El periodista uruguayo, Leonardo Haberkorn, reconstruye uno de los casos policiales más dramáticos de los años 60 que se inició en la Argentina y tuvo un increíble final en Montevideo
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Hace 57 años, ocurrió un hecho policial que conmocionó al país. Fue un caso sin precedentes que, durante semanas, ocupó las planas de los principales diarios. Incluso, tres décadas más tarde, inspiró la novela de Ricardo Piglia y su homónimo film, dirigido por Marcelo Piñeyro: “Plata quemada”. El millonario asalto perpetrado en la provincia de Buenos Aires tuvo un asombroso desenlace en Montevideo, donde aún hoy, medio siglo después, lo sucedido no deja de cautivar a los habitantes de la ciudad uruguaya, para quienes la historia fue un hito del lugar.
“Este tema me interesó porque acá, en Montevideo, es como parte del ADN de la ciudad”, dice Leonardo Haberkorn, periodista uruguayo, autor de “Liberaij. La verdadera historia del caso Plata Quemada” (editorial Planeta). La edición ampliada que acaba de sacar de su obra tiene un fin concreto: sacar a la luz la realidad de los acontecimientos del caso. “Hay que contar la verdad”, enfatiza.
El asalto millonario en San Fernando
El 28 de septiembre de 1965, en San Fernando, provincia de Buenos Aires, cuatro delincuentes perpetraron uno de los asaltos más violentos de la época.
Con una metralleta, Carlos Alberto Mereles (22), Enrique Mario Malito (24), Roberto Dorda (32) y Marcelo Brignone (22) interceptaron un camión de caudales que transportaba siete millones de pesos moneda nacional (el equivalente, en aquel entonces, a 30.000 dólares aproximadamente), destinados a pagar los sueldos de la comuna.
En el ataque, los asaltantes arrasaron con todo lo que se interpuso en su camino y fusilaron a sangre fría al cabo Francisco Elías Otero: un tiro en el pecho y dos en la cabeza. También fue blanco del grupo el tesorero Martínez Tovar que estaba en el lugar y moriría después por una herida de bala en el tórax.
Los delincuentes lograron escapar en un Chevrolet 400, dejando atrás a varios heridos y al policía muerto. En la huida, se cruzaron con un retén policial que intentó detenerlos pero lograron escapar, aunque uno de los ladrones fue herido y además, dejaron caer del vehículo la ametralladora que habían usado. Grave error para ellos: el arma fue la pista que permitió a los investigadores atar cabos y descubrir la identidad de los responsables del delito.
-Leonardo, ¿quiénes eran estos delincuentes?
-Tenían una doble faz. Eran personas muy violentas con unos parámetros que no eran los normales de la época. Pero, a su vez, eran educados, eran padres ejemplares...
Estadía en Montevideo
El asesinato del cabo Otero, padre de cinco chicos y con varios años de servicio, encolerizó a las fuerzas policiales que comenzaron a buscarlos con vehemencia. A diario, sus rostros aparecían en todos los periódicos del país. Al sentirse acorralados, tomaron la decisión de abandonar Buenos Aires, cruzar el Río de la Plata y refugiarse en el país vecino, Uruguay.
-¿Se sintió de inmediato su presencia en Montevideo?
-Cuando ellos llegaron a Uruguay, estuvieron un mes en Montevideo con mucha plata. Hay crónicas que los ubican jugando en los casinos y con mujeres dándose la gran vida. Si bien las comunicaciones no eran como hoy, era imposible que acá no se supiera que los estaban buscando, aparecían en primera plana de todos los diarios de Argentina, pero se los toleraba por el nivel de corrupción que había. Acá cometieron algunos asaltos menores que, comparados con el de San Fernando, eran raterías. Está la duda de si lo hacían porque se estaban quedando sin dinero o porque no podían con su condición de asaltantes. Andaban sin ocultarse demasiado hasta que mataron a un policía uruguayo.
-¿Qué sucedió cuando lo mataron?
-Se armó una conmoción terrible. Acá no era común. Y ahí se terminó esa connivencia, ese mirar para otro lado. Fue un shock. En ese momento, en Uruguay, había un gobierno colegiado, el Consejo Nacional de Gobierno, eran 9 consejeros con una presidencia plural, pero para tomar una idea de la dimensión, el presidente del Consejo fue al velorio de este policía. Se generó un clima de “A esta gente hay que agarrarla como sea”.
