Álvaro Mejail: “Lo simple es más contundente”
Hacer una propuesta de diseño que se diferencie de lo masivo, la iniciativa de un emprendedor que creó varias marcas; la última, Sette; curada por Mario Buraglio y Víctor Delgrosso
Diferenciarse de lo que en forma masiva se ofrece en las vidrieras y darle importancia al valor agregado que aporta el diseño, el objetivo de Álvaro Mejail, al capitalizar sus 20 años de experiencia en el rubro calzado con el fin de crear una marca independiente. Y buscó captar a “una nueva consumidora; esa que se fija en cómo se hace y presta atención a los detalles”. Y para lograrlo, se animó a diversificar la marca e ir más allá del accesorio y ofrecer una propuesta de indumentaria. Para esto convenció a dos grandes del diseño argentino, que lo acreditan con 30 años de colecciones y premios, a los rosarinos Mario Buraglio y Víctor Delgrosso, los Varanasi, que aceptaron el desafío y volvieron al ruedo.
–¿El siete es tu número de la suerte?
–Podría decirse que sí. Sette significa siete en italiano. Se considera un número sagrado: 7 son los días de la creación, 7 las frases de Jesús en la cruz, 7 las plagas de Egipto; es un número recurrente en la cultura: 7 los colores del arco iris, 7 los samiráis, 7 los astros bautizados en honor a los dioses romanos que denominaron a los días de la semana y más… Un número universal, sí de la suerte, fácil de leer, pegadizo, diferente y quería que fuera en italiano.
–¿Cómo surge Sette?
–Por la necesidad de crear una firma distinta. Provengo de una familia que siempre tuvo zapatería. Trabajé en distintas marcas de zapatos y hasta creé una, Bendito Pie, que decidí dejar para explorar otras propuestas, en busca de otro tipo de consumidora, esa que le da otro valor al zapato, que lo convierte en su fetiche si colma sus expectativas, que no quiere estar uniformada, sino que opta por el zapato y la ropa que la define y no la masifique o la convierta en una más. Y hace años que prefiere el puertas adentro para una experiencia de compra distinta.
–¿Qué tiene de diferente?
–Un producto más cuidado y elaborado, con un diseño que pretende que se lo reconozca con nombre propio, en un proceso que inicié hace poco más de un año; y al ser un emprendimiento chico puedo jugar más sin estar corrido por los resultados o las ventas; me doy el lujo de ir paso a paso de manera firme, cómo y con lo que me gusta. Mi experiencia en retail me dio un know how que aplico más relajado. Primero empecé con zapatos, después sumé ropa. Y para esto fui a Rosario a tentar a los creadores de Varanasi y logré sumarlos para traer de vuelta su couture y ofrecer una sastrería limpia, neta, fuerte, urbana.
–¿El diseño de Sette es Varanasi?
–No, es Sette curado por Varanasi. Sí, incluye una colección cápsula de Varanasi para Sette. Esa curaduría, por supuesto, se nota en la moldería y en la línea general del diseño. Interactuamos muy bien, trabajamos en equipo. Está de más destacarlos porque se sabe de su trabajo, profesionalidad, estilo y hasta de su increíble humildad en un ambiente en el que el ego es una constante. Es difícil encontrar diseñadores de su nivel superlativo y estoy orgulloso de que hayan aceptado formar parte del proyecto.
–Argentina es fuente de diseño. Cuenta con universidades que son usina.
–Sí, pero la Argentina limita mucho el crecimiento de los diseñadores. Hay muchos virtuosos que no pueden ofrecer su trabajo como corresponde, no logran exponer lo suyo y se pierden talentos.
–¿Qué limita?
–Los vaivenes económicos del país; no hay políticas de incentivo, de cuidado, de profesionalización y comercialización del diseño. Cualquiera de los diseñadores universitarios de la Argentina en otros países más desarrollados tienen más oportunidades, sin duda. Acá es muy difícil; el crecimiento es limitado; todo es un gran esfuerzo, remar contra la corriente de una economía que valora el producto terminado más barato o que te lleva a lo barato. Sólo algunos logran sostenerse y hacerse ver.
