Por un día nos abrió las puertas de su casa y su oficina. Conocé el estilo personal de la cocinera más conocida de la TV. Mirá el video y la galería
Sabor a limón, sabor a sal. Una pizca de sésamo y un toque de jengibre rallado. Las manos de Narda Lepes están siempre en movimiento. Las usa y ensucia con ganas. Ya sea envuelta en el vértigo del despacho de un gran servicio de catering o disfrutando del placer de enseñar, deleitarse en su oficio parece ser su mejor receta.
Hija única de Juan Lepes y Carmen Miranda, Narda nunca estuvo relegada al mundo de los niños. Compartió con sus padres un entorno aderezado con viajes y sabores exóticos: "A los 7 años, ya me gustaban la comida japonesa y la árabe". Y, en tren de platos más comunes, sus pedidos tampoco se parecían a los de los chicos de su edad: croquetas de espinaca o arroz con hongos antes que panchos y hamburguesas.
Cuando terminó el colegio, como tantos a los 18, no tenía una decisión tomada con respecto a una carrera. Fue entonces que se anotó en un curso que dictaba Francis Mallmann. "No su discípula: hice el curso que hacen las señoras paquetas".
A eso le siguieron horas de trabajo en la cocina de un hotel que, sumadas a un pasaje a Europa de regalo, cubrieron meses de trabajo –esta vez ad honorem– en París. Sin embargo, la comida francesa no logró cautivarla como la oriental. "Nosotros tenemos cinco sabores: ácido, agrio, dulce, picante y amargo; ellos, seis: agregan el sutil, como el del tofu".
De vuelta en Buenos Aires, trabajó en un restaurante japonés al que le siguieron dos propios, Club Zen y Ono San. Más tarde llegaría La Corte, restaurante que ayudó a poner en marcha y donde permaneció durante un año. Hoy, logró el equilibrio perfecto en una agenda para nada monótona. Ya sea dando una clase, haciendo un producción para alguna marca o grabando un programa, consiguió que cada día tenga un sabor distinto.
En casa de herrero…
A pocos metros del Barrio Chino de Belgrano –donde todo huele a especias tan indescifrables como las etiquetas de los inciensos, los videos o las latas de conservas-, Narda parece haber encontrado la fusión perfecta entre el ritmo porteño y su pasión por esa cultura gastronómica. Ubicada en un pasaje colonial, su casa se lee como un diario de viaje. Pero, contrario a lo que cualquiera podría esperar, su cocina se atiene, estrictamente, a lo justo y necesario. "Lo mío es muy ‘en casa de herrero cuchillo de palo’", dice riendo.
El gran tesoro, descubrimos pronto, se encuentra en la oficina/cocina de su empresa, Comer y Pasarla Bien. Queda en la calle Thames, pero más cerca de locales que venden repuestos de autos que del mundillo gourmet Soho-Hollywood. Los servicios que ofrece son variados: planeamientos, foodstyling para etiquetas, libros y revistas, y servicios de catering que abarcan desde un controvertido recital de Converse en el Teatro Colón hasta un evento corporativo.
Gracias a su experiencia, Narda puede darse el lujo de trabajar con marcas y en situaciones que le permiten experimentar y proponer. Desde su página web, ofrece –y con absoluta reserva– hasta caprichosos deliveries a los camerinos de estrellas de rock. Y el mensaje que llega tras el primer clic es claro: "La comida tiene lenguajes y códigos propios: contrate traductores".
El secreto de mi éxito
Con las manos empastadas en chocolate, Narda nos muestra orgullosa la colección de entradas de los miles de recitales a los que asistió. Es algo así como la banda sonora de su vida, que en todo momento disfruta, comenta y recomienda.
Al igual que la música, cocinar le hace bien. La desconecta. "Es una sensación parecida a lo que te provoca arreglar las plantas: uno queda cansado, pero feliz". Con un café colombiano recién molido esperándola –que endulzará con azúcar rubia y nunca blanca–, se lava las manos en agua fría y las frota vigorosamente contra el acero inoxidable de una de las enormes bachas. "De esta forma, no te queda olor", revela, cuando ya parece imposible seguir tomando nota de los consejos que dispara a repetición.
Suena el teléfono, y una vez más se embarca en una conversación que haría agua la boca del más ascético de los comensales. El trabajo prospera. "Será que primero, y ante todo, me gusta comer. Después cocinar."
Mirá la video entrevista que le hizo RollingStone.com.ar y enterate qué le gusta escuchar a Narda cuando cocina.
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