La campaña pobre de un pobre país
La pobreza es tan extendida y diversa que la Argentina a veces parece más un territorio habitado que un país con ciudadanos. Si hasta los sueños se han encogido, a fuerza de tanta decadencia, malos gobiernos y planes fallidos de salvación nacional. Y además está la pandemia, cuyos trágicos efectos son utilizados para hacernos pensar que, luego de que la desgracia global finalice, nuestros desastres tenderán a disiparse.
El país empobrecido no solo está registrado en estadísticas que ubican a la mitad de su población con ingresos inferiores a los que se necesitan para sobrevivir. La caída no es solo material; se expresa en otros muchos signos.
Está en el alerta de un ejecutivo de una fábrica de automóviles sobre las dificultades para encontrar operarios egresados del secundario que puedan demostrar –como condición básica para ser empleados– que pueden entender lo que leen y realizar operaciones matemáticas elementales.
"Las primeras semanas de la primera de las dos campañas que tendrá el año electoral también es generosa en mostrar signos del empobrecimiento político de los dirigentes"
La pobreza queda expuesta cuando los argentinos expresan admiración por países que, habiendo nacido como naciones al mismo tiempo y en la propia región, siempre estuvieron por debajo de los logros que alguna vez destacaron a la Argentina. Chile y Uruguay aparecen como modelos por éxitos que en otros tiempos no hubiesen despertado ningún interés entre nosotros. Así de cortos son los ensayos de emulación que les quedaron a quienes se ilusionan con un país que salga del pozo en el que viene cayendo hace décadas.
Una cosa es la decadencia y otra, más grave, es la aceleración que el populismo reinante le imprime al país desde hace no menos de 20 años.
Las primeras semanas de la primera de las dos campañas que tendrá el año electoral también es generosa en mostrar signos del empobrecimiento político de los dirigentes.
¿Qué otra cosa puede decirse de la coalición opositora que, teniendo la oportunidad de recuperar el terreno perdido hace apenas dos años, elige este momento para una pelea interna? Bordea el ridículo que luego de cometer el desatino de meterse en una pelea inoportuna organice una reunión de sus líderes para fijar los límites de las agresiones de una pelea ya comenzada.
Solo el interés de frenar la deriva del kirchnerismo de los potenciales votantes podrá salvar a los nuevos y viejos jefes de Juntos por el Cambio de quedar expuestos a sus propias torpezas. Son esos mismos electores los que con sus manifestaciones multitudinarias sin tutores partidarios hicieron retroceder varias veces al Gobierno. Es un claro ejemplo de que los dirigidos tienen más criterio que sus dirigentes.
"La argentina está muy abajo en el medallero de Uruguay y Chile, que ya vacunaron por completo al 65 por ciento de sus poblaciones"
También remanidos, como si se aprovechara de la credulidad y la ignorancia de potenciales votantes, resultan los recursos a los que apela el oficialismo para sumar clientela.
No puede decirse otra cosa de la campaña de vacunación como bandera electoral, la que con tanta demora y decisiones insólitas lleva adelante el Gobierno. Cristina Kirchner y Alberto Fernández piden el voto casi como una muestra de reverencial agradecimiento de la población por la vacunación, como si no se tratara de una obligación estatal asumida por todos los países del mundo. Desde la mejor democracia hasta el peor absolutismo, cada gobierno trata de conseguir vacunas y de inmunizar gratuitamente a sus habitantes.
En la Argentina, el Gobierno no solo espera que la población considere una obra cumbre la vacunación masiva, sino que además requiere que los ciudadanos ignoren la torpeza, cuando no la vil maniobra, de descartar vacunas de los Estados Unidos para privilegiar las dosis vendidas, pero no entregadas en tiempo y forma, por la autocracia rusa.
La Argentina apenas si trata de llegar al 20 por ciento de la doble vacunación. Está muy abajo en el medallero de Uruguay y Chile, que ya vacunaron por completo al 65 por ciento de sus poblaciones, justo cuando en varios países empiezan a inmunizar por tercera vez a sus habitantes en medio de la amenazante tercera ola provocada por la variante delta.
Ese contexto global que pone al desnudo al Gobierno no impide al oficialismo mostrar como un éxito lo que en realidad es apenas un modesto logro salpicado de injustificables demoras, tropiezos y contramarchas. El proselitismo de emocionados militantes agradeciendo a la jefatura partidaria en las redes sociales demuestra una confusión grave: la vacuna es un derecho ciudadano, no una graciosa concesión del gobernante de turno.
Otro recurso gastado por cuanto gobierno reciente hubo, incluido el de Mauricio Macri, volvió a ser introducido como parte de la oferta electoral: el endeudamiento en cuotas.
Ya no alcanza al Ahora 12, ahora es Ahora 30, según el anuncio del Gobierno con el que busca que los votantes deban más de lo que ya adeudan. Con una tasa del 29 por ciento, las compras en cuotas pretenden regalar la efímera felicidad de tener algo deseado. Los 21 puntos porcentuales entre el interés y la inflación son asumidos por el Gobierno y, como las vacunas, pretenden ser presentados como un gesto de sensibilidad social.
Bien mirado, son millones de pesos pagados en impuestos por todos los argentinos en beneficio de una parte de ellos mismos. Observado con un poco más de detalle, son créditos en medio de una escalada de precios que borra el valor de la moneda e impide el ahorro, vivir con lo justo o llegar a fin de mes, según sea el caso.
Es la obra continuada del gobierno anterior y del actual. Ambos cobraron y cobran créditos, pero pagan el alto precio de no poder, no querer o no saber detener la inflación.