El contagio de Biden frustró las fantasías de Alberto Fernández
Atravesando la fase más desquiciada de su autodestructivo gobierno, el Presidente y algunos dirigentes de confianza ponían sus esperanzas en una suerte de ayuda mágica y misteriosa que obtendrían desde la Casa Blanca
En Pulp Fiction, film de culto de Quentin Tarantino, el personaje de Uma Thurman es revivido luego de una sobredosis gracias a una inyección de adrenalina incrustada en su corazón. En la desesperación de Alberto Fernández parecía anidar una fantasía parecida en relación con su visita a Washington, ahora puesta en duda, pues Joe Biden se contagió de Covid y no podría recibirlo el próximo martes, como estaba previsto. Atravesando la fase más desquiciada de su autodestructivo gobierno, y con una vicepresidenta que evita pronunciarse sobre la catástrofe económica (de la cual jamás podrá desentenderse) pero al mismo tiempo ataca sin tapujos la independencia de la Justicia (expresando así su desesperación, ya que sus diatribas no amilanarán a ningún juez o fiscal involucrado en sus causas: “Tiene la pólvora mojada”, afirman en Comodoro Py), el Presidente y algunos de los escasos dirigentes de confianza que aún lo acompañan ponían sus esperanzas en una suerte de ayuda mágica y misteriosa que obtendrían desde la Casa Blanca. El contagio de Biden frustró esta alucinación mucho antes de lo esperado y seguramente reforzará en Fernández la hipótesis que ya tenía acerca de los males económicos que afectan a la Argentina: la culpa de todo la tienen la pandemia y la guerra, que han desdibujado los planes de su gobierno. Lo más probable es que la reunión bilateral en el Salón Oval, acordada desde junio, deba suspenderse o reprogramarse para dentro de unos días: mientras tanto, el cuerpo agonizante de la economía argentina seguirá a la deriva.
¿Qué tienen en mente? ¿Podrán el embajador Jorge Argüello, el activo pero silencioso Gustavo Beliz o Juan Manzur, los funcionarios con mejores vínculos con la administración demócrata, persuadir a sus colegas norteamericanos para que el Tesoro convenza al FMI de flexibilizar aún más el programa que hace apenas unos meses firmó con la Argentina? Mucho menos probable resulta que alguno de ellos persuada a Cristina de que apoye los anuncios de Batakis, sin los cuales la credibilidad de la flamante ministra cae en el mismo precipicio que el peso o los bonos. Ni la sororidad ni la solidaridad patagónica constituyen argumentos suficientes para que ella o alguno de sus voceros habituales respalden las medidas de anunciadas, que en nada difieren de las que no pudo implementar su predecesor.
En este contexto, las amenazas de Grabois y los conatos de rebeldía de la CTA y otros referentes del kirchnerismo radicalizado desdibujan un gobierno cuya imagen positiva no llega al 20%. No debería sorprender: este voluntarismo ingenuo en torno a los eventuales resultados de una visita a la Casa Blanca para detener el daño autoinfligido por los principales integrantes del FdT difícilmente pueda ser interpretado como expresión de la independencia económica o de la soberanía política que siempre pregonó el peronismo.
En sus recientes viajes al exterior, el Presidente buscó oxígeno para su atribulada gestión y, sobre todo, se mostró “presidencial” (se alejó de los desplantes, las chicanas y las ofensas a los que lo someten casi a diario Cristina y sus adláteres). La profundización de la crisis económica y financiera, que se aceleró en las últimas semanas, exhibe que –como suele ocurrir con casi todo lo que se propone este gobierno– consigue el efecto contrario. ¿Por qué esta vez hubiese sido diferente? ¿Qué le podría ofrecer esta extraviada Argentina a Estados Unidos para lograr un gesto de apoyo contundente como para influenciar de manera constructiva en una dinámica que a esta altura luce tan difícil de controlar?
