La globalización de los miedos
Una vez hace muchos años, sucedió un cambio que marcó la historia de la humanidad para siempre no importa que circunstancia tengamos hoy referente a la religión. Jesucristo marcaba en el calendario mundial, un antes y un después.
En el año 1582 la bula Inter Gravissimas del Papa Gregorio XIII establecía el calendario que vino a reemplazar el calendario Juliano, de Julio Cesar. El mes de octubre de ese año, no existieron los días que iban del 4 al 15. El mundo occidental asumió el calendario y hoy rige nuestro almanaque. El año 0 era el año del nacimiento de Jesucristo.
Ese proceso no fue automático y ocurrió luego de muchas oposiciones. En ese momento eran otras las comunicaciones en el mundo. Las noticias tardaban años en llegar a algunos lugares del planeta.
Hoy las noticias corren rápido, el mundo parece un barrio, donde el lenguaje de cientos de naciones es común. Palabras como pandemia, test, covid, actividades esenciales, confinamiento, aparecen con cierta naturalidad y aceptación. Y los hechos se comunican en cuestión de segundos. El miedo se transmite de manera instantánea.
La muerte vuelve a tomar el centro de la escena del miedo. Es aquel abismo para el cual, el hombre nuevo de la globalización no ha encontrado la respuesta. Sabe cómo manipular la vida y la muerte de los demás, pero es incapaz de resolver el morir. Los organismos internacionales técnicos dictan a las naciones que tienen que hacer sin certezas.
Este miedo ha llevado a millones de personas en cientos de países de todo el mundo a permanecer en cuarentena, haciéndose dependientes de las decisiones de gobiernos, que no son libres de presiones y también piensan en su propio devenir político. El mundo está perturbado
Si vemos en España, el gobierno de coalición Socialista-comunista ha llevado a ese país a tener la crisis de representatividad más importante de los últimos años. Pactando con partidos separatistas y poniendo al congreso en un estado completo de crispación. Hay un riesgo institucional alto de tener una nueva elección en el corto plazo. Los famosos pactos de la Moncloa están crujiendo en sus bases. Los españoles viven horas de duda.
Asimismo, vemos en los Estados Unidos al presidente Donald Trump conduciendo una nave compleja y está al frente de una crisis muy grave, inédita, que lo llevo a cortar relaciones con la Organización Mundial de la Salud. En un año crucial en el cual los ciudadanos norteamericanos tendrán que pasar los desafíos del coronavirus, más la nueva tensión social producida por un hecho de violencia policial. Existe una tensión importante entre el Estado Federal y los Estados. La crisis de violencia que vive el país del norte tiene un origen específico, pero un final muy abierto.
Este año se elige presidente en noviembre en los Estados Unidos. Todo lo que ocurra hasta esa fecha, terminará impactando en la suerte de esa elección, que es fundamental para entender el mundo que sigue. El escenario que esperan los medios de ese país es Trump compitiendo con la fórmula Biden-Michelle Obama.
Si queremos un ejemplo de miedo, nuestra propia experiencia en Argentina es una clara muestra. Se ha decidido tomar el camino de la cuarentena estricta. Sin embargo, partiendo de una elección con cambio de gobierno, con una crisis de deuda externa importante, con años de recesión acumulados en sus balances económicos, y los "tanques de combustible" de la clase política parecen estar vacíos de confianza y legitimidad. Nuestro país está necesitado de acuerdos y de buenas noticias. Porque ni la economía ni la política esperan.
El divorcio con la sociedad cada vez va a ser más profundo, ya que el sector productivo de empresas y profesionales independientes, hace ya varios meses en algunos casos carecen de ingresos, y la ayuda a través de préstamos tarda en llegar, sin suspensión de impuestos y con obligaciones que no pueden ser eludidas.
En el fondo esa confrontación mundial, que tiene sus reflejos locales, es la puja de dos filosofías que encontraron difícil su coexistencia en estos días. Van a desencadenar mayores divisiones en el futuro entre los intereses globales económicos y los pueblos que todavía creen en su propia historia y tradición. En ciernes el nuevo orden mundial ya no se va a comprender con las categorías "izquierda y derecha".
No podemos predecir la historia, no podemos saber lo que va a ocurrir, pero el miedo, es una energía que, desordenada, produce efectos devastadores para los pueblos y nunca es la solución para afrontar los desafíos.
Para cambiar el calendario y los destinos de un país hacen falta razón y valentía.
Politólogo y exsubsecretario de Industria provincia de Buenos Aires