
El desafío de entrar en la madurez democrática
En su primera visita a un foro internacional, la Cumbre del Mercosur, el presidente Mauricio Macri anunció que había llegado el momento de ser más ambiciosos con nuestra democracia. Es cierto. En la Argentina se abre la oportunidad de inaugurar una era de madurez democrática que permita construir un país en el que todos vivamos mejor.
Pasaron más de treinta años desde que la Argentina recuperó su democracia. Es un importante logro, pero también es cierto que los resultados de nuestra democracia fueron limitados. Para decirlo en el marco de los objetivos del gobierno nacional: un número inaceptable de argentinos viven en la pobreza, existe gran dificultad para llegar a acuerdos de largo plazo y tenemos un Estado débil frente a desafíos como el del narcotráfico.
¿Cómo se explican estas falencias? Las razones del avance o retroceso de un país son siempre múltiples. Sin embargo, si miramos hacia atrás, vemos que a nuestra democracia le faltó equilibrio entre tres ejes centrales e irreemplazables: institucionalidad, economía dinámica y política social.
Raúl Alfonsín, por ejemplo, recibió un país herido y fundido; dado el contexto de salida de una oscura dictadura, se enfocó en consolidar la institucionalidad democrática. Gracias a esos esfuerzos fue que la democracia se sostuvo, a pesar de la gravísima crisis económica que legó.
Carlos Menem asumió con una democracia aún endeble (tuvo que enfrentar asonadas militares) e hiperinflación. El contexto internacional también mostraba una gran inestabilidad, con la implosión de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría. En ese marco, Menem alineó el país con las tendencias de la época, logró terminar con la inflación e impulsó una apertura económica que buscó consolidar la economía de mercado.
A Menem se le criticaron, sobre todo, los costos sociales de su política y el deterioro institucional por la corrupción. Fernando de la Rúa llegó a la presidencia justamente con la promesa de mantener la estabilidad económica y agregar la institucionalidad faltante. No logró ninguno de los dos objetivos y poco más de dos años después dejaba la presidencia en medio de una fulminante crisis política, económica y social.
El kirchnerismo fue en gran medida una respuesta a esa crisis. Logró recomponer el poder de la presidencia, aunque luego exageró al concentrarlo, llevarse por delante la institucionalidad y apropiarse del Estado. Luego, con sus éxitos y sus fracasos, y a veces más desde la retórica que desde la realidad, trató de responder a la gran crisis social que recibió. Implementó las moratorias jubilatorias y la Asignación Universal por Hijo, pero no quiso controlar la inflación, ahuyentó las inversiones y le quitó dinamismo al mercado. Cerró su gobierno con casi un tercio de la población en la pobreza y el Estado prácticamente quebrado.
Obviamente, los párrafos anteriores no son más que trazos gruesos. Y se puede estar más de acuerdo o no respecto de cuánto logró cada gobierno. Pero sí están claros los distintos enfoques: Alfonsín, consolidar la democracia; Menem, modernizar el mercado y abrirse a las inversiones, y Néstor Kirchner y Cristina Fernández, asegurar un piso social. Como se ve, todas estas expresiones políticas se concentraron en un aspecto y descuidaron los otros. Y una democracia madura no puede descuidar ninguno, ya que están absolutamente entrelazados. En tres etapas sucesivas, más allá de los matices en el interior de cada una, nuestra democracia nunca logró combinar institucionalidad, economía dinámica y progreso social. Siempre le faltó al menos un ingrediente, y por eso sus logros fueron magros.
El desafío por delante, para la Argentina y quizás otros países de América latina, es unir la institucionalidad con una economía moderna y un fuerte enfoque social para inaugurar, de una vez y por todas, nuestra madurez en democracia. Sólo una receta que combine cada uno de estos elementos permitirá avanzar en el camino de pobreza cero y unión de los argentinos.
Secretario de Integración Federal y Cooperación Internacional en el Ministerio de Cultura de la Nación