De la educación de Cristina Kirchner a la salud de Alberto Fernández
Entre los años 2003 y 2015, durante las presidencias de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández de Kirchner, por primera vez en la historia de la educación argentina, la escuela primaria pública perdió el 10% de sus alumnos. En cambio, la cantidad de alumnos de las escuelas privadas aumentó un 25%.
Quiero subrayar el sentido de este dato: el proceso de privatización del sistema educativo argentino fue gradual desde principios del sisglo XX en Argentina y se aceleró en la década de 1960 pero con una gran diferencia respecto de lo que ocurriría desde la llegada del kirchnerismo al poder: crecía la matrícula privada pero seguía creciendo la inscripción en la escuela pública. En 2003, todo cambió, de una manera más preocupante.
Es decir, el nivel de privatización de la matrícula escolar, de chicos y familias que optaron por primarias privadas en lugar de públicas, se dio, paradójicamente, en los 12 años de administración kirchnerista durante los que dominó como nunca antes el relato de ampliación de derechos y de revalorización de la escuela pública.
En relación a la escuela secundaria, durante toda la administración kirchnerista, la matrícula de las secundarias creció en general. Una buena noticia pero que merece una aclaración importante: el 41% del aumento de alumnos en secundaria se dio en la escuela privada. Nada menos.
¿Por qué importa hoy reponer esa serie estadística de datos fehacientes que deja en claro el efecto real, más allá de cualquier insistencia discursiva, de las políticas kirchneristas en relación a la educación pública y al cuidado de los estudiantes más pobres, que son mayoría en esas escuelas? Por varios motivo.
"NOSOTROS" Y "ELLOS"
En principio, por el tono sesgado que atraviesa la discusión que se está dando hoy en torno a cómo reconectar a los 6500 alumnos de CABA que quedaron completamente fuera del sistema educativo de la ciudad en estos meses de pandemia. Sabemos: la idea impulsada por el ministerio de Educación porteño es que esos alumnos asistan presencialmente a las escuelas donde recibirán asistencia pedagógica virtual o real y acompañamiento socioeconómico.
Parte de la opinión pública alineada con el kircherismo y desde los principales gremios docentes porteños interpreta el proyecto del gobierno de Horacio Rodríguez Larreta como si se estuviera enviando a los más pobres a contagiarse a las escuelas, prácticamente de manera intencional.
Esa línea de interpretación adjudica al gobierno porteño desapego e indiferencia con los más vulnerables. Se señalan dos antecentes: el ya famoso "caer en la escuela pública" que pronunció en 2017 el entonces presidente Mauricio Macri y la afirmación de la ex gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, cuando sostuvo en 2018 otra frase que se ha vuelto un clásico, y está equivocada: "Nadie que nace pobre en la Argentina hoy llega a la universidad".
Las frases fueron poco felices y muy cuestionables pero analizar la delicadísima situación educativa que atraviesan los alumnos porteños y en el país hoy y la solución que intenta aportar la CABA desde la simplificación de la grieta kirchnerismo – antikirchnerismo tiene un resultado asegurado: el empeoramiento del problema, es decir, mayor abandono escolar.
En el sesgo con que se analiza la propuesta porteña, que seguramente es mejorable, sobrevuela una pretensión del kichnerismo que se ha vuelto parte de su identidad: la pretensión de una cierta superioridad moral basada en el convencimiento de que su ideario y sus políticas concretas son las únicas que han estado y están del lado de los sectores vulnerables y del lado de los derechos sociales más esenciales y más legítimos, como el derecho a la educación pública, gratuita y de calidad.
Hay algo de cierto en un aspecto y es éste: la retórica de ampliación de derechos educativos quedó consagrada en la Ley de Educación Nacional aprobada en 2006 que institucionalizó en la letra la obligatoriedad de la escuela secundaria para todos los estudiantes.
En términos de las mentalidades que dominan en una época, esa ley fue una consecuencia positiva de ese discurso con el que insistió el kirchnerismo: la escuela secundaria, que durante décadas fue concebida como un nivel de formación de élites dirigentes y que en la práctica, recibía a los sectores sociales mejor posicionados, se instaló también como horizonte deseable para todos los adolescentes, también para los más pobres. Y dejó claro que el Estado debía garantizar ese derecho convertido en universal.