–¿Cómo intentás superar esas dificultades?
–No dejándome llevar por condicionamientos del mercado. Es muy tentador porque uno advierte que ciertos productos se venden y podría seguir esa línea de la venta fácil, pero prefiero apostar a un producto más elaborado, que a veces cuesta que se entienda y valore. Es que el negocio tiene que estar manejado por uno y no dejar que el negocio te maneje; cuando por problemas económicos te dejás llevar sólo por la tendencia, cuando empezás a copiar y mirar lo que está vendiendo el otro, perdés. Hay que ser fuerte y la experiencia me ayuda a ver más allá del corto plazo, y me permitió mostrar más claramente la identidad de la marca. Para esto convoque Mario Buraglio y Víctor Delgrosso; por otra parte, soy cuidadoso en el uso de materiales, busco telas de calidad, de Italia porque acá algunas no se fabrican, y elaboramos estampas.
–¿Cuál es esa identidad?
–Es minimalista, limpia; bien femenina aún con ciertas líneas que remiten a lo masculino. Nuestra ropa y zapatos son depurados, no es lo que se encuentra en la mayoría de las vidrieras, no hacemos tendencia sino que tratamos de generar algo distinto. No es una marca palermitana más, ni de pasarela; trata de ir más allá de lo esperado, sin que sea inviable comercialmente.
–¿Nada de tendencia?
–Lo nuestro es clásico y atemporal; de un diseño limpio o despojado que perdura; por ejemplo, una camisa de hoy, el año que viene la podés seguir usando. Tiene algo de los 70 que se actualiza, sigue las líneas de la Bauhaus, sin adornos, más simbólica, con información clara, directa.
–¿Cómo?
–Proponemos lo que nos gusta, se use o no. Y eso se piensa, elabora con tiempo. Hace un año empezamos a trabajar una punta de zapato más alargada, y queremos marcar la diferencia con este recurso. El taco de acrílico que sí ya se vio, lo incorporamos a un zapato net. Insisto en el diseño o en una arquitectura pura que nos define. Es simple pero tiene mucho. Gusta aún sin saber por qué exactamente; ese no se qué que atrae es la contundencia de lo simple, es que lo simple es más contundente.
–Pero tiene una mirada de moda.
–Tiene una mezcla de una avanzada de la tendencia y su relectura con una versión personal, además de lo que se hace sólo por gusto, sobre el cual tal vez sí influye conciente o inconcientemente lo que vemos de moda. Hacemos cosas que nos gustan, sólo por placer, y otras advertimos que gustarán, que marcarán la diferencia y nos jugamos por esa intuición. Es cierto que estamos informados, vemos moda y la decodificamos o resignificamos.
–¿Por ejemplo?
–Este mocasín de pelo de cabra teñido tipo batik con un método artesanal propio, de teñido y fruncido hasta lograr la estampa. O una zapatilla con pelo de carpincho, sólo porque se nos antojó; es cierto que el pelo es tendencia, pero Sette ofrece una manufactura distinta. Volvió el velvet pero lo ofrecemos en vestidos o pantalones con una hechura impecable, la que nos da la mano de obra de lujo de Varanasi. Se sabe que el conjunto pijamero se usa pero ya no tanto y lo ofrecimos a nuestra manera; que los pantalones son más cortos, pero los de Sette tienen solapas, pliegues y detalles. La camisa se usa, pero en metalizado, calada o bordada, con pliegues, es diferente.
–¿Cómo sigue?
–Nos interesa el público que busca una alternativa. Y la nuestra es una. Para seguir lográndolo haremos lo necesario para consolidar la marca, mediante alianzas estratégicas con inversores o, cuando las condiciones del país lo permitan, empezaremos a mirar a los países limítrofes. Creemos que Sette es una marca que bien puede tener una proyección internacional, pero se tienen que dar muchas variables para eso. Hoy buscamos consolidar un producto diferenciado.