El "cónclave" de Alberto Fernández y Cristina Kirchner
La palabra "cónclave" viene del latín y significa "lo que se cierra con llave". Resignificándola, se adapta a la perfección a los tiempos actuales, porque "con clave" funcionan todos los sofisticados sistemas de acceso virtual a home banking y mails personales, en tanto que tarjetas magnéticas y llaves cifradas brindan acceso a autos y lugares restringidos.
Obviamente asociamos la palabra "cónclave" con la secretísima reunión a puertas cerradas, en la Capilla Sixtina de la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, que mantienen todos los cardenales para elegir entre ellos a un nuevo papa, tras la muerte del anterior (o renuncia, como pasó con Benedicto XVI, en 2013).
Según el culto católico, esos ministros de la Iglesia son inspirados por el Espíritu Santo para que tomen la mejor decisión al escoger al siguiente dueño del trono pontificio. Nada trasciende al mundo exterior de esa reunión, aunque hay presiones inocultables para favorecer a unos y perjudicar a otros. Así, cuando, en 2005, murió Juan Pablo II, un dossier preparado por manos kirchneristas, que llegó discretamente a Roma, intentó hundir las chances en la carrera papal del entonces arzobispo de Buenos Aires, muy crítico en aquella época del gobierno de Néstor Kirchner. Y por lo que pudo saberse, en aquel cónclave, Bergoglio quedó segundo, tras Joseph Ratzinger, que fue papa efectivo entre 2005 y 2013, y hoy es el papa emérito, que cada tanto se hace escuchar.
Como lo único concreto que sale de la chimenea de la Capilla Sixtina es una fumata negra (que informa a los feligreses que en sucesivas votaciones ningún prelado alcanzó los votos necesarios para ser ungido papa) o una fumata blanca (cuando efectivamente eligieron a uno), todo lo demás son trascendidos y elucubraciones de vaticanistas y de la prensa. Acaso un cardenal indiscreto susurra al oído de alguien cierta infidencia, un dato de color o un comentario enigmático para alimentar la hoguera de conjeturas.
Pues bien, existe en la Argentina un nuevo cónclave el que mantienen periódicamente a solas Alberto Fernández y Cristina Kirchner mucho más rígido que el del Vaticano porque ni siquiera emite fumata blanca (para saber que todo está bien) o negra (que significa que no hay acuerdo). Como los indefinidos de las encuestas, también en este caso la información es nula: "no sabe/no contesta".
El tema no es menor: se trata de las dos personas con mayor responsabilidad política del país: el Presidente y la vicepresidenta de la Nación. A diferencia de los Estados Unidos, que el segundo de la fórmula presidencial comenzó a tener mayor relieve en los últimos años, en la Argentina no ha tenido gran significación, salvo cuando asciende por renuncia o muerte del número uno. La luz que suele irradiar el titular del Poder Ejecutivo históricamente eclipsa al 2, limitado a presidir en las sombras el Senado. Pero ahora se da una situación muy peculiar: la líder del kirchnerismo es la segunda, pero ungió candidato presidencial a Alberto Fernández. No fue, no es y no será un detalle menor sin consecuencias. Nunca.
Por tal motivo importa, y reviste carácter institucional, lo que ellos traten a puertas cerradas tan luego en reuniones kilométricas, de casi tres horas, como la que mantuvieron el martes último. No se trata de visitas privadas "de amigos", que tendrían todo el derecho de hacerse compartir un mate cocido en la casa de ella (como sugirió él) o un asado o una merienda en Olivos, aunque la extendida cuarentena metropolitana impide por el momento los encuentros meramente amistosos.
Son entonces reuniones formales de trabajo en las que conversan sobre temas de trascendencia para la marcha del país. Pero al cabo de las mismas, se naturaliza que nadie diga nada, como si fuera una atribución de altezas reales que todo lo disponen a espaldas de la plebe. "Ni el Presidente ni la vicepresidenta dejaron trascender el contenido de la conversación", escribió en este diario Gabriel Sued, que siempre cuenta con muy buena información sobre el oficialismo. La nada misma transmitieron los voceros de la vicepresidenta: "No hay ninguna novedad. Ellos hablan todos los días de todos los temas. Nada en especial".
¿Nos están tomando el pelo? Resulta poco creíble que el Presidente y su vice se encierren tanto tiempo para "nada en especial". En la reunión anterior el mes pasado, en Olivos, al menos hubo una coreografía gestual: una foto en la que se veía a ambos caminar por el parque de la residencia presidencial. Él hacía ademanes de explicar algo; ella aparentaba escuchar. Una perfecta película muda, sin subtítulos.
Se elevaron estas inquietudes a un alto funcionario de la Casa Rosada que suele responder amablemente en off diversas consultas. En la era de la hipercomunicación, de la que este gobierno también hace alarde, es llamativo que tras una reunión de tal relieve, Presidencia no emita, al menos, un comunicado formal en el que detalle los temas que se tocaron y a qué conclusiones llegaron. Lamentablemente, en este caso, la respuesta fue el silencio.
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