Alerta: demonios macristas están metiendo la cola
Hay que ver cómo cunde el desánimo en las filas del Gobierno. Cuando el plan Magia Pura, de Massita, se desplegaba en el escenario, el estrepitoso fracaso en el figuritasgate supuso un durísimo golpe a la autoestima. “La oposición va a hacer campaña con los álbumes incompletos”, dramatizó un asesor del Presidente (no es broma: tiene asesores). En realidad, los chicos no votan y los padres están felices de ahorrarse unos mangos. El problema es otro. Si teólogos y juristas coinciden en que “quien puede lo más, puede lo menos”, la desazón lleva al Frente de Todes a invertir dramáticamente los términos de la premisa: “El que nace para pito nunca llega a corneta”. Yo los intento convencer de que no son malos, sino que están tristes. ¡Actitud, muchachos, actitud! No hay caso. Me contestan que eso es lo que les falta: aptitud.
Con esa pesadumbre espiritual han tenido que hacer frente a la semana más caótica desde que Martín Guzmán renunció bajo presión de Cristina, harta de que se demoraran tanto el tarifazo de luz y gas, el ajuste en salud y educación y la peregrinación penitente al despacho de Kristalina Georgieva, jefa del FMI. Se viven días endemoniados, y lo de endemoniados no es una metáfora: la única explicación para este desastre es que el diablo, que obviamente es amigo de Macri, está metiendo la cola. Un gremio de morondanga paraliza la producción de neumáticos, y entonces se paraliza la fabricación de autos, y el Gobierno queda como paralizado frente al conflicto, lo cual activa tres sectores: hordas de especuladores salen a robar ruedas de autos, hordas de insensibles lanzan a las redes los memes más crueles y hordas de vivillos cruzan la frontera para comprar gomas en Paraguay. Ayer, con meses de retraso y pérdidas multimillonarias, se firmó finalmente un acuerdo, fruto del cual a partir de ahora los neumáticos vuelven a subir de precio y pasan a la categoría de objeto aspiracional. Yo acabo de hacer un pequeño cambio en mis vacaciones: de Punta del Este a Ciudad del Este.
Un grupo del Sindicato de Camioneros irrumpe a palazo limpio en una empresa de Avellaneda y hiere a seis empleados y al dueño; al terminar la faena le escriben a Hugo Moyano: “Todo en orden, jefe”. Una banda de forajidos que en el último censo declararon que se autopercibían mapuches destruyen una cabaña en Villa Mascardi y atacan un puesto de Gendarmería; los gendarmes reciben la orden de percibirse pacíficos y se dan a la fuga. Centros de estudiantes de colegios porteños vandalizan baños flamantes y después toman los colegios para reclamar que Larreta arregle de una buena vez los baños; fueron instruidos en refriegas por el célebre Gordo del Mortero, luthier de armas caseras, y al volver a sus casas no tienen que mostrar el boletín de calificaciones, sino fotos de los destrozos del día; cuando a esos chicos les preguntan qué quieren ser de grandes, contestan: “De La Cámpora”. Un acampe piquetero le pone música, color y aromas de parrilla al centro porteño, zona administrativa que deviene así en simpática expresión conurbanera; en plan de protesta, piden más planes, lo cual no estaría previsto en el plan de ajuste de Massita. Personal del Garrahan, hospital modelo, va a un paro porque lo que ganan no les alcanza para comprar una goma usada; además, advierten que muchos médicos jóvenes están emigrando, no se sabe si por esa razón o siguiendo esta moda de irse del país. En medio de tan aciagas jornadas, a Cristina le dictan un nuevo procesamiento, ahora por haber usado aviones oficiales para llevar muebles a sus hoteles del sur; mecánicos y pilotos declararon en la causa que trasladaban mesas, sillas, sillones, cuadros, televisores, ropa blanca, lámparas de pie, roperos… La entonces presidenta adujo en su defensa que no se puede recibir a los turistas con hoteles vacíos.
Desdichada Cris, en un expediente tiene que explicar cómo se hizo de tantos inmuebles, y en otro, cómo trasladó los muebles. Pero ella sigue centrada en los verdaderos problemas del país. La secuencia fue así. El Indec informa que creció a 2,6 millones el número de indigentes, es decir, personas que no tienen lo necesario para vivir; inmediatamente, la vice publica un tuit en el que le reclama a Massita que se ponga firme con las empresas de alimentos que suben los precios; Massita la llama y le dice que habiendo entre ellos un chat abierto no entiende por qué lo manda en cana en Twitter; Cris le pide que se dirija a ella por chat y no con una llamada; Polvorita Rubinstein contesta al reclamo de Cris con un tuit en el que la vuelve a considerar una ignorante en materia económica; Massita reta a Polvorita; Polvorita se disculpa con él, pero no con ella; Massita apura un bono para los indigentes. Funcionarios que funcionan, por fin.
La última noticia de la semana trágica es que los salarios volvieron a perder frente a la inflación. Massita le escribe a Cristina: “No te preocupes, ya estamos en eso”. Y, enseguida, a Kristalina: “Good news!”.