Retazos de calle: el flautista callejero
Viernes Santo, ocho de la noche, en la peatonal Belgrano de Rosario, -prácticamente desierta-, voy camino al Vía Crucis que se realizará en el Monumento a la Bandera.
Un flautista callejero está tocando para nadie un tema clásico y esperando seguramente completar “ese mango que te haga morfar”.
Saco una moneda del bolsillo –el tiempo en que la moneda servía para comprar- y la dejo en el estuche abierto de la flauta que está ubicado en el suelo esperando la piedad o el agradecimiento de los viandantes que no abundan.
De pronto, tres chicos a los que impiadosamente llamaríamos “de la calle”, pasan por mi lado, se detienen delante del hombre y del estuche que contiene algunas monedas, -no muchas- y escuchan respetuosamente.
El músico remata su tema; dialoga sonriente con los chicos; toma una moneda de la magra recaudación y se la entrega a uno de ellos.
Los chicos retoman su camino –seguramente al primer kiosco- y el flautista inicia otro tema para nadie.
Fue muy grande el sacudón que me dio ese gesto caritativo del hombre al que seguramente no le sobraba el dinero. Tanto, que me quede pensando en que podía hacer para compensarle su bondad,
Y recé por él. Pedí para que su corazón siguiera estando abierto a la generosidad aún en la pobreza. Y también por los tres chiquitos, para que alguna vez cuando fueran adultos, recordaran el gesto de aquel flautista, -quizá tan pobre como ellos- y pudieran repetirlo con algún semejante necesitado.
Pasaron algunos años. Los niños serán adolescentes y quien sabe hacia dónde los orientó el destino. Al flautista lo imagino haciendo un solo en alguna orquesta desde algún luminoso escenario.
Nunca sabré realmente quiénes fueron ni cómo vivieron sus vidas. Pero la lección que me dio ese retazo de calle, estará para siempre entre mis mejores recuerdos.
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