La Argentina, inoxidable parque de diversiones
El aburrimiento se muere de tedio esperando que lo reclamen. La previsibilidad es una contingencia. Y el largo plazo, un fin de semana prolongado.
Dos de los últimos tres presidentes propusieron, como su gigantesco sueño de grandeza, hacer de la Argentina un país normal. La proeza que anunciaron Néstor Kirchner y Mauricio Macri sigue siendo una anomalía todavía incumplida.
Difícil resulta explicar por qué ningún ministro de Turismo lo ha promocionado, porque la Argentina es un gigantesco parque de diversiones. Con su documento, cada argentino y toda persona de buena (o mala) voluntad que quiera habitar su suelo reciben un pase sin fecha de vencimiento. Solo tiene algunas restricciones. La salida está al fin de un laberinto de espejos que siempre ofrece una esperanza fallida. Adentro, hay una calesita condenada a girar sobre su eje, a la que cada tanto el calesitero choca. Como opciones solo ofrece una vertiginosa montaña rusa y un estremecedor tren fantasma. La semana de fútbol y economía sobra para confirmarlo.