Hijo de un hermano del Führer, el británico William Patrick Hitler, se convirtió en su enemigo más peligroso. Conocedor de secretos familiares, le dio la espalda, se mudó a los Estados Unidos y combatió para los Aliados
Adolf Hitler murió en 1945, solo y sin hijos alrededor. El Führer no tuvo descendencia directa, sin embargo existió un sobrino que no solo compartió su sangre, sino que también fue su más ferviente enemigo.
El pasado y la infancia del Führer siempre fueron tema de investigación. Su padre, Alois Hitler, se había casado en primeras nupcias con Anna Glass Hörer, una millonaria de 50 años quien, terminó pidiéndole el divorcio cansada de sus infidelidades. Fue ahí cuando Alois aprovechó y se casó con su amante, Franziska Matzelberger, con quien tuvo al pequeño Alois (h). Fallecida Franziska por tuberculosis, siete años más tarde, nacería Adolf Hitler, el hijo que Alois tuvo con Klara Pölzl, su tercera mujer.
En busca de mayor libertad y, escapando de la presión familiar, Alois (h) se instaló en Dublín, Irlanda. En 1909 mientras trabajaba en un bar, conoció a la irlandesa Brigid Dowling con quien se casó el 3 de junio de 1910. Nueve meses después, el 12 de marzo de 1911 en Liverpool, Inglaterra, nacería su hijo, William Patrick Hitler. El sobrino británico del Führer.
La infancia del joven William y el encuentro con su tío
Con un carácter similar a su padre, Alois (h) le escapaba a las responsabilidades. Así, en 1914 y cuando William era un niño, se escapó y regresó a Alemania dejando atrás a su mujer e hijo. El joven Hitler se crio con su madre en un ambiente de clase media baja.
Terminada la Primera Guerra Mundial, Alois Hitler fue dado por muerto, pero en realidad estaba vivo y a salvo: trabajaba como barbero y se había vuelto a casar con una alemana llamada Hedwig Heidemann. El hermano mayor del Führer fue descubierto y acusado de bigamia, zafó de prisión solo porque Brigid, su esposa anterior, evitó acusarlo.
La relación con su hijo se recompuso y, en 1929 Alois invitó a William Patrick conocer a su tío Adolf Hitler en un acto público. “Alois invitó a su hijo, que contaba ya con 18 años, a visitarle en Berlín. La fama de Hitler ya había llegado a Gran Bretaña, por lo que el joven llegó con la ilusión de conocer a su tío”, destacó en su libro “100 historias secretas de la Segunda Guerra Mundial” el historiador Jesús Hernández.
El sobrino del Führer
Deslumbrado por aquella rama familiar de la que poco sabía, William (que por entonces estudiaba para convertirse en contador) vislumbró una salida para su vida mundana.
Así, a los 30 años William Hitler dejó su hogar y viajó a Alemania planeando beneficiarse con esta posición. Se inscribió en el Partido Nacional Socialista y consiguió trabajo en un banco de Berlín. El historiador Hernández recabó testimonios de distintos parientes sobre esa época: “pasó ese verano con nosotros, aprendiendo el idioma y las historias de la familia Hitler. Tenía todo el derecho del mundo a conocerlas”, detalló el escritor.
Se sabe que tío y sobrino tuvieron encuentros esporádicos, Hernández relata visitas donde William recordaba: “Ése día comimos pasteles con crema batida, el postre favorito de Hitler. Me impresionó su intensidad, pero también sus gestos femeninos. Había caspa en su abrigo”. También dio a conocer detalles cotidianos como declaró: “Hitler me autografió una fotografía que dio a mi padre”.
Todo iba por los carriles convencionales pero los cambios se hicieron notar apenas Adolf Hitler se convirtió en Canciller. Entre las noticias se divulgó que se acababa de suicidar una sobrina -que se dijo, habría sido su amante- y Hitler comenzó a celar más que nunca su intimidad. Por eso, en 1936 -justo cuando su sobrino británico soñaba con un puesto de alto rango-decidió cortar relaciones familiares.
Tampoco es que hubiera mucho feeling. Varias fuentes aseguraban que Hitler solía mencionar a William como “mi repugnante sobrino”. Y es que, según Hernández, el joven había amenazado al Führer con filtrar a la prensa secretos familiares, (muy posiblemente que Hitler fuera descendiente de judíos –por su abuelo, Alois Schincelgruber, luego Alois Hitler-), una sospecha que el mismo Adolf encomendó investigar y que convirtió a su ambicioso sobrino en una amenaza para su posición.
El enemigo en la familia
Si eso llegó a ser cierto, Adolf Hitler no se dejó chantajear. Le dejó en claro a su sobrino que, si quería lograr algo, primero debería dejar la nacionalidad británica y adoptar la alemana. Contrariado y de vuelta en Gran Bretaña, su sobrino William Hitler se despachó con entrevistas en los medios revelando información de su tío, el poderoso Canciller alemán.
