Es lo que hay
Algunas de las bajadas de la Panamericana son verdaderos delirios del planeamiento urbano. Uno sale de la autopista y debe trasponer una doble -a veces hasta cuádruple- encrucijada. A la hora pico, por ejemplo, vienen autos de la izquierda y cruzan frente a los conductores que intentan cruzar esa vía, que es de dos manos. Así que también vienen coches desde la derecha. Algunos pasan (si pueden), mientras que otros intentan subir a la Panamericana, rumbo al oeste; lo mismo hacen algunos de los que avanzan desde la izquierda. Los que bajan se apiñan, obstruyendo la bajada, y uno se siente en una suerte de trampa mortal.
Al otro lado de la autopista, en la bajada de los que se dirigen al este, se produce una situación casi idéntica. No es raro, en tales situaciones, encontrarse con vehículos que se trasladan en rumbo de colisión. Antes de que lo pregunten, no, no hay semáforos, y todo el intríngulis de hierro y caucho se resuelve a fuerza de osadía, paciencia, bocinazos y alguna que otra imprecación.
Pero lo que más llama la atención es la dócil aceptación de un estado de cosas que no solo es inconcebible, sino también muy riesgoso. Es que, como muchos dilemas de nuestra nación, hace décadas que es así. Lo naturalizamos. Es lo que hay.