"Un baúl de viaje, un bastón, una azada, un vestido blanco vaporoso… Hasta una plancha: cualquier pieza es una historia de vida. A través de ellas, la gente recuerda y se emociona conmigo", dice Hugo Martín, director del Museo Histórico Regional de la Colonia San José, en Entre Ríos.
Creado en 1957 para reconstruir una de las primeras experiencias de colonización agraria en el país, conmueve encontrar el concepto de un museo tan moderno en un pueblo pequeño del litoral entrerriano: el visitante que atraviesa las cuidadas salas de la casa con paso lento se convierte en un inmigrante más; en uno de los colonos que figuran en los listados de los barcos dispuestos sobre las paredes, provenientes de Suiza, Italia y Francia, con contratos personales del gobierno de Urquiza (1857, el primer contingente), para adquirir a largo plazo su tierra, 27 ha por familia. Cada pieza y cada situación interpela al viajero y lo involucra: nada de vitrinas aburridas que no ve nadie.
Las macroleyendas, en la voz de un cronista de época, relatan el viaje y las penurias de los tres meses en el agua, de días calmos y tormentas profundas, parte del sacrificio de estos pioneros. Se escucha el sonido del río de los pájaros, ese cielo azul que viaja como dice la canción, teros y otras aves de las costas del río Uruguay, recrean la hora del desembarco. El corazón se estruja: hasta puede intuir la zozobra y el estupor de los recién llegados, el miedo a lo desconocido junto con la añoranza de su tierra.
En la reconstrucción de la escotilla del barco descansa un baúl gigante cargado de sueños e ilusiones adonde los inmigrantes transportaban su casa a cuestas. En ellos traían las herramientas de trabajo, la ropa, la vajilla de porcelana más amada, los recuerdos.
Luego se desciende por una rampa que produce el efecto de llegada: se ven videos, leyendas y objetos que reconstruyen los distintos ámbitos de la vida en la Colonia. Se representa el espacio público con fotos color sepia de la plaza, la iglesia y las grandes personalidades de esos tiempos. Como el Dr. Juan José Bastián (1815-1890), médico cirujano que llegó con el primer contingente destinado a San José. La biblioteca –completa visión de los tratados de medicina de fines del siglo XVIII y mitad del XIX–, el maletín y el instrumental quirúrgico evocan la epopeya de vivir en esos tiempos sin las comodidades de hoy.
Asoman otros libros y recortes de diarios, lecturas del pionero revolucionario francés Alejo Peyret (1826-1902), entre otros elementos que recrean su vida. Fue administrador de la Colonia: intelectual, periodista, promotor de la educación pública, puente entre los inmigrantes y Urquiza entre 1857 y 1872.
La recorrida continúa por ambientes íntimos y familiares de las casas y el trabajo, con elementos ligados a la agricultura y la producción. Allí pueden verse azadas que vinieron en los mencionados baúles –reemplazadas por arados más modernos–, utensilios de cocina como palos de amasar o batidoras de manteca, trapiches para hacer vino, moledoras de granos para la harina de los panes que hacían en forma diaria, entre muchas otras cosas. Por último, el recorrido se cierra con imágenes y objetos de la época actual.
Sorprenden la calidad de los diarios litoraleños de la época y el bastón que perteneciera a Pablo Cettour (1861-1949), herrero y personalidad destacada, autodidacta. Al parecer, éste daba respeto y jerarquía. En ocasiones se usaba como sostén de los ancianos o como arma oculta, ya que adentro, a veces, contenía un estilete.
La principal virtud de este lugar es que presenta piezas únicas que cuentan una historia emotiva y conmovedora.
Los vestidos de muselina, encajes y puntillas hablan de mujeres costureras con ansias de absoluto. Algunos bordados, incluso, incluyen las letras del abecedario; las iniciales de la familia se reproducían en sábanas, cortinas y otras prendas.
Las filigranas muestran momentos cotidianos en el patio o de días de fiesta y bandas de música, entre otras escenas. Retratos como el del primer maestro de origen piamontés, Pablo Lantelme (1814-1892): en 1861 se fundó la primera escuela en base al proyecto educativo bajo la tutela de Alejo Peyret. O el de la primera maestra de la Colonia, Eufrasia de Christín, junto con las pizarras escolares y los libros de lectura.
No se trata de rancios tesoros apiñados sino de piezas que cuentan su conmovedora historia. Esa es la principal virtud de este sitio, que además es accesible para todas las posibilidades físicas.
Cuenta Hugo Martín que aún hoy sigue recibiendo donaciones: la parte oculta del museo es un cuidado depósito y lugar de conservación que se puede visitar. La pasión del director hace que los talleres tengan una gran asistencia, así como sus actividades: un tesoro para descubrir, núcleo cultural importante de la provincia de Entre Ríos.
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