En un escenario global muy incierto y volátil, y a las puertas de una posible hambruna de la cual según algunos especialistas aún no tenemos real dimensión, la Argentina podría perfilarse como un actor clave para que Occidente garantice un umbral mínimo de seguridad alimentaria. Algo similar ocurre en términos energéticos, dado el extraordinario potencial del país en la materia, incluidas las energías renovables. Más: un desarrollo acelerado del sector minero, fundamentalmente del litio, nos posicionaría como un aliado relevante ante el claro enfrentamiento con Rusia y la competencia estratégica con China, al tiempo que contribuiríamos en el proceso de transición energética. Por otro lado, si el Congreso de EE.UU. dispusiera una nueva regulación e incentivos tributarios para diversificar las cadenas de abastecimiento y depender menos de mercados remotos, en especial los de Asia, buena parte de América Latina tendría una posibilidad sin precedente de experimentar un salto en su desarrollo industrial y de servicios profesionales de altísimo valor agregado. Si a esto se le agregara algún compromiso para cooperar en aspectos humanitarios, como la cuestión de los refugiados, y un avance en acciones conjuntas en materia de seguridad en el Atlántico sur (y en cooperación con Brasil), la agenda entre la Argentina y EE.UU. sería intensa y significativa. ¿Es esta la idea del Presidente? ¿La consensuó con Cristina, que en abril recibió en el Senado a Laura Richardson, jefa del Comando Sur? ¿Habrán planteado alguna agenda de trabajo o se trató de un encuentro protocolar?
Desde la óptica de EE.UU., los cambios políticos en la región le podrían propiciar un renovado interés por un vínculo cooperativo con la Argentina. Petro replantearía el acuerdo de libre comercio en una Colombia que genera incertidumbre a pesar (o como consecuencia) de la designación de José Antonio Ocampo como ministro de Hacienda. Chile está inmerso en su crisis y el liderazgo de Boric no termina de afianzarse. Brasil vive un proceso electoral complejo y a pesar de la amistad histórica entre ambos países, sobre todo en materia de geopolítica, la simpatía de Bolsonaro por Trump no lo convierte en un interlocutor confiable. De hecho, acaba de anunciar la compra de gasoil a Rusia en abierta violación de las sanciones económicas impuestas por Occidente. En este vacío, la Argentina se ve atractiva por comparación. “Como dicen ustedes, es lo que hay”, afirma un exdiplomático de trayectoria en la región.
Aun así, Biden no pasa por su mejor momento: enfrenta la inflación más alta en 40 años y el nivel de aprobación en los valores más bajos para cualquier presidente a esta altura del mandato desde que se toma este registro: menos de 40 puntos. Las chances de sostener la Cámara de Representantes en noviembre se diluyen y apenas queda la esperanza de un predominio parcial en el Senado (los demócratas más moderados, como Joe Manchin, bloquean los proyectos que implican más gasto y aumento de impuestos).
En el plano internacional, los resultados de su gira por Medio Oriente no fueron alentadores. No alcanzó un compromiso para que Arabia Saudita incremente la producción de crudo, algo que hubiera contribuido a bajar precios y acotar la escalada inflacionaria. Si el combustible se abarató fue por la caída de la demanda en una economía con claros síntomas de recesión. Su apuesta por la vía diplomática desdibujó su afirmación de que EE.UU. iba a impedir que Irán se convirtiera en una potencia nuclear. Sin contar su previa y poco feliz presentación en la Cumbre de las Américas celebrada en Los Ángeles (donde la Argentina tuvo una postura bastante beligerante). Es paradójico que un presidente como Biden, a quien los candidatos para las próximas elecciones de su partido no le permiten que haga campaña con ellos debido a su mala imagen, sea buscado con semejante ilusión por un líder aún más endeble de un país remoto. Un editorial de The New York Times sugirió que no debía presentarse a la reelección. Circula en Wall Street un chiste que resume el clima: “Los demócratas están muy preocupados por la salud del presidente: temen que llegue bien y se presente en 2024″.
En este marco, el principal problema de Fernández es que, al margen de su nula credibilidad, preside un país que cayó en la más absoluta irrelevancia dentro de un área que nunca fue prioritaria para EE.UU. Más: en el FMI algunos socios importantes esperan, como indicó un duro editorial del Financial Times, una postura muchísimo más estricta respecto de la Argentina. ¿Querrá el gobierno de Biden enemistarse con sus socios de la OTAN con Rusia invadiendo Europa para favorecer a una nación cuyo presidente le ofreció a Putin días antes de la invasión de Ucrania facilitarle y catalizar su influencia en la región? Puede que esta rara fantasía perdure hasta que el encuentro entre Fernández y Biden se concrete. En todo caso, el contagio del mandatario norteamericano lo que permitió es seguir soñando un poco más.