Nuestra autoestima, la sensación de nuestro propio valor, no es una sola, puede variar de acuerdo al tema, al momento vital que transitamos, etc.. En el caso de nuestra autoestima como padres ésta se va construyendo y fortaleciendo con el correr de los hijos. Es decir que inevitablemente "se hace camino al andar" como dice Antonio Machado en su canción.
Cuanto más capaces nos sentimos, cuanto más confiamos en nosotros mismos como padres, mejor resolveremos los infinitos temas de crianza, con menos miedos y dudas, con mayor seguridad, sin pedirle a nuestros hijos (con o sin palabras) que nos confirmen a cada paso que somos buenos padres. Con los hijos mayores nos cuesta mucho más que con los siguientes, por muy variadas razones:
- # porque nuestra propia inseguridad como padres primerizos nos obliga a exigirles mucho, ponemos la vara muy alta, y a menudo antes de tiempo;
- # porque dudamos de nuestra capacidad de educar, y de la de nuestros hijos de aprender y eso nos apura;
- # porque repetimos sin revisar lo que nuestros padres hicieron con nosotros, ya sea dando por sentado que era lo mejor o el único camino, o por nuestra dificultad para conectarnos con los padecimientos de nuestra infancia, o, en el caso contrario, porque queremos hacer exactamente lo opuesto a lo que hicieron nuestros padres, y esa tampoco es una decisión libre y equilibrada;
- # porque todavía necesitamos la aprobación de nuestros padres en esta tarea, o porque queremos demostrarles lo buenos padres que somos;
- # porque estamos apurados, ansiosos por lograr resultados, y no podemos disfrutar el presente, el camino: cuando se para queremos que camine, cuando camina queremos que corra, cuando corre queremos que salte…;
- # porque tenemos más tiempo para mirarlo ¡porque es uno solo!
Con los hijos siguientes estos factores van cediendo: crece nuestra confianza en nosotros por todo lo que ya aprendimos con el mayor, tenemos menos necesidad de aprobación de nuestros padres o de demostrarles algo, confiamos más en la enorme capacidad de los niños de aprender, descubrimos que todo llega a su tiempo y que no todo depende de nosotros, y además ¡tenemos menos tiempo para estarles encima!
Cuando el hijo mayor, tanto por único (y por eso observado y dirigido muy de cerca) como por sensible, se sobre-adapta, se acomoda por demás a lo que esperamos de él, es probable que el segundo, ocupando el lugar que su hermano dejó vacante, sea más "libre" y se conecte más y mejor con lo que quiere y pelee por ello. Vemos una y otra vez en las consultas que cuando, por el contrario, el mayor no está tan atento a lo que se espera de él es el siguiente el que se sobre-adapta, porque el lugar que quedó vacante fue el de obediente y perfectito…
Lamentablemente la sobre-adaptación lleva a tener autoestima baja, porque aunque todo el planeta esté encantado con ese niño y lo reconozca y valore a cada paso, él sabe que adentro de él hay otro, egoísta, celoso, malo, peleador, o que no quiere compartir. El supone que nadie lo querría si mostrara esos aspectos de sí mismo y por eso no los muestra, y como no los pone a prueba, no llega a enterarse de que sus padres lo aman incondicionalmente y queda "atrapado" en esa sobre-adaptación.
El problema es que seguramente nuestros padres no estuvieron tan atentos a estos factores al educarnos por lo que en la generación actual de padres hay muchas sobre-adaptaciones y autoestimas bajas… que siguen necesitando hijos "perfectos" para sentirse valiosos.
Cuando en cambio el niño nos da la oportunidad (y/o nosotros se la ofrecemos) de conocer y comprender toda la amplia gama de sus pensamientos y sentimientos podemos mostrarle que amamos su persona entera, con sus luces y también sus sombras, que toda su persona nos gusta. De todos modos ¡cuánto más fácil es aceptar los rasgos luminosos que los oscuros! Sin olvidar que a pesar de comprender muchas veces tendremos que poner límites a su conducta por cuestiones éticas, de salud o de seguridad, o por otras menos esenciales como falta de tiempo o temas económicos.
Más notas de Hablemos de nuestros hijos
Más leídas de Lifestyle
“Pasé el prejuicio de ser la rubia de zona norte”. Tiene 34 años, se fundió, se endeudó y hoy tiene dos restaurantes
En fotos. Todos los invitados a la 7ma cena anual de la Fundación Libertad
Salud bucal. Sarro: cómo actúan el el bicarbonato y el limón para eliminarlo
Él la espero, pero... Cuando ella quedó libre un deseo a cumplir influyó en los sentimientos del pasado