
Desarrollo y democracia, dualidad indisoluble
Por Boutros Boutros-Ghali Para LA NACION
1 minuto de lectura'
PARIS (IPS)
El mundo que compartimos hoy, en los comienzos del siglo XXI, está lleno de complejos contrastes y diferencias, de conflictos y de promesas. Es un mundo en el que nosotros, los individuos, estamos destinados a jugar un papel más importante que nunca.
"Aunque la humanidad comparte el planeta, en éste hay dos mundos, el mundo de los ricos y el mundo de los pobres" (Raanan Weitz, 1986). En el mundo de los ricos existe una abundancia aparentemente ilimitada e imperan la ley y la democracia. Es un mundo en el que los individuos son estimulados para que tengan una opinión y para expresarla, y donde ellos pueden elegir libremente sus propios caminos.
El mundo de los pobres, al contrario, se caracteriza por su violencia, por la tiranía de sus líderes y por la extrema y más absoluta pobreza de su gente. Es un mundo en el que las guerras y los conflictos destrozan a las naciones. Es un mundo en el cual la coherencia de sociedades enteras y la estabilidad de los regímenes políticos parecen haber sido olvidadas desde hace mucho tiempo. Para aquellos de nosotros que han tenido la fortuna de nacer en el lado "correcto" del mundo sería criminal no tomarse un tiempo para la pausa y la reflexión y sería imperdonable olvidarse de cuestionar el orden de las cosas.
En el centro del debate internacional está la relación entre desarrollo y democracia, dos conceptos que están intrínsecamente entrelazados, pero que demasiado a menudo han sido tratados como pertenecientes a esferas separadas. Pero el logro de ambos es fundamental para el futuro de la paz mundial.
El desarrollo y la democracia contribuyen a la común prosperidad de la humanidad, al florecimiento de sociedades donde la armonía social, el imperio de la ley y el respeto de los derechos humanos y de la dignidad son por cierto ideales realizables. Pero, ¿por qué necesitamos todavía, después de décadas de esfuerzos a favor del desarrollo, tender puentes entre los dos mundos? ¿Cuáles son los nuevos desafíos a la democracia? En este mundo donde los estados parecen a veces abrumados, los esfuerzos de actores no gubernamentales y de la sociedad civil -las acciones de los individuos- están incrementando su importancia.
Una cultura de la tolerancia
¿Qué es la democracia? Un sistema en el cual todos los miembros de la sociedad pueden, a todos los niveles, participar en el proceso de toma de decisiones y ejercer un control sobre el curso que tales decisiones seguirán. El respeto por los derechos humanos es uno de los pilares fundamentales y sólo puede ser alcanzado con la presencia de las instituciones apropiadas, a fin de asegurar que las leyes sean aplicadas y respetadas, que la gente esté representada y que sus voces sean escuchadas.
La obediencia a una regla común, un sistema electoral adecuado y la libre participación de los ciudadanos en el proceso democrático son también elementos esenciales para la realización de la libertad civil.
Más que un marco institucional, sin embargo, la democracia es un estado de la mente, una cultura que favorece la tolerancia, el respeto por el otro y por sus diferencias, el pluralismo de las opiniones, la libertad de expresión y el diálogo.
La democracia es una serie de valores compartidos que pertenecen al patrimonio común de la humanidad. Sin embargo, a fin de que tales valores adquieran su verdadero significado deberían ser reflejados en las relaciones que oponen y unen a todos los individuos, desde las instituciones sociales, políticas y económicas hasta los actores locales y los miembros de la sociedad civil.
Por cierto que el reconocimiento de la importancia de esos valores democráticos fundamentales a escala global no significa que deban ser desechadas o ignoradas las específicas circunstancias históricas, religiosas o económicas que contribuyen a hacer que cada sociedad sea única. Pero todas deberían tener, como objetivo central, el respeto por los derechos humanos, tal como fue expuesto en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1949.
El desarrollo es el aspecto esencial que actúa para complementar y reforzar a la democracia y representa la serie de aspiraciones económicas, sociales y culturales que tienen todas las sociedades. El desarrollo es también un proceso pluridimensional que incluye a todos los factores que contribuyen al enriquecimiento y al desarrollo personal del individuo, desde las dimensiones económicas y políticas hasta las perspectivas sociales, culturales, ambientales o científicas, así como a la justicia social y a la educación.
El derecho al desarrollo es un derecho humano. Debería incluir todos los aspectos de la vida humana. La desigualdad, la pobreza, la exclusión, el fanatismo religioso, el racismo, la xenofobia y la falta de diálogo son impedimentos para el desarrollo que deberán ser superados si queremos trabajar para el establecimiento de una cultura democrática más global. El mero hecho de que ésos son todavía rasgos comunes de las sociedades modernas subraya la necesidad de la participación para establecer un compromiso con el proceso democrático. Ello revela que las libertades de opinión y expresión no son derechos que sólo deben ser tomados como una concesión sino que también deben ser puestos realmente en práctica. Nos permiten recordar que nuestro planeta importa y que él nos necesita.
El autor fue secretario general de las Naciones Unidas en el período 1992-1996.




