Detener la degradación de la tierra
El último informe especial del Grupo Intergubernamental de expertos sobre cambio climático (IPCC) concluye que 1/4 de la superficie continental que no está cubierta por hielos está degradada y en situación crítica. Las tasas de explotación de la tierra y el agua dulce de las últimas décadas no tienen precedentes. La degradación de la tierra socava su productividad, limita los tipos de cultivos y merma su capacidad de absorber y almacenar carbono. Esto exacerba el cambio climático, causa de degradación de la tierra en muchas regiones. El cambio climático y la degradación de la tierra se conectan en un círculo vicioso.
El informe confirma que la agricultura, la producción de alimentos y la deforestación contribuyen al cambio climático (generando el 23% de las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero). Acciones coordinadas para combatir el cambio climático a través de reducciones de las emisiones del sector pueden mejorar las condiciones de la tierra y la seguridad alimentaria y nutricional de la humanidad. Se deben adoptar iniciativas tempranas de gran alcance, capaces de incidir simultáneamente en diversos ámbitos. En un futuro con precipitaciones más intensas, el riesgo de erosión del suelo, particularmente en las tierras cultivadas, aumenta. La gestión sostenible de estas tierras permite proteger sus ecosistemas y comunidades de los efectos nocivos de la erosión, ofreciendo oportunidades para reducir las emisiones de gases invernadero e incluso capturar carbono
El cambio climático afecta los cuatro pilares de la seguridad alimentaria: disponibilidad (rendimiento y producción), acceso (precios y capacidad para obtener alimentos), utilización (nutrición y preparación de alimentos) y estabilidad (alteraciones de la disponibilidad). El informe concluye que la gestión de riesgos puede incrementar la resiliencia de los ecosistemas y las comunidades a los fenómenos extremos, y ello incide en los sistemas alimentarios. Su puesta en práctica puede materializarse mediante cambios en la alimentación o la disponibilidad de cultivos que eviten una mayor degradación de la tierra e incrementen la resiliencia ante fenómenos o condiciones meteorológicas más extremas y variables. La reducción de las desigualdades, el aumento de los ingresos y la garantía de un acceso equitativo a los alimentos son estrategias de adaptación a los efectos negativos del cambio climático que complementan a las anteriores. El informe concluye que las dietas basadas en cereales secundarios, legumbres, frutas y verduras y alimentos de origen animal producidos de forma sostenible en sistemas que generan pocas emisiones de gases de efecto invernadero presentan mayores oportunidades de adaptación al cambio climático y de limitación de sus efectos, contribuyendo a un manejo del suelo sustentable y una mejor nutrición.
La tierra podría seguir alimentando a la humanidad bajo el clima cambiante actual y futuro, incluso sería capaz de ofrecer biomasa para energías renovables. Pero esto es viable si se toman acciones prontas y de largo alcance en varios frentes. Una mejor gestión de la tierra juega un papel importante para enfrentar el cambio climático, aunque no puede hacer todo. Las políticas relacionadas con la generación y el uso de la energía, transporte e infraestructura resultan decisivas para hacer frente al cambio climático. Es importante adoptar medidas tempranas para evitar pérdidas mayores.
Vera es vicepresidenta del grupo de trabajo 1 del IPCC; Jobbagy y Taboada, autores de los capítulos 4 y 6, respectivamente, del informe especial del IPCC de Cambio Climático y la Tierra
Carolina Vera, Esteban Jobbagy y Miguel Taboada