Sabrina Sastre: “No busco cambiar mi esencia”
Es la creadora de Clara Rosa, marca de indumentaria con identidad textil inspirada en el arte y la naturaleza de su Tucumán natal. Simple y con los pies en la tierra
Sabrina Sastre trabaja conectada con sus orígenes. Desde un principio incorporó a sus prendas la randa, un tejido en hilo de algodón con una técnica antigua heredada de las damas castellanas que sólo hacen las randeras de El Cercado, en Monteros, Tucumán. También el año último fue seleccionada por Mapa de Diseño del INTI para participar en la pasarela de verano 14/15 de BAFWEEK y presentó su trabajo junto con las randeras con buena repercusión. En diciembre vistió a la representante argentina de Miss World 2014 en Londres con prendas de Monte, su última colección. Este año pone un pie en Buenos Aires, en Espacio Martínez (Enrique Martínez 330), y tiene como objetivo ampliar la producción, sin perder de vista sus orígenes.
–¿Cómo empezaste?
–Estudié en la Facultad de Arquitectura de Tucumán, seguí en Artes y después empezó un camino hasta llegar al diseño de indumentaria. Empecé estampando remeras en un taller de serigrafía muy chiquito en 2007. Por cuestiones de la vida paré y retomé en 2010 con Clara Rosa.
–¿Por qué Clara Rosa?
–Clara Rosa era mi abuela paterna; la idea se me ocurrió un 30 de agosto que es el día de la Virgen de Santa Rosa. Ella vivía en un pueblito de Tucumán que se llama Leales que está dentro del departamento de Santa Rosa de Leales. Desde muy chica, cada 30 de agosto, viajábamos con mi familia a la fiesta del pueblo y a celebrar el día de mi abuela. Mucha gente me sugiere cambiarlo y usar mi nombre y apellido que da justo para esta profesión, pero Clara Rosa tiene que ver con mis raíces; uno no tiene que olvidarse de dónde viene. Trato de no cambiar mi esencia. Pensar en Santa Rosa de Leales es volver a mi infancia, a lo que soy, a lo más puro.
–¿Cómo son tus colecciones?
–Trabajo con moldería clásica porque mi fuerte son los estampados textiles y ahí pongo el acento. Al principio mis colecciones surgían a partir de la obra de artistas plásticos tucumanos que llevaba al textil o hacía pintar sobre papeles y yo componía sobre el textil, era muy artesanal. Hoy eso se hace en una estampería por una cuestión de calidad, de rapidez y de escalas. También tomo inspiración del paisaje tucumano y de viajes.
–¿Cuándo incorporaste la randa?
–Se dio de manera casual porque comencé también con pedidos a medida para novias. Y en un seminario de diseño de indumentaria en noviembre de 2013 conocí a Claudia Aybar, una randera que me mostró su técnica, un trabajo muy minucioso que se hace con hilo de algodón, nudos, con una guía y una aguja. Se logra una malla entretejida. El único lugar donde lo hacen es en El Cercado, un pueblito bastante alejado de la capital tucumana. Quería ponerle randa a un vestido de novia. Recuerdo que le dije a la novia que quería encaje: "No vamos ir a comprar encaje, vamos a diseñarlo nosotras".
–Y fuiste a tocarles la puerta…
–Sí, en marzo estaba ahí; son pocas y tienen que abrirte las puertas de su casa, son señoras de entre 45 y 55 años, y sus madres, señoras mayores. Monteros es un lugar en que adonde mires ves montañas y cañaverales. Cada randera trabaja en su casa, no se juntan; yo quería ese intercambio de saberes y fue Claudia Aybar la que me abrió las puertas de ese mundo maravilloso. Recuerdo que le dije a Claudia si esto sale bien mi próxima colección es con randa, y finalmente hicimos para ese vestido una casaquita tejida con hilo de coser, preciosa.
–Y después subiste a las randeras a la pasarela.
–Fue un momento bisagra en mi carrera. Fui seleccionada para el Mapa de Diseño y fue mi primera pasarela. La colección se llamó Monte, y me inspiré en la vegetación de la yunga tucumana. Llevé esos pequeños helechos del monte a una macroescala, jugué con la fragmentación. Lo más lindo fue subir con Claudia Aybar a la pasarela, fue muy simbólico porque todos esos viajes que hice a Monteros fueron volver a mi infancia.
–¿Qué representa la randa?
–Es una forma de revalorizar una técnica que está perdida, olvidada. No es sólo una prenda, sino una prenda con una historia, que cuenta algo, que es irrepetible. No remite sólo a la técnica, sino a esa señora que teje con randa en ese lugar en el medio de la naturaleza.
–¿Seguís con la randa?
–Sí, quedé sorprendida con la repercusión que tuvo, la gente se acercaba y me preguntaba qué era la randa, y la incorporé. Hoy les encargo a través de Claudia, ella coordina y distribuye el trabajo.
–¿Cómo adaptaron su saber a tu necesidad?
–Fue un gran cambio hacer moldería porque ellas trabajaban con formas redondas o rectangulares tipo caminos, pero tuvieron que incorporar trapecios, mangas, cuellos, detalles. Otro gran desafío fue el color, porque ellas hacían randa en hilo blanco o natural, y yo trabajo en blanco y negro.
–¿Qué se viene?
–La próxima colección es un viaje por el Norte, un reencuentro con la energía de la naturaleza. Tengo proyectado tener un pie en Tucumán y otro en Buenos Aires, y ampliar la cadena de producción.
OBJETO QUERIDO. "Esta prenda está hecha íntegramente en randa. La hizo la randera más viejita de El Cercado, Anita Toledo. Transmite la historia de una familia de randeras que fueron pasando este saber de generación en generación"