La interna de los púlpitos
La postura que la Iglesia debería tener frente al gobierno de Néstor Kirchner y el resto de la sociedad divide a los obispos argentinos mucho más que las cuestiones ideológicas
Moderados versus conservadores. Dialoguistas contra los que animan la confrontación directa con el Gobierno. Los que creen que es necesario involucrarse en los avatares de la política y los que impulsan un regreso a la concentración en el ámbito pastoral. Son las variables invisibles que definen quién es quién hoy en la Iglesia argentina. Las diferencias internas que agitan los obispos por estos días nada tienen que ver con cuestiones doctrinales, en las que no existen fisuras. Sin embargo, la disputa de fondo dentro del Episcopado se centra en cómo relacionarse con la sociedad y con un gobierno distante como el de Néstor Kirchner. Y allí surgen las diferencias de opinión.
"Una lectura demasiado fácil es suponer que entre los obispos existe un grupo de izquierda y un grupo de derecha. O un grupo conservador y otro grupo progresista -sostiene Fortunato Mallimacci, sociólogo especializado en religiones, docente universitario e investigador del Conicet-. La discusión interna en la Iglesia pasa por qué tipo de relación mantener con el Estado, qué tipo de vínculo mantener con la sociedad civil, qué tipo de relación mantener con Roma y, a partir de ahí, cuáles son los temas que hay que reafirmar. Dentro de este esquema, uno puede encontrar distintos grupos dentro de la Iglesia que tratan de posicionarse y disputar espacios internos".
A grandes rasgos, los especialistas en temas eclesiásticos coinciden en identificar hoy tres grandes corrientes internas.
En primer lugar, la gran mayoría de los obispos se encuadra detrás de la Conferencia Episcopal Argentina, cuya mesa ejecutiva presiden monseñor Eduardo Mirás (obispo de Rosario), el obispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio, y el de Corrientes, Domingo Castagna. Este sector es definido como moderado y cercano a las cuestiones sociales: impulsa un repliegue a lo doctrinario y se propone mantener distancia de los vaivenes de la política nacional.
El vocero del Episcopado, Jorge Oesterheld lo explicó así a LA NACION: "Desde hace ya muchos años todas las decisiones importantes se han tomado por unanimidad. Sí hay posturas diferentes frente a cosas coyunturales, pero en lo esencial no hay diferencias. La primera preocupación es reafirmar la cuestión pastoral, es decir la presentación del Evangelio a la sociedad, y tener un perfil más religioso que político".
Dentro de este sector interno, que tiene como líder visible al cardenal Bergoglio, la moderación no tiene una carga ideológica. Es simplemente una postura frente al Estado como tal: la de ser más independientes, más dialoguistas y menos altisonantes en sus críticas hacia la clase política como en el pasado, siempre sin perder la ortodoxia.
En otro extremo, un sector minoritario pero poderoso prefiere hacer públicas las diferencias de la Iglesia con respecto a ciertas conductas "anticristianas" del Gobierno. En este grupo se destacan el obispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, el arzobispo de Mercedes-Luján, Rubén Di Monte, el obispo de 9 de julio, Martín de Elizalde, y el obispo castrense Antonio Baseotto.
De estrechas relaciones con el Vaticano, el grupo de sacerdotes cuenta además con el apoyo incondicional de Esteban Caselli, nombrado gentilhombre de Su Santidad, ex embajador ante la Santa Sede en el gobierno de Carlos Menem y luego secretario de Culto durante la presidencia de Eduardo Duhalde. Caselli tiene libre acceso al Vaticano, por lo que la voz de este grupo minoritario es escuchada con denodada atención en Roma.
Cortocircuitos
Alejados de la conducción del Episcopado, Aguer y Baseotto fueron los protagonistas principales de dos cortocircuitos públicos con el gobierno de Kirchner.
