Cuando la Reserva Natural Otamendi cumplía 28 años de existencia, el 10 de octubre pasado, llegó la gran noticia: una ley la ascendía a Parque Nacional y le anexaba la reserva del río Luján. Finalmente, el trabajo hecho durante años por parte de guardaparques y naturalistas se materializaba.
Así quedaron protegidas más de 5.000 hectáreas, que fueron rebautizadas como Parque Nacional Ciervo de los Pantanos.Es el primero en llevar el nombre de un mamífero y también el primero en considerarse "urbano" ya que está en Campana, dentro del tercer cordón bonaerense, muy cerca de la Ciudad de Buenos Aires.
A un paso del obelisco
A partir de febrero (durante este mes de enero aún permanece cerrado por reacondicionamiento), porteños y bonaerenses podrán pensar en una escapada a un pulmón verde sin necesidad de viajar por horas. "Si estás en la Capital, te tomás el 194 y en una hora estás acá. O te tomás el tren en Retiro y combinás en Ballester y te deja a cien metros del portal del parque", indica Gonzalo Alves, guardaparque nacional de esta reserva desde hace siete años.
Dentro de los límites del Parque, la naturaleza autóctona tiene un remanso. Hay pastizales altos y una barranca donde crecen bosques de talas, saucos, ombúes y espinillos. Y en sus bajos inundables tiene su último refugio el ciervo de los pantanos, una criatura de cuento, y una de las muchas especies amenazadas de la región.
El Parque –en el que trabajan 20 personas entre guardaparques, brigadistas de incendios y otros profesionales– busca preservar toda esa biodiversidad propia de las ecorregiones Delta e Islas del Paraná, Pampa y Espinal, pero a su vez cumplirá una función educativa: "Además de las visitas de universidades y escuelas, aquellas personas que no tengan acceso a otros parques más lejanos vendrán aquí, y queremos que esta sea la vidriera para que puedan ver qué es un área protegida e incentivarlos a conocer otros lugares del país", explica Alves.
Para que esto sea posible, y en vistas del nuevo flujo de visitantes que se espera recibir, se trabajó en modificaciones y mejoras en senderos, instalaciones y señalización. Así en frebrero, el Parque Nacional Ciervo de los Pantanos abrirá sus puertas, renovado, e invita a andar por cuatro senderos peatonales, uno exclusivo para hacer en bicicleta. Además se pueden aprovechar sus prestaciones y servicios, ideados para pasar el día o incluso pernoctar.
El trabajo invisible
Estas tierras tienen una historia que no siempre fue de cuidado y conservación. A mediados del 1800, el ingeniero Rómulo Otamendi, encargado de delimitar el trazado de los ferrocarriles en Argentina, recibió como pago estas hectáreas. Sus sucesores las dejaron en el abandono y, cuando en 1980 la Administración de Parques las recibió, se las había usado como zona ganadera y se habían plantado muchas especies exóticas para dar sombra al ganado.
El trabajo de restauración empezó en ese entonces y continúa hasta hoy. Todavía el ligustro, la ligustrina, la mora y la acacia negra –especies exóticas– se dispersan por la acción de los pájaros y les ganan la parada a las nativas. En esta lucha contra los invasores, Alves y sus compañeros ya pusieron en valor una parte del pastizal pampeano y del monte de barranca.
"Allí, los visitantes podrán ver la diferencia entre un monte nativo con su abundancia de biodiversidad y uno exótico. En un entorno nativo aparecen mariposas, insectos y aves que son propios del ecosistema que convive ahí y que jamás se verán en donde se vio alterado por el hombre".
Otra de las batallas que los guardaparques deben dar es contra la caza furtiva, especialmente en las épocas de lluvias, cuando la zona de los bañados queda anegada. Es entonces cuando los lobitos de río, los coipos, los carpinchos y, en especial, los ciervos se van tierra arriba y se exponen al peligro de los cazadores, quienes se aprovechan de su estado de vulnerabilidad. En esos casos se patrulla las 24 horas.
Alves aclara que, excepto en estas situaciones, los ciervos son muy difíciles de ver. Y que, cuando sucede, es un privilegio. "Un día estaba de guardia y salí de recorrida por el sendero. De la nada, me sale al cruce un hocó colorado, que es un ave grande que me encanta y como no tenía la cámara lista no lo pude fotografiar. Pero mientras iba refunfuñando, levanto la vista y ahí estaba: ¡tenía un ciervo delante!", se entusiasma con el relato, y sigue: "Me escondí rápido detrás de un árbol. Para mi sorpresa, el macho adulto no estaba solo, sino con una cría recostada a apenas 20 metros de mí. Pude estar una hora sacándoles fotos y filmándolos, ¡parecían una maqueta!".
Así, el guardaparques logró las fotos más cercanas que se pudieron obtener dentro del parque. Fue una satisfacción que lo hizo sentir que vale la pena todo el esfuerzo que hace a diario, cuando recorre los 250 kilómetros que separan su casa en Cañuelas de este pequeño paraíso al borde del caos urbano.
Cómo llegar
En auto: Desde Buenos Aires, por RN 9 (Panamericana) hasta la localidad de Rómulo Otamendi (entre Escobar y Campana, a la altura del km 67.5). Tras recorrer 2 km por la calle principal se alcanza la entrada del Parque.
Otros medios de transporte: También se puede llegar en ómnibus (los servicios entre Once y Zárate de Chevallier dejan en el km 67.5 de la ruta Panamericana) y ferrocarril (línea Mitre hasta la estación Otamendi, con trasbordo en Villa Ballester). Desde Campana, servicio regular de colectivos.
Meri Castro
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