La hostia
Fue hace dos viernes. En la capilla de la Inmaculada Concepción, de Tigre, el párroco celebraba la misa. En el momento de la consagración, elevó la hostia y pronunció la oración correspondiente. Ante la sorpresa de todos, no lo hizo una vez, sino tres. Enseguida, se agachó detrás del altar y permaneció allí, junto con el monaguillo, sin que nadie entendiera qué estaba pasando. Después de la misa, entre llantos, explicó a los feligreses: "Hemos tenido una gracia eucarística: al levantar la hostia, vi en ella el rostro de Jesús. No sabía si eran visiones y por eso lo repetí tres veces. Detrás del altar, le pregunté a Harry [el monaguillo] qué veía él. Me dijo que veía el rostro de Jesús. Yo soy una persona común, no sé bien qué significa esto. Es una gracia". No paraba de llorar. Horas después, por WhatsApp, circulaban los testimonios, coincidentes y emocionados, de dos señoras que habían estado en la misa. En una carta dirigida a la comunidad de la parroquia (está en su diócesis), el obispo de San Isidro, monseñor Oscar Ojea, pidió agradecer ese "don especial", pero, prudente, llamó a no hacer "interpretaciones apresuradas".
Hay gente que cree en estas historias. Otros, ni una coma. En los dos casos, con muy buenas razones.