La casa y la cultura
¿Que se hace con una casa histórica, frágil, "que queda lejos", difícil y costosa de mantener, y que para muchos evoca aristocracia, cultura anacrónica y elite? La pregunta no tuvo respuestas adecuadas durante más de veinte años, por eso en 2003, después de varios proyectos fallidos, la casa de Victoria Ocampo estaba abandonada, muy deteriorada y no tenía actividad cultural.
Sin embargo, Villa Ocampo es una espléndida mansión del siglo XIX, que conserva su jardín, sus colecciones de arte y su extraordinaria biblioteca. Victoria Ocampo (1890-1979) reunió allí a lo mejor de la intelectualidad del siglo, editó y financió la revista y editorial más influyentes de América latina, defendió leyes progresistas en favor de las mujeres, introdujo la arquitectura moderna en el país, albergó a intelectuales perseguidos por el nazismo o el franquismo e impulsó la renovación de la música invitando a Ansermet y a Stravinsky. El sitio está así cargado de memorias significativas para la cultura y hasta para la identidad del país.
Victoria había legado su casa a la Unesco en 1973 para que fuera utilizada "para la promoción, el estudio, la experimentación y el desarrollo de actividades relacionadas con la cultura, la literatura, el arte y la comunicación social". Sin embargo, después de su muerte la misión resultó difícil de implementar. La clave de lo que se hacía era el famoso "a Victoria le hubiera gustado". Villa Ocampo se transformó en un lugar de nostalgia. Sin recursos financieros, el sitio cayó en el abandono.
Finalmente, hace cinco años la Unesco puso en marcha un proyecto que dio resultados: se restauraron los 1800 m2 del edificio, los 10.000 m2 de jardín, los 800 muebles y obras de arte y los 12.000 volúmenes de la biblioteca (que además se digitalizaron). La casa tiene una actividad cultural que incluye música y teatro, danza, programas infantiles, cursos de literatura e historia y exposiciones, y atrae a unos 25.000 visitantes por año.
Villa Ocampo tiene hoy un modelo creíble, respaldado por la Unesco, del que se pueden destacar algunos puntos, válidos para otros proyectos.
-Se superó la vieja oposición entre "cultural" y "comercial". Un proyecto cultural puede ser sustentable porque apela a un público amplio. Y el sector privado puede participar si se fijan reglas y no se hacen concesiones en cuanto al cuidado del patrimonio y al mal gusto.
-Se puede administrar bien con poca gente. Grandes museos del país, públicos y privados, tienen cientos de empleados; museos chicos, algunas decenas. En Villa Ocampo trabajan menos de diez personas capaces y motivadas.
-Hay una variedad de fuentes de ingreso. Con la Unesco colaboran el Estado, la Municipalidad de San Isidro, una Asociación de Amigos y empresas patrocinantes, argentinas y del exterior. Todos ellos tienen un interés distinto en el proyecto; el modelo se construye preguntándose quién paga y por qué.
-El público es sensible al patrimonio y acepta pagar dentro de sus posibilidades. Un mejor conocimiento de los públicos permite que paguen los que pueden, sin excluir. (La gratuidad debe ser aplicada con criterio: tiene beneficios, pero no es una solución a la democratización cultural).
-Villa Ocampo, sin ser un museo, una biblioteca, una universidad, una sala de espectáculos o un club, combina algo de cada una de esas cosas. El modelo permite también un equilibrio entre el respeto por un patrimonio frágil y la necesidad de conectar los contenidos con la cultura contemporánea y hacerlos accesibles al mayor número de personas.
La cultura necesita más y mejores administradores: cultos, con capacidad de gestión y conocimiento de las herramientas profesionales. Por eso, la Unesco promueve en Villa Ocampo acciones en ese sentido, al declarar el sitio como Centro de Referencia del Mercosur Cultural. Es una necesidad para el país y un homenaje a Victoria, que aportó a la cultura del país, con su gestión desde los jardines y salones de su casa de San Isidro.