La batalla del edificio Liberaij: el refugio falso
A principios de noviembre, acorralados por la policía charrúa, los prófugos terminaron refugiados en el departamento 9 del edificio Liberaij, en pleno centro de Montevideo. “Ellos llegaron al Liberaij unas pocas horas antes de la batalla. Terminaron ahí porque nadie los quería alojar. Un uruguayo con antecedentes, al que ellos contactaron para pedirle ayuda, fue quien los traicionó. Él les buscó refugio, pero al encontrarse con que nadie los quería alojar, fue desesperado a la policía para entregarlos y ahí fue cuando les prepararon este refugio falso. Algunos especularon con que podría haber sido el mismo Malito, porque no estaba en el momento de la balacera, pero no fue él”, explica Haberkorn.
Lo que comenzó la noche del 5 de noviembre, y terminó en la tarde del día siguiente, es tan sorprendente que hasta el cantautor Jaime Roos, que en aquel entonces era un niño que vivía cerca del lugar, en su tema “Brindis por Pierrot” se pregunta “Qué será de los porteños ocupando el Liberaij”. Durante 16 horas, el centro de Montevideo se convirtió en un infierno.
-Algunas crónicas policiales hablan de 350, otras de 500 policías armados para enfrentar a tan solo tres delincuentes, Dorda, Mereles y Brignone, que estaban escondidos en el Liberaij y parece una exageración ¿Qué fue lo que sucedió?
-Es algo loco, pero fue así. Cuando los tuvieron ahí y no se entregaban, convergieron prácticamente todos los policías de Montevideo al lugar para pelear contra ellos. Y todos disparaban. También usaron un lanzallamas, cocteles molotov en un edificio que no habían evacuado, con lo cual podrían haber matado a todo el mundo. Y lo que declaran los policías que estuvieron ahí, es que es probable que el fuego lo iniciara la misma policía uruguaya con los cocteles molotov. También trajeron una máquina que agujereaba las paredes para hacerlo desde afuera. También tiraron agua, los quisieron inundar. Un delirio. Algo insólito. Una improvisación.
-La balacera comenzó por la noche y terminó recién al otro día, resistieron 16 horas.
-A ellos les dijeron muchas veces por el portero eléctrico que salieran, que les iban a “respetar la vida”, pero siempre respondían “díganle a los policías argentinos que vengan y suban”. También disparaban. Hay un comisario, que actuó como un antagonista de ellos, que los persiguió hasta Montevideo. Él estaba en la vereda de enfrente cuando todo esto sucedió, junto a su jefe (Ernesto) Verdún que fue investigado por Roberto Walsh en la dictadura. Era un personaje siniestro, un policía de la provincia de Buenos Aires, su presencia quizás les hizo suponer que, se entregaran o no, iban a morir igual.
Destino marcado
-Ellos se resistieron a entregarse hasta la muerte, casi como que eligieron morir...
-En una entrevista que le hice a Jaime Roos, él me dijo algo interesante: más allá de que eran unas personas horribles, lo que quedó de ellos es que eligieron pelear hasta morir, nunca se entregaron. Justamente, en una de las crónicas del diario Acción sobre el entierro de uno de los policías abatidos, detallan que la gente por lo bajo comentaba sobre los delincuentes: “dijeron que iban a pelear hasta morir y no se entregaron”, la gente hablaba del coraje de los delincuentes. De todas formas, esa mirada no puede relativizar sus acciones.
Alrededor de las dos de la tarde los disparos cesaron. La policía entró al departamento y encontró en el medio del caos los cuerpos inertes de Dorda y Brignone, mientras que Mereles, muy herido, moriría apenas unas horas después. También fallecieron el comisario Washington Santana Cabris y el agente Aranguren; varios policías resultaron heridos.
Afuera, una multitud exaltada festejaba el fin de la batalla. Las crónicas policiales cuentan que el Jefe de policía mostró orgulloso su puño bañado en sangre y gritó: “¡Yo le di el último puñetazo!”. Una foto, que Haberkorn señala que no fue publicada en Uruguay, muestra el zapato de un oficial a punto de impactar sobre el rostro de Mereles mientras era trasladado al hospital.
