Investigación y desarrollo tecnológico
Se ha puesto en marcha en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) una promisoria iniciativa, a cargo de la secretaría de investigación que conduce el doctor Lino Barañao. El objetivo que se persigue es promover y proteger el desarrollo de proyectos de investigación orientados a lograr avances en el campo tecnológico; es decir, alentar a que puedan transferirse a la actividad productiva empresarial aquellos conocimientos científicos -originados en el ámbito de la propia facultad- susceptibles de convertirse en innovaciones útiles de índole tecnológica.
La propuesta funcionará, en la práctica, como una verdadera incubadora de proyectos. De ese modo se la ha entendido exitosamente en países como los Estados Unidos, Canadá o Brasil. El potencial que la Facultad de Ciencias Exactas cuenta a su favor es la presencia de investigadores full time del Conicet en un número superior a cualquier otro organismo o casa de estudios del país. La iniciativa aspira, pues, a estimular y facilitar la transición entre los conocimientos puros de la investigación científica y el orden productivo.
Para asegurar el positivo desarrollo del proyecto se cuenta con la participación de la doctora en Ciencias Químicas Ruth Ladenheim, cuyos altos méritos académicos se han asociado con capacitación y experiencia en lo que concierne al área del marketing. Esta contribución de habilidades ha redundado en el diseño de cursos destinados a brindar asesoramiento y orientación a los científicos que manifiesten interés por encarar emprendimientos de orden productivo.
Lo descripto permite apreciar una perspectiva valiosa para el desarrollo tecnológico desde el espacio universitario, sede -por lo común- de investigaciones básicas, clave de todo auténtico avance científico. Ahora bien, la orientación científica de la investigación ha luchado en nuestro país, casi invariablemente, con las estrecheces de las partidas presupuestarias, ya que depende principalmente de las asignaciones estatales. En consecuencia, como se lo ha señalado reiteradamente en estas columnas, las posibilidades de nuestros investigadores se limitan o se frustran.
Por ello es importante captar el apoyo empresarial para el sostén de la investigación y el desarrollo aplicado del conocimiento. Es claro que, en términos amplios, las empresas se inclinan por aquellos proyectos que prometen innovaciones rentables en el corto plazo. Por efectos de esta lógica de los intereses productivos y las constantes demandas de financiamiento que plantea la investigación, hoy se reconoce un acercamiento cada vez más notable entre ciencia y tecnología, cuyas fronteras, antes muy estrictas, se han ido borrando.
Desde luego, esta aproximación y esta alianza pueden crear condiciones para que los intereses del mercado oscurezcan injustamente el valor prioritario de los conocimientos básicos, que son los verdaderos generadores de la expansión posterior de las innovaciones tecnológicas. Aceptando esta aseveración, también es necesario admitir los beneficios que viene dispensando el desarrollo de las herramientas tecnológicas a la sociedad y a los países. En este sentido es oportuno recordar, por ejemplo, el gran avance de Japón en el campo de la electrónica en las últimas décadas del siglo pasado.
En suma, la iniciativa apunta a una conciliación y una facilitación de los logros de las investigaciones originales que accedan a la realización en el plano productivo, siempre movilizadas por una punzante competitividad.