Sin embargo, la retórica kirchnerista de corte progresista que insistió con el valor de la escuela pública quedó desafiada y desmentida, como vimos, en la práctica. Otro dato estadístico inquietante completa ese panorama: en 2015, el último año de gestión de Cristina Fernández, la posibilidad de que un alumno de escuela secundaria privada terminara la secundaria era un 37% mayor que la de un alumno de secundaria estatal. En 2004, al inicio del kirchnerismo, esa brecha de chances en favor de las secundarias privadas era mucho menor, del 18%. Es decir, al inicio de la gestión kirchnerista, los chicos de las escuelas secundarias públicas tenían mejores posibilidades de graduarse que al final de las largas gestiones kirchneristas.
Estos datos provienen de un libro muy rico en series estadisticas históricas, El colapso de la educación, de Mariano Narodowski, que postula alguna de estas hipótesis que estuve señalando.
EDUCACION Y POBREZA, EL FRACASO DE TODOS
La discusión educativa demanda datos comparativos confiables que queden fuera del juego político. Ya es hora: las políticas educativas argentinas han mostrado enorme efectividad en la construcción del fracaso. Por eso fue inquietante el audio que se filtró del ministro de Educación Nacional, Nicolás Trotta, cuando partió a la sociedad porteña entre un "ellos", los del otro lado de la grieta, y "nosotros", los de su lado. No hay un "nosotros" moralmente superior en materia educativa. Los datos lo demuestran.
Segundo, otra razón por la que vale la pena la recuperación de datos históricos educativos es ésta: porque muestran a las claras que la educación, entrar a una escuela y egresar finalmente con algún nivel de aprendizaje aceptable es una deuda estructural de la Argentina, es decir de la clase política, es decir de partidos gobernantes de distinto signo político, y sobre todo, del peronismo que se ha convertido en el partido del poder. La educación es como la pobreza: una derrota construida entre todos. En eso no hay grieta.
Ese proceso privatizador de la educación, tan único de Argentina, que se hizo a instancias del discurso contrario, el de valorizar la educación pública, fue transversal a todas las provincias con sus gobiernos de distinto signo político en esos años. También los señala Narodowski. En las primarias públicas, algunas perdieron más alumnos, otras menos, pero todas perdieron. Santa Cruz fue una excepcion: la matrícula publica aumentó 17 por ciento, claro que la privada lo hizo en un 40%.
NEOLIBERALISMO EDUCATIVO VERSUS PROGRESISMO
Tercero, los datos estadísticos históricos también desmienten las simplificaciones ideológicas, atravesadas por supuesto de superioridad moral de ciertos posicionamientos, que oponen el fantasma del neoliberlismo malo versus progresismos buenos. Tres datos en ese punto.
Por un lado, el neoliberalismo en versión local, el menemismo y su efecto educativo: contrario al lugar común que generaliza un efecto privatizador del menemismo en todas las esferas, en el campo educativo el resultado fue otro. No fue en la década menemista cuando la privatización educativa se aceleró. Al contrario, en los 90s, el peso de la escuela privada en la matrícula escolar total se mantuvo en niveles parecidos a los de la década del 80`. En los años menemistas, los alumnos de escuela pública, en sus tres niveles, aumentaron en un 3% y los de privada, un 8% pero entre 2003 y 2015, los años kirchneristas, el aumento de la matrícula privada, tomando inicial, primaria y secundaria, fue de un 22% contra un 2% de la pública.
Por otro lado, en la gestion Ibarra-Telerman en Ciudad de Buenos Aires, de corte progresista, las secundarias públicas perdieron un 9,5% de estudiantes. Con el macrismo en CABA, hasta 2015, se detuvo la caída de la matricula en primaria pública pero se profundizó la caída en la secundaria.
LOS DESCONECTADOS DE CABA: ¿TAMBIEN SON DE PBA?
Cuarto, los datos también son centrales para analizar el presente educativo, puntualmente, la propuesta de protocolo de CABA en relación a los chicos que están quedado afuera del sistema educativo este año. Se trata de conocer los datos que hacen al problema y le otorgan su complejidad antes de desacreditar una tentativa de solución, aunque sea parcial, a fuerza de disputas políticas mezquinas, ajenas a la cuestión esencial en juego.
