"Hoy ya no es posible analizar las tendencias pensando solo en moda”
Los nuevos desafíos que se imponen, según la perspectiva de una diseñadora de indumentaria que se dedica a observar lo que pasa en el mundo, para descifrar qué se viene y comunicarlo
Ahí, frente al público en una sala de cine que hoy funciona como auditorio, Flor Mangini puede parecer una profesora universitaria, una líder motivacional o una DJ. Vino a dar una charla perfomática –con palabras, videos y buena música– para dar pistas sobre el futuro inmediato de la moda. Lo hace sin bola de cristal ni herramientas esotéricas, su reporte es producto de una mirada entrenada e intuitiva que observa lo que pasa para descifrar lo que se viene. El ritual se repite cada seis meses, cuando presenta el reporte de microtendencias de temporada en el seminario del laboratorio Visiones. Flor estudió Diseño de Indumentaria en la UBA, comenzó su carrera haciendo seguimiento de producto para la firma Nike, trabajó como productora de moda para revistas y fue docente. Rescata de esta base un conocimiento profundo de la industria, su capacidad para entender el negocio y para editar contenidos. Una pasantía en Color Assosiation de Nueva York la introdujo en la tarea de rastrear tendencias y desde entonces es a lo que se dedica. "Le hablo a los que producen moda. No busco bajar línea sobre qué tienen que fabricar, intento generar una apertura mental, que se vayan con muchas ganas de hacer. Parece fácil analizar tendencias, pero no lo es", asegura.
–¿Qué es lo complejo del análisis de tendencias?
–Exige tener un caudal cultural enorme. Para hacer tendencias de moda tenés que poner en juego intereses que no son solo de la moda. Hasta hace un par de años, quizás era posible analizar microtendencias pensando nada más que en moda, ahora ya no.
–¿Por qué ya no es posible?
–El aumento del uso de las redes sociales cambió todo, el consumo en general cambió. Antes se podía hablar de la moda desde lo que se usa y no se usa, desde una carta de colores. Pero la manera de consumir moda hoy es muy diferente a la que conocíamos. Es un fenómeno global, los problemas que tenemos en Argentina con respecto al consumo de moda son iguales que en el resto del mundo. El tema es que los paradigmas ya cambiaron y la moda no. A la industria de la moda le está costando mucho adecuarse a la realidad de hoy. La gente ya no se representa a sí misma con el objeto indumentaria, se representa de otra manera. Entonces, el nivel de consumo que teníamos bajó muchísimo. Y las reglas sociales son otras: hoy vas a comer a un restaurante en zapatillas, podés vestirte como quieras para ir a trabajar. Eso ya da una pauta en la moda que la moda no ha sabido percibir.
–Pero lo que pone en crisis a algunos rubros es una gran oportunidad para otros.
–Bueno, sí. Las marcas deportivas, de hecho, lo están aprovechando enormemente. Es ropa que amplió su espectro de uso.
–¿Cuánto incide el valor del confort?
–Es fundamental. E irreversible: si vos le das a alguien algo cómodo para usar, no va a volver atrás. Ocurre también en otras cuestiones, con los derechos adquiridos de las mujeres, por ejemplo, no vamos a volver para atrás, ya está. Pero algunas inclusiones van más lento en la moda. Así como la belleza ha podido saldar su deuda con los cuerpos de diferentes dimensiones, la moda aún no la supo abarcar.
–En las últimas pasarelas vimos mujeres ancianas y con talles grandes, personas con discapacidades y diversidad de género en las propuestas.
–Hay mucho marketing; hoy queda bien manejarse con usuarios diferentes. Acá todavía no se les exige tanto a las empresas, pero en el exterior sí. Y esto tiene impacto porque no se puede subir a la pasarela una modelo gorda y después no tener disponible ese talle.
–La exigencia de coherencia.