A mediados del año pasado, el obispo de La Plata aseguró que la situación social se había "crispado excesivamente y nosotros notamos que el conflicto está saliéndose de madre". El propio Presidente le respondió con dureza, asegurando que "algunos quieren utilizar la bandera de los hermanos que sufren por la pobreza y ni siquiera los vieron por televisión".
Unos meses más tarde, Aguer polemizó con el ministro de Salud, Ginés González García, a quien tildó de "patético" por su política de reparto de preservativos entre los jóvenes como parte de un programa de educación sexual.
El ministro de Salud también recibió las críticas del suspendido obispo castrense, monseñor Baseotto, quien en febrero pasado le envió una carta reprobando el reparto de preservativos que impulsa el Gobierno. En el texto citó un pasaje evangélico que advierte que "a quienes escandalicen a los niños deberían atarles una piedra al cuello y arrojarlos al mar". El Presidente reaccionó de inmediato y pidió al Vaticano la remoción de Baseotto como obispo de las Fuerzas Armadas, pero la Santa Sede contestó por vías informales que "no había motivos" para desplazarlo. Y el nuevo papa, Benedicto XVI, recibió al obispo en el Vaticano en mayo pasado.
El encuentro fue una muestra de cercanía con la Santa Sede y su secretario de Estado, cardenal Angelo Sodano, cuya mano derecha, el arzobispo argentino Leonardo Sandri, son considerados amigos personales de Caselli.
El enfrentamiento personal entre Aguer y Bergoglio es de larga data. Los dos fueron obispos auxiliares del extinto cardenal Quarracino y ya entonces eran sabidas sus discusiones constantes. Los dos son considerados ortodoxos, aunque con estilos diferentes.
"Hay una serie de afirmaciones en las que la mayoría coincide: el acercamiento a Roma, la oposición a todo tipo de cambio doctrinal en lo que tiene que ver con salud reproductiva, aborto, divorcio, sacerdocio. Ahí hay unanimidad en el conjunto de los obispos", subraya el especialista Mallimacci.
Un tercer grupo de obispos que no termina de encolumnarse detrás del discurso de prudencia que propone Bergoglio estaría integrado por el presidente de la Comisión Episcopal de Cáritas, el obispo de San Isidro Jorge Casaretto, que mantiene relaciones personales especialmente con la ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner.
En este espacio más cercano al Gobierno estaba el ex obispo de Santiago del Estero, Juan Carlos Maccarone, quien presentó su renuncia luego de un episodio personal, relacionado con su intimidad, que generó intrigas sobre la posibilidad de que hubiera sido víctima de una maniobra orquestada por intereses políticos, económicos y eclesiásticos.
¿Estuvo este incidente vinculado a la interna de los obispos? En el Gobierno, y más discretamente entre algunos sacerdotes, la sospecha roza la certeza. El video polémico que causó la renuncia de Maccarone llegó "demasiado rápido al Vaticano", especulan. Y señalan que el sector conservador liderado por monseñor Aguer hace tiempo que cuestionaba al entonces obispo de Santiago del Estero por su cercanía a la Casa Rosada y los presagios de una carrera en ascenso dentro del Episcopado.
La realidad es que, con la renuncia forzosa de Maccarone, la administración de Kirchner se quedó sin su interlocutor preferido en la Iglesia argentina. Una muestra de esa predilección fue la concurrencia del presidente Kirchner al Tedeum del 25 de mayo, que por primera vez desde 1810 se hizo en Santiago del Estero y no en Buenos Aires, cuando Maccarone todavía estaba en funciones y su futuro interno lucía prometedor.
Bergoglio aseguró que no se había ofendido por la decisión presidencial, pero las distancias entre ambos crecieron. Tanto como para que hasta ahora no se haya producido un encuentro a solas entre el cardenal y el Presidente.