Los números de ese problema son estos: en primaria, 2011 alumnos no tuvieron ningún contacto con la escuela este año. Representan el 1,37% de la matrícula de primaria de CABA. Otros 15.457, el 10,56% de la matrícula de primaria, tuvieron un contacto "no suficiente", según el relevamiento de CABA. El 88 por ciento sí tuvo contacto suficiente para seguir las clases. En secundaria, el 3,81% de los alumnos, 4.406 estudiantes, no tuvo ningún contacto. El 7,69%, 8.898 estudiantes, tuvo contacto "no suficiente". El 88,5% pudo seguir con la vida escolar virtual.
¿Qué quiere decir que "no tener contacto" con la escuela en este marco? Varias cosas esenciales: no entregar las tareas, no participar de clases por Zoom, no participar en actividades off line o asincrónicas, no retirar cuadernillos, no ir a buscar la canasta alimentaria. El panorama es serio: hay 30,772 alumnos porteños de primaria y secundaria que hoy están casi o totalmente fuera de la escuela y eso quiere decir mucho más que no estar teniendo clases.
El mayor problema en las escuelas porteñas se da con los alumnos de primer año del secundario, que no llegaron a dar el salto: el cambio de nivel educativo implica en general cambio de institución, nuevas lógicas, muchos profesores. La virtualidad está atentando contra ese pasaje del mundo de la primaria al mundo de la secundaria. Hoy ese pasaje resulta para muchos chicos un salto al vacío.
Hay una crítica al gobierno porteño según la cual la solución ideal sería que esos alumnos excluidos contaran con computadoras y conexión a internet en lugar de que se trasladen a las escuelas y corran el riesgo de contagio. Según datos oficiales, se han entregado 13 mil computadoras desde el inicio de la pandemia. Muchos estudiantes, por otro lado, no pasan a retirar las computadoras que le son asignadas: esto sucede, de acuerdo con datos del ministerio de Educación de la Ciudad, en un 30% de los casos. Por otro lado, hay alumnos que recibieron las computadoras de los gabinetes de computación de las escuelas que, sin embargo, tampoco se conectan. Y un dato muy central que muestra que el problema no es sólo de CABA: el 13% de los alumnos que recibieron computadoras desde el inicio de la pandemia son de Provincia de Buenos Aires pero vienen a estudiar a escuelas porteñas. Muchos de los alumnos desconectados detectados y que se intenta recontactar con el nuevo protocolo tienen domicilio en el conurbano bonaerense.
El proceso de desconexión de los alumnos en medio de la pandemia, está claro, excede la posesión o no de una computadora y el hecho de contar o no con conexión. Computadora y conexión a internet pueden ser condiciones necesarias pero evidentemente no son suficientes.
El riesgo de contagio en el transporte público, cuando los estudiantes se tengan que trasladar a las escuelas, es otro de los puntos del protocolo porteño que se cuestionan. En el proyecto, ese traslado no sería necesario: los alumnos serían relocalizados a escuelas de sus barrios, escuelas de cercanía.
DEUDA DE DATOS
El problema en CABA podría ser todavía más grave. El sistema educativo de la CABA no cuenta con un sistema informático nominalizado de alumnos, es decir de seguimiento alumno por alumno, identificado con su nombre, datos de asistencia y logros educativos claves, cargados en tiempo real y con acceso en tiempo real. Un sistema así permite una foto más realista del problema, la detección rápida y puntual de los alumnos en dificultades y la elaboración de estrategias a medida para ayudarlos. Esa es una deuda de los 13 años de una gestión como la macrista que construye su identidad política en torno a la gestión eficiente y moderna.
En la provincia de Mendoza, donde la gestión de Alfredo Cornejo implementó un sistema nominal de alumnos llamado Gestión Educativa Mendoza (GEM), con datos de cada alumno cargados en tiempo real, las autoridades ya detectaron y están alcanzando a unos 15 mil alumnos que nunca se conectaron a la escuela virtual.
Lo que está claro es que la pandemia educativa también es un hecho y los datos que surgen delinean una panorama de enorme complejidad. Reducir la crítica al protocolo propuesto por las autoridades porteñas -que, insisto, seguramente es mejorabale- a un tema de maldad intrínseca de ese arco ideológico es abandonar la imaginación política a la hora de encontrar soluciones informadas e inteligentes a problemas graves y urgentes.
La vuelta a clase representa desafíos enormes en medio de una pandemia que no termina. No hay soluciones fáciles. Pero tampoco se trata de abandonar la búsqueda de opciones y resignarse a escuelas cerradas y tranquilizarse con una virtualidad que no termina de funcionar. Fingir que funciona tampoco es una salida.
