahit sua quemque voluptas": "Cada cual tiene un placer que lo arrastra".