Fue en 1945. Entonces solo sabía que era un lote con costa en el lago Moreno. Años más tarde, lo convertiría en una cálida casa de té y hostería para turistas de todo el mundo.
Es, ante todo, un hogar abierto para los huéspedes pero, también, el hogar de Karin Winzer, una alemana inmigrante que recibe a los pasajeros de todo el mundo en su propia casa, Bed and Brekfast y Casa de Té, Bellevue. Karin nació en un pequeño pueblo de nueve mil habitantes, cerca de Hamburgo, Alemania, en 1936. Hoy, a poco de cumplir 85 años, mantiene una vitalidad notable que la llevó a sostener una vida de película desde Europa hasta la Patagonia.
“En la vida hay que ser optimista- dice la mujer que cultivó su jardín con miles de flores para sanar su alma. Allí hay ciruelos en flor, rosas rojas, naranjas, y amarillas mezcladas entre coihues, cipreses y sorbus. El lago en invierno es un espejo blanco de hielo y en verano es un espejo azul con el color del cielo.
Bellevue es una pequeña casa de montaña, con vista al cerro Tronador y al Lago Moreno. Está levemente retirado del kilómetro 24.600 de la avenida Bustillo, en el barrio Quintral en la zona de Llao-Llao de Bariloche. Está construido sobre un terreno en altura, en varios desniveles. Abajo está el lago, de color verde turquesa y un austero muelle. Arriba está el jardín, florecido a lo largo del año entero.
Aquí llegó Karin cuando tenía 44 años. Pero el viaje hasta finalmente asentarse en América había comenzado veinte años atrás. La mujer salió de Alemania para ir a estudiar a Estados Unidos. Luego se mudó a México. En ese país conoció a Rolf, el hombre que la traería a Bariloche.
Karin pocas veces volvió al pueblo de Alemania- Münster- donde paso su infancia y donde vivió hasta los 17 años. “Vivíamos con muy poco. Pero igual había orden, limpieza y mucha conducta para mantener el hogar” recuerda. Su madre trabajaba en la huerta familiar y cuidaba de los niños durante la guerra. Ella ayudaba a doblar la ropa y las sábanas limpias. Crecía con un mandato que nunca la abandonó: la casa se mantiene limpia y en orden, hasta en la guerra.
Décadas más tarde, tras dejar atrás Europa llegaría a Bariloche, en el año 1972. Entonces viajó desde México con Rolf, su esposo, y dos hijos pequeños. Paraba en el hotel Tunquelén, muy cerca del lote que adquirieron. La familia viajó para a conocer el terreno que Rolf había comprado, sin ver, en un remate, en 1945. Entonces solo sabía que era un lote cerca del hotel Llao, Llao, con costa del lado del lago Moreno. Él quería hacer una pequeña hostería. Eso es Bellevue, en la actualidad.
Después de esa visita en los setenta el matrimonio se instaló en Bariloche en el año 1980: sus hijos iban a sexto y a tercer grado. El bosque estaba tan crecido que apenas se veía el lago y el cerro.
Al llegar a Bariloche, Karin recordó las palabras de su madre y cultivó un jardín primero con flores anuales, después con flores perennes de modo que siempre estuviera florecido. Cuando algo muere, algo debe nacer, esa es su filosofía. Plantó rododendros, tulipanes, rosas y hortensias en su pequeño jardín con vista al Tronador.
Recetas heredadas pero originales también
Finalmente, en 1982 abrió Bellevue. Al principio las tortas se servían en el living del hogar, allí junto al ventanal que da al lago, justo enfrente al Tronador. Su esposo tocaba el piano. Le gustaba la música clásica y el folclore europeo. Improvisaba un par de piezas mientras servían el té.
La receta de la torta de Avellanas la heredó de su mamá, Analiese y no se preparó en su casa familiar hasta que el papa de Karin volvió de la guerra.
Otras recetas como la sacher torte, o torta de chocolate, llegaron desde amigos de Viena. La receta de la torta de manzanas la aportó una amiga británica, por eso Karin la llamó Helen’s Apple cake.
Pero no todas fueros recetas traídas desde Europa. Las tartas con frutas frescas de la zona fueron improvisadas dada la enorme cantidad de frambuesas, frutillas y Boys’n Berries que florecen en Bariloche cada verano.
Los sándwiches en cambio, fueron inspirados por amigos de Bariloche, como Griselda la primera maestra de los niños de la familia, que los invitó con sus salados de jamón queso y tomate en cuando la familia no era más que un grupo de inmigrantes alemanes en la Patagonia.
El tiempo pasó. El suave sonido de la nieve se fundía con el crujido de la leña en el hogar de Karin y Rolf. Los hijos crecieron. La casa se amplió con un salón exclusivo para el té, con vista al lago que en invierno es un espejo blanco de nieve y en verano es un espejo azul de cielo.
¿Uno es multitud?
Pasaron los veranos, los otoños, los inviernos. En pocos años Karin quedó sola al frente de Bellevue, cuando Rolf falleció. La Casa de Té cerró entre 2004 y 2008 para convertirse en un Bed and Breakfast. Los huéspedes -que desde entonces duermen en los departamentos dentro del hogar- son recibidos con café humeante a la mañana, tostadas y mermeladas de frambuesas o rosa mosqueta. Desde entonces ganó notoriedad: el viajero que llega a descansar despierta en el lugar que es recordado como el paraíso terrenal.
En 2008 la Casa de té volvió a abrir sus puertas. Karin aún toma los pedidos a los huéspedes que llegan desde el mundo entero. La recepción a los huéspedes es personal y políglota: la anfitriona habla inglés, alemán, castellano, y un poco de francés.
En invierno hay buena calefacción por radiadores. En verano las tardes son largas y frescas. Hay sol hasta las nueve y media de la noche.
En el salón de té donde se sirve el desayuno a los huéspedes hay 2 cuadros: uno dice Ríe, el otro dice Sueña. El tercer cuadro pintado a mano dice: Las flores son la sonrisa de la tierra. En otoño, en verano, en primavera y hasta invierno siempre hay flores en Bellevue.
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