-Después de escuchar los testimonios y leer las crónicas de la época, imagino que usted habrá elaborado su propia teoría sobre lo que sucedió y porqué resistieron
-Creo que vivían al límite y que pensaban que tarde o temprano los iban a matar. A la vez, se drogaban y emborrachaban todo el tiempo, lo que les impedía pensar con claridad. El departamento, cuando entró la policía, estaba lleno de botellas de whisky. Ellos eran cuatro, pero en la batalla Mario Malito no está, ese es uno de los misterios. Él se salva y 20 días después muere en Buenos Aires en un supuesto tiroteo donde no queda claro si él se suicidó o lo mataron, porque cada vez que aparecía Verdún y su gente en escena, no quedaba claro si eran enfrentamientos o ejecuciones. Ellos sabían que su destino estaba marcado.
Diferencias con “Plata Quemada”
En la Argentina, el caso fue conocido por la famosa película “Plata Quemada”, dirigida por Marcelo Piñeyro y protagonizada por Leonardo Sbaraglia, Eduardo Noriega y Pablo Echarri. El film se inspiró en el libro homónimo de Piglia. Sin embargo, según Haberkorn, existen diferencias significativas con la realidad.
-¿Cuáles son las principales diferencias que encontró en su investigación?
-Sobre la vida de los cuatro delincuentes (Brignone, Mereles, Dorda y Malito), nada de lo que se dijo de ellos es verdad. Es todo inventado. Se los construyó como delincuentes arquetípicos y eran todo lo contrario. Por ejemplo, Dorda venía de una familia rica, bien constituida, que tenía prestigio. Habían hecho una fortuna con la primera fábrica de plumas a fuente. En general, no venían de familias arquetípicas de delincuentes. Malito era de familia humilde, pero trabajadora. Tampoco eran homosexuales. No hay nada que indique eso, que en la novela está un poco dicho y en la película se exacerbó. Es increíble pero hay un par de agencias de turismo gay que dicen que invitan a visitar el edificio donde una banda de homosexuales se tirotearon con 500 policías como si fuese un jalón del movimiento gay y no hay nada que lo sustente. Y los familiares entrevistados tampoco lo avalan. Finalmente, la plata no se quemó. La idea de que ellos quemaron el botín antes de entregarse es muy discutible.
-Cómo realizó su investigación, porque estamos hablando de hechos que ocurrieron hace más de medio siglo.
-Me dediqué a esta investigación en tres etapas. La primera fue en los años 90, poco después de la salida de la novela y la película. En ese momento, en 1998, había hecho una nota extensa para una revista uruguaya y descubrí que ni la novela ni la película se atenían estrictamente a los hechos. Entonces me di cuenta que había más para contar, como lo había hecho Piglia, pero narrando la verdad de lo sucedido. En el 2014 publiqué el libro, pero a pesar de que acá funcionó muy bien, nunca se publicó en la Argentina. Y ahora, en la edición ampliada, sumé otros testimonios como el de Blanca Galeano, que era la novia de uno de los pistoleros.
-¿Llegó alguna vez a hablar con Piglia sobre su investigación?
-No. Nunca llegué a hablar con él. Creo que en su novela, al sostener que “cuenta una historia real” genera un juego de espejos muy ingenioso y complejo de desentrañar. Y en ese juego de verdad mentira, hay muchas cosas que no son ciertas. Principalmente, no es cierto que sea todo verdad como dice el libro, ese es para mí el primer juego de espejos.
-Sin embargo, la justicia le dio la razón a Ricardo Piglia...
-Sí, básicamente dijo que un escritor tiene derecho de hacer lo que quiere, pero desde un plano ético creo que la duda queda planteada. En Uruguay mi libro tuvo muchas ediciones, pero creo que en la Argentina nunca se dijo nada porque no hubo interés en cuestionar estos aspectos éticos sobre lo que hizo Piglia en la novela, como si fuera “una vaca sagrada”.
-Lleva 30 años investigando este tema, seguramente habrán surgido otras aristas más allá de la crónica policial
-Sí, el tema de la violencia. Cuando presenté el libro, estaba Claudia Dorda, la hija de uno de los delincuentes. En un momento de la presentación, una mujer se levantó del fondo de la sala y le dijo a Claudia “Tu padre mató a mi padre”, era la hija de uno de los policías muertos en el tiroteo. En esa escena se cristalizó cómo la violencia deja huellas a pesar de los años, y las heridas siguen estando. Son aristas de la historia que trascienden lo que sucedió con ellos. Desde lo que impactó en sus familias, cómo fue abordado luego el tema desde lo periodístico y la violencia policial, con el personaje de Verdún que apareció ahí y luego se lo vinculó a (Miguel) Etchecolatz.