LAS CLASES MEDIAS TAMPOCO SE SALVAN
Quinto, también hay otro conjuntos de datos educativos claves que es importante señalar e introducir en el debate educativo en medio de la pandemia: el giro abrupto y total a la virtualidad educativa no afecta sólo a las poblaciones pobres. La Argentina tiene una deuda educativa también con los sectores medios y altos. La tiene desde hace años y la está agrandando ahora. Esa deuda también es transversal a la clase política.
Hay consenso entre los especialistas en que el mayor abandono en este momento se está dando en alumnos de secundaria. Esa realidad viene a confirmar una tendencia de la educación secundaria en los tiempos normales de Argentina.
Históricamente, el porcentaje de alumnos que logra terminar la secundaria en Argentina es preocupante. En 2001, apenas el 57,9 % de los jóvenes de entre 24 y 27 años tenía título secundario en Argentina. En 2003, al principio del kirchnerismo, el 58%. En 2010, el 70,5%. En 2015, algo más del 68% y en 2017, el 68,9%. Así surge del trabajo de investigación, "¿Cuántos jóvenes terminan la secundaria en Argentina? Cómo monitorear las metas de universalización de la secundaria", del especialista en estadística educativa Martín Scasso.
Hay una aclaración importante que hace Scasso: estos datos se basan en la Encuesta Permanente de Hogares, que registra datos de los centros urbanos principales. La concentración de mayor cantidad de alumnos con títulos secundarios en esas ciudades, muchas veces frutos de la migración interna para ingresar a universidades localizadas ahí, le resta algo de fidelidad a los datos: no terminan de ser un resultado representativo a nivel nacional.
La foto más fidedigna es en realidad la del censo porque una fotografía alumno por alumno. Los datos son más preocupantes todavía en ese caso: de acuerdo con datos del censo, también incluidos en la investigación de Scasso, en 2001, apenas el 48,9% de los jóvenes de entre 24 y 27 años tenía título secundario y llegado 2010, el 57,9%
Por supuesto que los adolescentes y jóvenes de nivel socioeconómico más bajo son los más golpeados, entre los que el porcentaje de título secundario es menor. Pero en Argentina, el desafío educativo también impacta en los sectores medios y altos: nadie se salva.
De acuerdo con datos del Sistema de Información de Tendencias Educativas en América Latina (Siteal) de UNESCO, en 2015, la tasa de finalización de secundaria por nivel de ingreso fue de 50,1% para los alumnos de familias con menores ingresos, del 68,7% para los de niveles de ingresos medios y del 84,4% para los de mayores ingresos. En 2018, el 55,3 % para los de menores ingresos, del 74% para los de ingresos medios y del 91,7% para los de ingresos altos. Se refiere al porcentaje de jóvenes que llegados los 20 a 22 años habían podido alcanzar el título secundario.
La comparación con Chile, el sistema de mejor rendimiento educativo en la región, permite poner el problema de Argentina en perspectiva. En Chile, en 2017, último año disponible, la tasa de finalización del secundario fue del 82,5% en los alumnos de menores ingresos, es decir, entre un 10 y 14% más que los alumnos de ingresos medios de Argentina entre los años 2015 y 2018; de 87,3% en los niveles de ingresos medios y de 93,6% en los de mayores ingresos. Es decir, en Chile, un 13% de estudiantes secundarios de ingresos medios no termina el secundario comparado con un 26% en Argentina.
PANDEMIA VIRTUAL: DEL NACIONAL BUENOS AIRES AL PELLEGRINI
La pandemia intensifica esa tendencia problemática de la escuela secundaria. Hay dos casos de colegios de estudiantes en su mayoría de clases medias bien surtidas en términos de riqueza cultural de sus hogares y con acompañamiento familiar, que lo dejan claro. Por un lado, el Colegio Nacional de Buenos Aires. La presidenta del Centro de Estudiantes del CNBA, Tatiana Fernández Martí, aportó los siguientes datos, provenientes de las encuestas que están respondiendo los estudiantes.
