Anita Hetchlinger: "Les enseño a crear como parte de un proceso"
Es diseñadora de indumentaria y cerró su marca para dedicarse a transmitir conocimientos y valores a chicos que quieren aprender a coser; hacen ropa y juguetes para donar
Una valija roja con rueditas acompaña a Anita a todos lados, y es casi tan mágica, como la de Mary Poppins, porque guarda una máquina de coser, un costurero ambulante, tijeras, telas, música y un reloj. Ella es la creadora del taller Pequeñas & pequeños diseñadores, que enseña diseño y confección a chicos de 6 a 12 años, desde hace cinco años. Ellos asisten una vez por semana, y allí pueden crear desde su propio delantal de cocina, hasta un poncho para el invierno y muñecos que donan al Hospital Gutiérrez regularmente. Afirma que detrás del aprendizaje en bordado, costura y estampado, se esconde lo más valioso del curso: la experiencia de reunirse con otros niños –desconocidos– y de encarar una actividad que requiere de paciencia, que involucra procesos y que no se resuelve con un botón touch: “El proceso de confección te hace comprender que un defecto puede transformarse en un maravilloso efecto”, dice.
–Trabajar con chicos no es fácil, ¿qué es lo más desafiante?
–En tiempos individualistas, donde todo tiende a ser veloz y la mayoría de las cosas se digita con una tecla, corro el riesgo de pararme frente a esta generación y hablarles de un proceso, de que no vamos a apretar un botón para que una prenda aparezca cosida y resuelta. Les explico que la creación tiene que ver con un proceso donde uno avanza y retrocede, y que eso es angustiante. Les enseño que lo más hermoso de nuestro trabajo es el recorrido que existe hasta llegar adonde uno desea, aunque se roce la frustración porque no siempre sale bien.
–Empezaste hace cinco años con Pequeñas y pequeños diseñadores, ¿qué cambió en tu forma de enseñar?
–Cuando arranqué tenía la vara muy alta, ponía un objetivo y debía cumplirse, porque así soy en la vida. Todo el lenguaje y los contenidos que veo con las nenas –los actuales grupos son de chicas– responde a lo que los alumnos de la carrera en la UBA están transitando a otra escala: ellas hablan de fichas técnicas, geometrales, materias primas, avíos. Sin embargo, con el tiempo comprendí que mis alumnas no salen con un título bajo el brazo y que este es un espacio social y 100% lúdico. Tuve que aprender que el fin es recreativo, y que ellas ya vienen del colegio, donde ya cumplieron con la responsabilidad.
–¿Por qué decidiste cerrar tu marca de diseño Bienes gananciales?
–Soy una emprendedora serial, y estoy en la búsqueda permanente así que fue parte de una evolución natural. Luego de 10 años con mi marca, que comenzó siendo de ropa interior y luego sumó objetos e indumentaria para niños, empecé a sentir la necesidad de compartir mi experiencia y de dar servicio. En 2012, en la planta alta del local que tenía en la calle Arenales, armé un taller chiquito, pero hermoso, y comencé a dar clases. Pensé en destinarlo a los niños porque para mí la infancia es una etapa muy especial, en la que radica toda nuestra esencia y verdad, y porque siempre estoy en contacto con mi niña interior, que soñaba con ser diseñadora y que también jugaba a la maestra –las dos cosas que hago hoy–. Con el tiempo, este nuevo proyecto fue creciendo, y decidí dar cierre a la etapa anterior. Ahora tengo 18 alumnas en cada taller –uno es los lunes y el otro los miércoles–, y los martes voy al Hospital Gutiérrez como voluntaria desde hace algunos años, y es una tarea intocable.
–¿Con qué deseo llegan al taller?
–Ellas llegan con la fantasía de diseñarse su ropa. Yo les cuento que es un taller de iniciación en el mundo del diseño y de la costura, y que todas estamos en una etapa de formación y aprendizaje (siempre trato de ponerme a su altura). Y la verdad es que para poder diseñar ropa uno necesita de otros conocimientos, incluso matemáticos como agarrar una escuadra y ponerla sobre la tela; no puedo ir contra natura. De todas formas, trato de armar actividades en relación a lo que es tendencia, como el otoño pasado, que produjimos un pocho porque en todas las vidrieras de la moda está presente.
–¿Qué buscás transmitirle a las chicas?
–Lo que más me importa es que para ellas esto sea una experiencia de vida, que puedan estar en contacto con alguien que cumplió su sueño. El vestido blanco a lunares rojos que confeccioné para mi graduación de 5to. año del colegio, fue un modelo de Yves Saint Laurent que había copiado de una revista. Dos años más tarde, entró un cliente al negocio de marcos y cuadros que tenía mi tía, y justo trabajaba en esa firma. Ella le habló mucho de su sobrina de Bahía Blanca que estudiaba diseño, y finalmente me hizo entrar. Fue mi puerta de entrada al mundo del diseño, y es el día de hoy que no lo puedo creer. Uno tiene que conectarse con lo que desea y con lo que sueña. Quiero estimular eso en mis alumnos, y enseñarles que lo que quieran, lo pueden gestionar. Ya sea para que terminen siendo diseñadores o para que logren ser abogados, médicos, o lo que sea.
–¿Y cómo lográs generar eso en ellos?
–En el hacer, uno se da cuenta de que puede. Una frase que repito mucho en el taller es ¿cuál es el problema de rehacer? Les digo que tienen que sentirse agradecidas de poder volver a intentarlo cuando una prenda no salió como esperaban; porque no siempre en la vida van a tener la oportunidad de que les den otra chance.
–¿Creés que alguna de tus alumnas estudiará diseño más adelante?
–Ya hay dos alumnas de mi primera camada que están estudiando Diseño de indumentaria en la universidad. Es muy emocionante ver cómo las pequeñas van detrás de su sueño. En el primer encuentro siempre les entrego un cuaderno a modo de diario íntimo para que vayan registrando todo lo que viven a lo largo del taller, y apenas lo abren hay una cartita de bienvenida, donde justamente les digo que ojalá su paso por el taller siembre una semillita en sus sueños, independientemente de lo que lleguen a hacer cuando sean grandes. Sentí una profunda emoción porque recuerdo a las mismas chicas diciéndome que querían ser diseñadoras cuando vinieron de chiquitas a mis clases.
Para apuntarse
Las clases de Pequeñas Diseñadoras se dan en el Museo de Arte Decorativo y en La Abadía Centro de Arte y Estudios Latinoamericanos. Se la puede contactar a Anita Hetchlinger a través de Facebook .