
China y el Turkestán Oriental
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Hace ya más de medio siglo -en agosto de 1949- un avión en el que las autoridades de la entonces República de Turkestán Oriental viajaban hacia Pekín se precipitó a tierra. Todos sus ocupantes perecieron en medio de especulaciones de todo tipo acerca de la verdadera causa del accidente aéreo.
De inmediato, Mao Zedong comenzó a ocupar militarmente el territorio de esa república, que pronto quedó formalmente anexada a la soberanía china, a pesar de que su población -los "uighures"- poseía una clara identidad propia.
Desde entonces, ese pueblo -musulmán- ha sufrido persecución. Sus reacciones de protesta contra el gobierno central chino fueron calificadas, una y otra vez, de "terrorismo".
Como ocurriera también en el Tíbet, el gobierno central chino transformó a la población local, rápidamente, en una minoría. Para eso trasladó a esa región un número muy importante de personas pertenecientes al grupo racial "han", el mayoritario en China.
Pronto se transformó a los recién llegados en mayoría privilegiada, sobre todo en términos de oportunidades de trabajo y empleo. Así los "uighures", como los tibetanos, pasaron a constituir en poco tiempo una desamparada minoría en su propia tierra. Hoy los "han" los superan ampliamente en número, en una proporción de nueve a uno. Y hasta el nombre de la vieja república terminó por extraviarse en la espiral de la historia.
En ese rincón de China se realizaron, cabe recordar, luego de la invasión, numerosos ensayos nucleares "a cielo abierto", con el consiguiente daño lateral al ambiente y a la salud humana.
Hoy, cualquier dirigente local opositor es rápidamente tachado de partidario de Osama ben Laden. Y es perseguido, sin merced, a pesar de que los "uighures" son, en realidad, pro norteamericanos. Quizá porque piensan que desde allí les puede llegar, alguna vez, la rehabilitación que les devuelva algo de su perdida identidad histórica.





