Alberto Fernández, en campaña por Cristina Kirchner
Alberto Fernández sigue de campaña electoral; no le basta con haber ganado en primera vuelta sin apelaciones aunque por un margen menos catastrófico que el esperado. Sigue como si todavía no hubiese ocurrido la elección del 27 de octubre.
No es extraño. Es un estilo que se viene extendiendo en el mundo hace tiempo según el cual los presidentes siempre actúan como candidatos, desesperados por hablarles a sus electores, interesados en mantener su relato en tensión. Es lo que hizo Cristina Kirchner, la mentora de Fernández, que usó el atril y las cadenas nacionales sin dar tregua a sus audiencias.
Fernández no está habituado al rigor de los mensajes permanentes, pero se mantiene atento a los micrófonos. Hay algo todavía más importante que la intensidad de la comunicación para el próximo presidente: afrontar la complejidad de cumplir compromisos contrapuestos.
En su reciente viaje a México, el presidente electo se dedicó a mantener su relación con el club del populismo latinoamericano. Debió salir de Sudamérica para aterrizar en un país gobernado por esa corriente. No podía volar a Bolivia luego del conflicto desatado por las denuncias de fraude en la nueva reelección de Evo Morales, ni mucho menos a Venezuela, cuyo régimen pone a prueba la moderación que sobreactuó durante la campaña electoral en busca de votos de centro. El contacto con José Mujica, el patriarca de la izquierda uruguaya, fue dedicado la semana pasada a revisar la influencia política de los dibujos animados de Disney y Warner.
Luego de sus conversaciones con Andrés Manuel López Obrador y de ser entrevistado por el expresidente Rafael Correa (prófugo de la justicia ecuatoriana), presentó como una ponencia en la Unam una teoría según la cual todas las justicias sudamericanas se habían confabulado para perseguir presidentes populistas. Y celebró que el peronismo y los fueros parlamentarios hayan impedido que Cristina terminara presa por las numerosas investigaciones por corrupción.
El de Fernández es un mensaje con varios destinatarios. Es una forma explícita de presión a los jueces que investigan a su vicepresidenta electa. Es, también, un mensaje a Cristina, su familia y a la comunidad de "presos políticos" que esperan su liberación. Todavía no se han visto flamear las banderas con las caras de Boudou o De Vido. Fernández nunca cubrió con sus palabras más allá de la familia Kirchner.
El mensaje en la Unam es, aunque parezca contradictorio, un mensaje insinuante al peronismo. Fernández le atribuye al PJ un doble poder: el de impedir la detención de Cristina (que impuso su mayoría en el Senado para evitar el desafuero), y el de aportar su peso electoral para convertir en vicepresidenta a una dirigente multiprocesada. Por si hiciera falta, los votantes también colaboraron con esa bendición de la impunidad.
¿Podría el peronismo separar su destino del de Cristina si el presidente Fernández lo necesitara en algún momento? La respuesta a esa pregunta también está incluida en el mensaje. Y oculta en un futuro lleno de sorpresas.