De los 589 alumnos del CNBA que contestaron la encuesta, el 61% entregó las tareas exigidas a lo largo del año lectivo virtual y está al día con las exigencias de los docentes pero el otro 40% entregó muy pocas o casi no entregó a lo largo de los meses de pandemia. De ese 40%, un 20% está al día con algunas materias, 14% dejó varias materias en el camino. Hay un 4% de alumnos que no entregó ningún trabajo de ninguna materia, es decir, quedaron desconectados del año escolar. De acuerdo con el relevamiento del Centro de Estudiantes, unos 100 estudiantes estaban sin computadoras o conexión a internet. Pero son 235 los alumnos desconectados parcialmente o totalmente del año escolar virtual: otra vez, la falta de computadora o conexión no es la única explicación para el problema de los adolescentes en la secundaria virtual pandémica.
Fernández Martí, estudiante de sexto año del CNBA y militante de la agrupación Oktubre, Frente de Lucha Estudiantil, alineada con la Juventud del Partido Obrero, propuso algunas claves de análisis: una buena parte de los estudiantes sigue las clases pero no sienten una devolución de sus trabajos; sobrecarga de los docentes con una virtualidad que convirtió dar clases en corregir todo el tiempo trabajos escritos; estudiantes estresados por la sobrecarga de trabajos escritos; incertidumbre y estrés entre los estudiantes por que no se sienten en condiciones de ser evaluados.
Según Fernánde Martí, la principal falla es "la falta de acompañamiento eficiente por parte de las autoridades del Colegio y la estructura institucional de tutores y psicólogos, no tanto los docentes". Para la presidente del Centro de Estudiantes del CNBA, "el problema se profundiza en los años más grandes, cuarto y quinto año, con los chicos prácticamente abandonados".
Por otro lado, el caso de la Escuela Carlos Pellegrini, también dependiente de la UBA, de acuerdo con los datos aportados por la presidente del Centro de Estudiantes, Trinidad Mato, estudiante de sexto año, solamente el 10% de los estudiantes que respondió al relevamiento del Centro de Estudiantes dice haber aprendido de la misma manera que en la presencialidad. Alrededor de un 25% no tuvo contacto con todos los docentes en estos meses de pandemia.
Mato señala fallas de orden y organización de la cursada virtual; el aula virtual, que "no aporta a la tranquilidad de los estudiantes y se vive más como un problema que como una instancia de trabajo"; falta de comunicación entre autoridades y docentes, con interpretaciones muy variadas acerca de las directivas; falta de acompañamiento de tutores, psicólogos y preceptores. "Muchos se sienten abandonados por la institución", remata.
POLITICAS Y SOLUCIONES BASADAS EN DATOS
La pandemia sanitaria que deriva ahora hacia una pandemia educativa en todo el mundo demanda soluciones basadas en datos. La realidad es diversa en cada nivel socioeconómico y en cada institución. Las pruebas están ahí: la virtualidad presenta problemas graves aún para los colegios que cuentan con los alumnos y familias altamente motivados en términos de sana ambición académica. Las generalizaciones retóricas sin fundamentos y las estigmatizaciones surgidas de intereses venidos de un juego político amarrete no aportan para pensar soluciones precisas y efectivas, libres de sesgos ideológicos que quedan desmentidos con la reconstrucción de esos datos.
Ayer el presidente Alberto Fernández habló de una Ciudad de Buenos Aries "opulenta" que ha construido desigualdades durante muchos años. En materia educativa, los datos muestran que esas responsabilidades atraviesan los años y las gestiones de distintos signos políticos.
La lógica de la gestión sanitaria y su comunicación cambió notoriamente ayer. El presidente abandonó su lugar de centralidad en la política de la pandemia para consolidar la imagen de su gestión en otras zonas de la agenda pública. La baja de la imagen presidencial en las encuestas alertaron al oficialismo en ese sentido. Uno de los puntos más cuestionables en la gestión de la pandemia fue un manejo arbitrario de datos en las comunicaciones oficiales con gráficos con errores o tergiversaciones, con comparaciones internacionales cuestionadas por los gobiernos de países que refutaron sistemáticamente la palabra presidencial, con decisiones sanitarias que estigmatizaron runners al aire libre cuando los datos científicos demostraban que era una actividad aceptable. Datos cuestionables no sólo pueden impactar en una pérdida de imagen presidencial sino, lo más grave, en un manejo inadecuado de una crisis sanitaria o también educativa.
La Argentina enfrenta problemas graves. Pero van a ser más graves todavía si los datos sobre los que se basan las decisiones políticas vuelven a ser, otra vez, poco confiables.