
Droga y cambios sociales
Por Carlos Alberto Souza Para La Nación
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Las transformaciones sociales y los cambios en la cultura se ponen de manifiesto en las características de aquellos que padecen el problema de la drogodependencia. No sólo variaron las sustancias consumidas sino las personalidades de los adictos y las ideologías -o la ausencia de ellas- que las acompañan.
Pocos dudarían en identificar a un adicto de la década del 60 o del 70 por su vestimenta, lenguaje y actitud hacia la vida. En el período del hippismo posvietnam el uso de drogas tenía un fuerte componente contestatario y contracultural. Quedaba claro el motivo de la lucha: sacudir al establishment norteamericano, terminar con el arribo de aviones cargados de ataúdes de jóvenes combatientes y hacer el amor, no la guerra. Aún podemos ver a Lennon con su himno "Give Peace a Chance", en el que la épica de la cruzada se confundía con el efecto del LSD y el humo de la marihuana. La drogadicción como fenómeno masivo hacía su presentación en sociedad. Finalmente, el mercado absorbió y comercializó aquello que había nacido como opuesto al sistema. El adicto contestatario se transformó en un hiperadaptado consumista del modelo imperante.
Recientemente el Corriere della Sera publicó la noticia de la muerte de Jannick, un joven de diecinueve años víctima del éxtasis, en la puerta de una discoteca de Brescia. El debate que siguió confirmó una situación de emergencia. En el Viejo Continente se preguntan cómo prevenir el consumo y asistir a quienes sufren la adicción, algo difícil, ya que el perfil de los adictos que utilizan esa droga es de personas en apariencia socialmente adaptadas, en términos de inserción laboral o educativa, y que no suelen ser conscientes de su problema, por lo cual difícilmente demandan ayuda. De lunes a viernes, trabajo o estudio, y de viernes a domingo, consumo en las discotecas. Un ejemplo de esto es la conocida "Ruta del Bakalao", en España. La cultura del vacío, tan bien descripta por Gilles Lipovestsky, coexiste con este tipo de adicción. El universal fenómeno de la socialización de las drogas, sumado a otros elementos, determina en la actualidad una numerosa gama de perfiles de usuarios, algunos de los cuales, paradójicamente, gozan de un amplio reconocimiento social.
Responsabilidades compartidas
Casi al mismo tiempo, se conoció aquí el decomiso de un nuevo tipo de marihuana en Cipolletti, con cinco veces más concentración de THC (tetrahidrocanabinol), o sea, cinco veces mas potente. En la actualidad existen las drogas de síntesis, variantes y nuevas combinaciones. El uso de la tecnología para la sofisticación de las drogas, aunque no es nuevo, no deja de ser preocupante. Internet, revistas especializadas y múltiples formas de comunicación pueden estar al servicio de eso y potenciar el daño de aquellos que sufren la adicción. Pero no es la tecnología en sí, ni la comunicación, la responsable del fenómeno. También las ciencias médicas y psicológicas, entre otras, han estado al servicio del padecimiento humano. Bien lo enuncia Alberto Calabrese: "Las drogas son elementos inertes. Por sí solas no ingresan en la vida de las personas". Es necesario que las personas vayan en su busca para que se produzca la alquimia autodestructiva.
La droga se instala donde existe una falta en el sujeto. Carencia ligada no sólo a lo afectivo, sino propia de una personalidad en la cual tienen más fuerza la rápida obtención de objetos, el vértigo, el exitismo y la ilusión que valores como la solidaridad, el trabajo y el esfuerzo. Como bien lo plantea Wilbur R. Grimson en su reciente libro Sociedad de adictos : "Debemos trascender el síntoma en busca de sus causas. Sólo el reconocimiento y la modificación del contexto social, cultural y familiar puede acercarnos al diagnóstico integral del abuso de drogas". La drogadicción es producto de nuestra cultura. Se alimenta y nutre de ella con la ausencia de creencias, escepticismo, aislamiento social y falta de inserción en proyectos vitales. La sociedad de bienestar no supo dar respuesta a Jannick, tampoco lo logra la nuestra, "en desarrollo" e influenciada por el American way of life , con nuestros jóvenes.
En nuestro país, el fenómeno tiene características particulares. La fragmentación y el aislamiento social, en un contexto con enormes dificultades en la educación, la salud y la inserción laboral de nuestros jóvenes, estimulan indirecta y directamente las adicciones en personas que esperan, ilusoriamente, desconectarse del mundo para no sentir su realidad interna (psíquica) y externa (social). El empobrecimiento en la calidad de los vínculos, la retracción en la participación en espacios comunes y la satisfacción inmediata del impulso son la marca de estos tiempos. Si no conocemos el funcionamiento y las dinámicas sociales particulares de este período de nuestra historia difícilmente se logrará instrumentar acciones eficaces.
El panorama actual nos pide respuestas nuevas. No se trata de insistir en la "guerra contra las drogas" como el camino principal y así simplificar lo que es complejo. Los conceptos bélicos difícilmente son aplicables a la salud. Debemos apuntar a modificar las condiciones sociales, ambientales y personales que dan origen al problema y así disminuir la demanda de drogas. Resulta prioritario generar programas sociales en prevención, capacitación, microemprendimientos, y abrir nuevos espacios de participación comunitaria. La inclusión activa del Estado junto con las organizaciones no gubernamentales y el sector empresarial permitirá establecer un círculo virtuoso en el cual las acciones redoblarán su eficacia. Se impone instalar el debate serio por encima de la frivolización y liviandad, como lo vemos frecuentemente.
En este contexto es fundamental la forma en que asuma la responsabilidad el nuevo gobierno, al determinar la importancia que le corresponde al problema de la drogodependencia y sus múltiples implicancias en la salud, educación y calidad de vida. Esta responsabilidad será compartida con quienes tengan a su cargo el diseño de las políticas nacionales y provinciales en prevención y asistencia. Corresponde a ellos incluir el enorme aporte de las organizaciones no gubernamentales en el extenso campo de las adicciones y sostener los proyectos en los cuales se ha comprobado su efectividad. Sólo con el diálogo como herramienta constante, la coherencia como eje y la ética como marco lograremos estar a la altura de los nuevos desafíos que nos propone esta cambiante problemática.





