Allí donde el paisaje es dominante y rotundo el desafío es lograr un jardín acorde con la naturaleza que se impone. Entonces, lo mejor es tenerla como aliada y fuente de inspiración. Así lo entendieron Liliana Detry y Ana Goñi, paisajistas de larga trayectoria en jardines patagónicos, y lo supieron plasmar en este lugar de fuertes desniveles naturales.
La obra de la casa comenzó en 1998. Liliana y Ana empezaron con el diseño del jardín al año siguiente, con una arquitectura incompleta aún, poco presupuesto y una profunda pendiente hacia el lago. Eso sí, las vistas eran maravillosas, el paisaje de nativas, único. Inspiradas en los gaviones que se estaban armando en las rutas de la zona, encontraron la solución para formar las contenciones y lograr las circulaciones necesarias. Los movimientos de tierra y el armado de las estructuras –con los materiales que llegaban desde la calle a través de toboganes, y seguían camino hasta llegar al lago– llevó varios meses.
Hoy, los tomillos rastreros ocultan el alambre y las piedras. Avanzaron con tanta rapidez y naturalidad que el terreno cambió su fisonomía sin dejar rastros. La llegada en auto y luego bajar a la casa fueron logros importantes. Ésta se rodeó y contuvo con nalcas (Gunnera sp.), aljabas y helechos, ya que el frente resulta un lugar más húmedo y sombrío. Mediante una escalera que desciende hacia la casa se llega al primer jardín que da la bienvenida, con un enorme cantero hundido que la abraza, delimitado por un camino que parece flotar entre texturas y colores e invita a recorrerlo.
Entre coihues, arrayanes y radales que se conservaron y que son la estructura del jardín, la vista hacia el lago se sucede en diferentes terrazas, ya sea de césped, de decks que conforman espacios para disfrutarlo de diferentes maneras, al sol o a la sombra, lugares de estar, espacios para juegos o para comer. Más contenciones y terrazas, más arrayanes y rododendros acompañan los desniveles. Y desde ahí hasta el lago, sendas y descansos aprovechando las parrillas (Ribes rubrum) que florecen en noviembre de color amarillo y llenan de aroma dulce las caminatas.
El jardín fue madurando junto con sus dueños, quienes se entusiasmaron y siguieron agregando sectores. A partir de 2003, Ana Goñi continuó sola, con Sergio Vera, el encargado, que acompañó el proceso desde el inicio. Se sumó la huerta, un invernadero, un gran sector de flores de corte y fruta fina.
En 2011 comenzaron con una ampliación de la casa, un año trágico para los jardines y viviendas de la zona por las cenizas del volcán Puyehue. A partir de entonces, siguió la paisajista Nuria Romero, quien diseñó otras terrazas y escaleras, sumando más espacios planos y cómodos que acompañaron la nueva arquitectura. La madera con la piedra se repite en los detalles constructivos, ya sean muretes, postes, solados, escaleras, muros. Materiales que se transforman en piezas originales de diseño o en rústicos bancos, detalles que decoran o cumplen alguna función utilitaria en el jardín.
Troncos con musgo se revelan como arte. Las nativas toman protagonismo con las fantásticas hojas de las guneras, que generan un ritmo como de esculturas vivientes. Otras nativas se conjugan con especies que se amalgaman a la perfección con ellas para brindar color a lo largo de las estaciones. Y el verano, sobre todo, expone la exuberancia de flores y follajes, paletas, luces y movimiento que definen el sur argentino.
- Obra: Jardín en la costa del lago
- Lugar: Villa La Angostura
- Paisajismo: Liliana Detry y Ana Goñi
- Superficie: 12.000 m²
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