–Tal cual, la coherencia se impuso como un valor dentro de las empresas. Y el riesgo de trasgredir es alto, porque las denuncias por redes sociales se viralizan. Además, durante bastante tiempo no estuvo de moda lo político. Hoy, tener una opinión está de moda. Y expresarla, y accionar. El sistema utiliza esas cosas para vender más.
Diferentes grupos sociales y culturales visten de manera casi idéntica. La distinción ya no radica en la ropa
–¿Cómo afecta la baja del consumo a las colecciones?
–Principalmente en que hay menos renovación de ideas. Antes había propuestas diferentes más seguido, ahora hay un estancamiento. Es por el menor nivel de consumo, pero también por un nuevo modo de consumir. La gente está comprando lo que le resulta, no cambia por cambiar. Es una gran transformación, no es que no se hagan más colecciones, el desafío radica en hacia dónde redirigir la creatividad.
–¿En qué aspectos se invierte creatividad hoy?
–En otros puntos que no son el producto en sí, que tienen que ver más con la experiencia del consumo que con el consumo propiamente dicho. Por ejemplo, una marca muy masiva como Uniqlo no tiene una gran variación en su stock, tendrá diez mil remeras, diez mil suéteres. Lo que cambia es la carta de colores y los artistas que contrata para ilustrar las prendas. Eso es un formato que les funciona.
–¿En qué lugar quedan las presentaciones de colecciones en las grandes semanas de la moda?
–Están en decadencia. Hace rato que, si bien sigo mirando todo, extraigo recursos solo de seis o siete diseñadores, de los cien que tendrá cada semana de la moda. Ves lo que hace Balenciaga, Celine, Gucci, Dior, algunos más y ya.
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–En esas marcas, ¿buscan gestos que se repitan para definir una tendencia?
–Gestos pero más que nada, fenómenos. Cuando los modelos de Gucci en Milán llevan una cabeza-clon en la mano, la firma comunica un mensaje que va más allá de la prenda. O cuando mezcla rubros, tiempos, estampas. Cada vez más la moda tiene que ver con una interpretación propia, única. Hoy se busca algo más personal. Ya no vende tanto lo global, aunque persiste. En la selfie, –cierta forma de autoclonarse– la moda pasa por uno mismo más que por lo que lleva puesto.
–¿Esto atentará contra el hecho de que tal o cual tendencia pase de moda?
–Ya atentó. El pasó de moda no existe más. Es totalmente obsoleto decir hoy que algo pasó de moda. Hoy la gente mezcla la ropa de una manera mucho más personal. Hay una búsqueda de lo individual y una interpretación que cambió. Antes la moda surgía mucho de marginalidades, tanto sociales como culturales. Pero ya no está tan segmentado; diferentes grupos y clases hoy se visten de manera casi idéntica, la distinción no radica tanto en la ropa.
–¿Qué se destaca de este invierno?
–El tejido de punto se está convirtiendo en algo muy fuerte. Tiene algo del abrigo, de lo blando, lo confortable. Es un rubro en alza. Y nos favorece tener buena producción de tejido de punto. También el abrigo, las camperas, son una pieza cada vez con mayor uso. No así los tapados; la sastrería en abrigos está en baja. Tendrían que ser piezas muy flexibles al uso, adaptables a diferentes maneras de portabilidad. Y un cambio fundamental que se ve cada vez más claro es el de la silueta, vamos a formas cada vez más grandes, es todo muy oversized lo que viene. Esto para la mujer argentina es muy difícil de adoptar, sobre todo para las más grandes. Las nuevas generaciones de chicas no tienen esa limitación.
–¿Por qué asociás la dificultad a una franja etaria?
–Porque incide una cuestión machista ahí, que las generaciones más grandes traen muy metida. Es como si algunas mujeres se sintieran más inseguras de su sensualidad cuando no muestran, necesitan exhibir el cuerpo para verse sexy. En las nuevas generaciones pasa por otro lado. A mí me gusta esto de que hoy una mujer no necesite mostrar tanto el cuerpo como condición para sentirse sexy.