"Un gobierno que ha generado cambios revolucionarios en estos últimos años se vincula, necesariamente, a cualquier expresión religiosa que entiende también esa realidad y que acompaña ese cambio involucrándose con el sufrimiento de los argentinos. Con aquellos que ven una realidad con una visión menos comprometida, evidentemente tenemos menos coincidencias", dijo a LA NACION el secretario de Culto, Guillermo Olivieri, al describir las relaciones del Gobierno con un sector (el más conservador) de la Iglesia argentina.
Para Olivieri -esto es, para la Casa Rosada-, no hay una sola voz. "Hay una Iglesia que se expresa de diferentes maneras: o bien con sacerdotes, pastores y obispos que sienten la realidad del pasado inmediato que hemos sufrido en la Argentina, o bien con otros que tienen otra visión respecto de la misma realidad", asegura el funcionario.
Carlos Floria, politólogo y ex director de la revista católica Criterio, cree que la postura oficial es un error. "Los radicales en su momento pensaban mantener relaciones distantes con la Iglesia, a la que veían comprometida con los regímenes autoritarios, algo que efectivamente sucedió y sucede en algunos sectores. Pero el tratamiento fue más laicista que laico. Y creo que Kirchner está cayendo en ese tipo de percepción anacrónica".
Más alla de las relaciones formales con los obispos, el Gobierno está atento a lo que viene en el ámbito eclesiástico. Porque este año es también de elecciones internas para la Iglesia católica.
En noviembre próximo se renovarán las autoridades de la mesa ejecutiva de la Conferencia Episcopal, hoy presidida por monseñor Mirás, y vicepresidida por Bergoglio, que es el candidato fijo para ser elegido presidente en lugar del obispo de Rosario. Bergoglio estuvo cerca de convertirse en Papa, según trascendió, y esa chance lo fortaleció entre los obispos que le critican, precisamente, su falta de liderazgo.
Una posibilidad preocupó estos días a los moderados, y fue que Bergoglio podría no llegar a asumir la presidencia del Episcopado. Porque desde hace algunos semanas circulan rumores sobre la voluntad del papa Benedicto XVI de designarlo al frente de la secretaría de Estado del Vaticano, en reemplazo del cardenal Angelo Sodano.
Renovación
De ser esto cierto, ¿quién podría venir en su reemplazo? ¿Un obispo cercano a los conservadores o a los moderados? Esa inquietud desvela a los sacerdotes de uno y otro sector interno.
Además de esta renovación, de aquí al 2006 al menos 11 obispos cumplirían 75 años -el límite de retiro- y esos lugares deberán ser cubiertos por nuevos actores de la dirigencia eclesiástica que tendrán ideas propias y se alinearán de uno u otro lado de la Iglesia. Y allí estallará otra disputa interna por el peso del poder.
"Hay que reconocer que existe una interna eclesiástica que se trata de negar. La Iglesia se presenta como alguien que tiene continuamente hegemonía y sugiere que las discusiones están en el resto de la sociedad, porque trata de presentarse sin fisuras", opina Malimachi.
Floria añade que "la Iglesia Argentina tiene como deber clarificar un poco más qué tipo de sociedad evoca en su enseñanza y en su presencia como poder moral".
En nombre del Episcopado, Oesterheld clarifica los términos del debate: "La mayor preocupación es comunicarse mejor con la sociedad. Hay mucha gente que quiere establecer un buen diálogo hacia afuera. El tema es que las mismas cuestiones doctrinales se pueden presentar en una actitud de diálogo o de confrontación. La Conferencia Episcopal como tal elige el diálogo. Se equivocan los que tienen visiones partidarias para analizar la cuestión eclesiástica. No hay izquierdas versus derechas, o progresistas contra no progresistas. Hay gente más dialoguista y menos dialoguista. Por eso, no estamos peleando por el poder sino por la manera de encarar lo que viene". Y es entonces cuando cada grupo pretende que prevalezca el color de su voz para hablar en nombre de la Iglesia argentina.