La reacción no se hizo esperar: “fui convocado de nuevo a Berlín, nunca olvidaré la última vez que envió por mí”, destacó. Aquel encuentro con el Führer no fue en Berlín sino en Berchtesgaden, “la nueva casa de Hitler que vi por primera vez en 1936. Conduje hasta allí con amigos y me llevaron al jardín. Hitler estaba entreteniendo a algunas mujeres muy hermosas en el té. Cuando nos vio, se acercó, golpeando con un látigo mientras caminaba y le arrancaba las puntas a las flores”, relató su sobrino William.
“Estaba de un humor brutal cuando llegué. Caminaba de un lado a otro, blandiendo su látigo de cuero de caballo, me gritaba insultos a la cabeza como si estuviera pronunciando un discurso político. Hitler estaba furioso. Mientras paseaba de un lado a otro, con los ojos desorbitados, me hizo prometer que me retractaría de lo dicho en los artículos. Amenazó con matarme si escribía algo más de su vida privada”.
“Mi separación de mi padre apenas fue más placentera, pero su mezquindad era más comprensible ya que él vive con un terror mortal a la publicidad y sabía que sería libre de hablar una vez que dejara Alemania”, relató William Hitler. Incluso recordó que su tío Adolf “aprovechó la ocasión para decirme que jamás volviera a mencionar que era su sobrino. Luego regresó con sus invitados, todavía haciendo restallar su látigo con saña”, en un (otro) artículo que publicó el 4 de julio de 1939 titulado ‘Por qué odio a mi tío’ en la revista americana “Look”. Se generó fue una inmensa grieta familiar a solo dos meses del estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Aquel encuentro en la residencia del Führer en Berchtesgaden fue la última vez que tío y sobrino se vieron las caras. “En febrero de 1939 zarpé hacia los Estados Unidos”, escribió William.
¿Espía o rebelde?
Para entonces, portar el apellido del Führer era peligroso, así que William Hitler se lo cambió a Stewart-Houston. Curiosamente, se cree que eligió “Houston” en referencia a Houston Stewart Chamberlain, un conocido antisemita británico. Con nueva identidad, e invitado por el magnate de los medios William Randolph Hearst, el sobrino de Hitler viajó a Nueva York junto a su madre e inició una gira mediática donde habló sobre el régimen nazi.
Y, aunque la historia oficial dice que dejó Europa porque se había negado a rechazar su nacionalidad británica y adoptar la alemana, muchos señalan que William temía represalias por el intento de chantaje familiar.
Ya en los Estados Unidos, el sobrino británico de Adolf Hitler estuvo en la mira del FBI y de su director, Edgar Hoover. Con aires a Clark Gable, William hizo célebre su frase “Que mi bigote no los confunda, tengo buenas intenciones”. El sobrino de Adolf Hitler ya había probado enlistarse en la Fuerza Armada en Gran Bretaña, pero fue rechazado por sus nexos familiares. Fue así que probó en la Fuerza Aérea canadiense, lo más cercano a su meta real, lograr combatir a los nazis entre los aliados y las Fuerzas Armadas norteamericanas.
Para poder estar en el frente, Williams necesitaba un permiso especial del presidente y del FBI. Según Warfare History Network, William Hitler se presentó como “el sobrino y único descendiente del malhumorado canciller y líder de Alemania” y le escribió una carta a Franklin Delano Roosevelt rogándole por una oportunidad. “Señor presidente, respetuosamente le presento esta petición para preguntarle si me permite unirme en su lucha contra la tiranía y la opresión”.
William fue minuciosamente investigado previo a la autorización final, al juramento y a ser designado al Pacífico con la Marina como oficial de farmacia, designación que vino del director del FBI, John Edgar Hoover (como indicó el Museo del Aire de Lyon). De esta manera, un Hitler combatió en la Segunda Guerra Mundial contra el ejército de su tío.
William se unió a la Marina en marzo de 1944 y se desempeñó como ayudante de farmacéutico. Según el Museo del Aire de Lyon, pasó el último año de la Segunda Guerra Mundial cerca de los combates, curando a las tropas heridas antes de recibir un impacto de bala en la pierna. Continuó sirviendo en el ejército hasta 1947 aunque, transcurrida la guerra y avergonzado de todo lo que su tío había generado ya en 1946 se propuso desaparecer.
Con su nuevo apellido, Stuart-Houston, William Hitler se mudó a Patchogue, Long Island en el estado de Nueva York y abrió un laboratorio médico. Se casó con Phyllis Jean-Jacques y vivió una vida tranquila hasta que murió, el 14 de julio de 1987. Atrás quedaron sus hijos: en 1949 nació Alexander Adolf Stuart-Johnson, Louis en 1951 y Howard Ronald (en 1957, quien murió en un accidente automovilístico en 1989). El más pequeño fue Brian William, nacido en 1965.
Los Stuart-Johnson aún viven bajo un manto de silencio en Patchogue, esquivan a los curiosos e historiadores. Se dijo que los hermanos mantienen un pacto familiar para evitar descendencia de la familia Hitler. El único que alguna vez habló con la prensa fue el mayor, Alexander Adolf, quien llegó a declarar periódico alemán Bild que “no oculto mi procedencia familiar, pero no es algo de lo que me enorgullezca”.
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