La presión impositiva no puede ser el único camino
Si bien la difícil situación económica requiere del concurso de todos, no es justo que el mayor esfuerzo lo hagan siempre los contribuyentes cumplidores
Si algo ha tenido de positiva la crisis financiera que vive hoy la Argentina es que menos sectores ponen en duda actualmente la necesidad del equilibrio fiscal. Aunque a los golpes, los argentinos estamos aprendiendo que un Estado no puede gastar eternamente más de lo que ingresa. Sin embargo, son todavía muchos los que piensan erróneamente que el único camino para balancear las cuentas públicas es seguir aumentando la presión impositiva, a pesar de que esta ha llegado ya a niveles insoportables, en lugar de concentrar los mayores esfuerzos en reducir el gasto público .
Lo acaba de poner de manifiesto con todas las letras el Foro de Convergencia Empresarial, que agrupa a unas 70 entidades, en un lúcido documento cuyo título lo dice todo: "La Argentina necesita que el sector público acompañe el esfuerzo del sector privado".
El incremento del gasto público como porcentaje del PBI se ha multiplicado con el correr de los años. La presión impositiva, medida por lo recaudado en los niveles nacional, provincial y municipal, aumentó desde un promedio del 26% del producto bruto en el período 1980-2001 hasta el 31,8% en 2008 y al exorbitante 43,5% en 2015, año en que Cristina Fernández de Kirchner dejó la presidencia de la Nación. Esa proporción del gasto primario apenas se redujo al 42,9% en el primer año de gestión de Mauricio Macri y al 41,9% en 2017, en función de estimaciones del citado foro de organizaciones empresariales.
Residir actualmente en la Argentina implica estar sometido a una onerosa y compleja telaraña tributaria administrada por gobiernos cada vez más ávidos de fondos del sector privado para hacer frente al desborde del gasto público. Un agravante se añade a esta incómoda situación de los contribuyentes: el hecho de que buena parte de la población, además de pagar elevados impuestos, debe hacerse cargo de gastos de educación, salud y seguridad privados ante la ineficacia del Estado.
La Argentina supera en presión tributaria a Estados Unidos, Japón, Australia y no pocos países europeos, pese a tener prestaciones estatales de muy inferior calidad a las de cualquiera de esas naciones. De acuerdo con el documento del Foro de Convergencia Empresarial, nuestro país paga en impuestos un 7% del PBI más que el promedio de América Latina.
Por si esto fuera poco, prácticamente no pasan dos años sin que se cree un nuevo impuesto o se modifiquen los existentes, con nefastas consecuencias para la previsibilidad económica, la promoción de la inversión y el empleo genuino. Así, hasta el negocio más modesto requiere de un especialista en temas tributarios, aunque se trate de un emprendimiento unipersonal que ni siquiera cuenta con empleados. Otro vicio del sistema tributario argentino es la cantidad de impuestos que se han creado en los últimos tiempos para hacer frente a situaciones de emergencia nacional que fueron originalmente pensados como transitorios y excepcionales, y terminaron convirtiéndose en permanentes.
No puede menos que preocupar que, con el pretexto de hacer frente al déficit fiscal , se dé marcha atrás con un programa de reducciones de impuestos anunciadas oportunamente para dinamizar la actividad productiva. Atrás parece estar quedando la baja de tributos distorsivos como el de Ingresos Brutos, el de Sellos o el impuesto a los créditos y débitos bancarios, pese a que la rebaja de algunos de ellos había sido aprobada en noviembre del año pasado en el compromiso fiscal al que arribaron los gobiernos de la Nación y las provincias. A esto se suman las nuevas retenciones a las exportaciones, las revaluaciones de las propiedades inmuebles y la no aplicación del ajuste por inflación a la hora de computar el impuesto a las ganancias.
No se trata de desconocer que la difícil situación económica requiere del concurso de todos, pero sí de insistir en que el mayor esfuerzo no pueden seguir haciéndolo eternamente los que siempre pagan.