
"La tolerancia cero es un invento"
El ex jefe de la policía de Boston y de Nueva York afirma que las claves para combatir el delito son la cooperación entre funcionarios policiales y la comunidad, restringir el acceso del público a las armas de fuego y, por supuesto, el estricto cumplimiento de la ley, incluso en el caso de infracciones menores, como el romper una ventana.
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CORDOBA.- WILLIAM BRATTON es parco. Más de una vez, a lo largo de la entrevista, se queda mirando en silencio a su interlocutor; es que ya dijo todo lo que tenía que decir y no pretende llenar el vacío con frases de circunstancia. Simplemente aguarda con cortés resignación la próxima pregunta, que responderá con el mismo laconismo que la anterior. Y responderá todas las preguntas, aun las que uno cree que deberían resultarle incómodas, sin alterar su ritmo respiratorio en lo más mínimo. Con el correr de la charla, sin embargo, deja entrever algún rasgo de humor que permite sospechar que, en otras circunstancias, podría llegar a ser un compañero de póquer muy divertido.
Pero Bratton es un auténtico tough guy (un tipo duro). Bajo su mando, el poderoso New York Police Department (NYPD) dejó definitivamente atrás la imagen de corrupción que había sido su estigma durante décadas y cumplió celosamente el objetivo encomendado por su jefe político, el alcalde republicano Rudolph Giuliani: limpiar la Gran Manzana de gusanos . La seguridad conquistó las calles de Nueva York. Es un éxito que pocos se atreven a discutir, pero que también tiene un lado oscuro: las acusaciones de violencia y racismo que pesan sobre los policías neoyorquinos.
La semana pasada, Bratton estuvo brevemente en nuestro país, invitado por el Manhattan Institute (un think tank estadounidense de tendencia conservadora) para asistir a un seminario municipalista internacional organizado en Córdoba por el Ministerio del Interior. Su visita, de apenas 24 horas, fue muy activa: además de participar del panel, almorzó con Carlos Corach, desayunó con empresarios cordobeses, departió con la policía provincial, dio una conferencia de prensa para los medios locales y habló con La Nación .
-Usted es una suerte de embajador oficioso de la doctrina de la tolerancia cero.
-En realidad, se trata de un malentendido. Yo no creo en la tolerancia cero. Esta es una expresión que utilizábamos internamente para referirnos a la corrupción policial. La idea era que había que tener zero tolerance con los policías corruptos. A mediados de los noventa, los funcionarios ingleses que visitaron Nueva York quedaron fascinados con nuestro trabajo y recurrieron a esta frase para definirlo. Como es muy efectiva, la prensa la adoptó. Pero la tolerancia cero es imposible de lograr. Usted no puede eliminar nada de manera definitiva. Una política de seguridad que se fije ese objetivo está condenada al fracaso. Rudolph Giuliani es un defensor de la tolerancia cero. Por eso ya no trabajo con él.
-¿Por qué se distanciaron?
-Porque el alcalde no cree en la colaboración entre la policía y la comunidad. Su estilo confrontativo le sirvió para ganar un lugar en la política norteamericana, pero ahora le juega en contra. Logró que Nueva York volviera a ser segura, pero no es la persona que la ciudad necesita para esta nueva etapa. Sería bueno que no lo reeligieran.
-¿Cómo definiría la estrategia policial de Nueva York?
-La policía debe sancionar todas las infracciones a la ley, por más insignificantes que parezcan, porque la sumatoria de esas pequeñas faltas, pintar graffiti , tirar basura en lugares prohibidos, orinar en la calle o la agresividad de los mendigos con los transeúntes crean un clima de desorden e inseguridad que favorece la irrupción del delito. Si usted tiene una ventana rota en un edificio y no la arregla, seguramente alguien va a romper las demás ventanas muy pronto.
-En los últimos años el delito cayó drásticamente en Nueva York, pero al mismo tiempo crecieron las denuncias de brutalidad policial. ¿Hay un punto de inflexión en la adhesión del público a la tolerancia cero?
-La mayoría de los neoyorquinos quiere que la policía siga teniendo una activa presencia en la calle y considera que la muerte o los abusos a negros en una comisaría son casos aislados. Las protestas contribuirán a que en el futuro la policía esté mejor entrenada y tenga mayor sensibilidad hacia las minorías étnicas.
-Sin embargo, según una investigación del ministro de Justicia del Estado de Nueva York, Eliot Spitzer...
-...un muy buen amigo mío, Spitzer. Yo apoyé su designación.
-Bien. El dice que la estadística de los procedimientos callejeros realizados por la policía neoyorquina durante los últimos dos años es falaz. Oficialmente, de las 45.000 personas detenidas en ese período en la calle para averiguación de antecedentes sólo fueron arrestadas 9500, pero, según Spitzer, aquella cifra sería en realidad entre cinco y diez veces mayor. Esta irregularidad, ¿no indica que algo anda mal?
-No. Los datos que usted menciona se refieren a una sola unidad del Departamento de Policía, la SCU (Street Crime Unit).
-Es la que tiene a su cargo los procedimientos callejeros.
-Sí. Pero lo que le preocupa a Spitzer es determinar cuáles son las verdaderas estadísticas de la fuerza. Estas se hacen con los informes escritos, pero sólo tenemos obligación de redactar un informe cuando se palpa de armas a un sospechoso. De ahí la diferencia de cifras.
-Una gran diferencia. Sus críticos dicen que estas prácticas intimidatorias son en realidad poco efectivas para reducir el crimen.
-La policía sólo hace cumplir leyes que no se ponían en práctica desde hace años. El punto principal es éste: la gente decide qué tipo de policía quiere. Giuliani ganó las elecciones porque respondió al reclamo de la gente. Pero es importante que todas las denuncias se investiguen; además de la de Spitzer, hay otras tres investigaciones en curso, incluyendo una que inicié yo y otra del Ministerio de Justicia de los Estados Unidos. Creo que llegaremos a la conclusión de que, efectivamente, algunos policías cometieron excesos, pero no se encontrará un problema estructural de abusos en la institución. La policía opera dentro de la ley. No dicta la ley, sólo la hace cumplir. Estas investigaciones permiten que el gobierno, los medios, la ciudadanía y la propia policía tengan en claro qué es lo que está pasando y que, si es necesario, se cambien las prácticas policiales. Pero esto no ocurrirá.
-¿Por qué?
-Porque la mayoría de la gente está conforme. El neoyorquino promedio sabe que su ciudad es más segura que antes. No se trata sólo del miedo al crimen violento, sino también de una cuestión económica: la inseguridad había puesto en peligro la subsistencia de Nueva York. Le doy un detalle significativo: se están abriendo cines en lugares en donde hasta hace poco era impensable que los hubiera por temor a los robos. Esto significa más trabajo y un cambio en las condiciones que favorecen el crimen.
-Los países que controlan la venta de armas tienden a tener índices de muerte violenta más bajos que aquellos que no lo hacen, como los Estados Unidos. En 1997, por ejemplo, la cantidad de asesinatos en Gran Bretaña fue apenas superior a los de Nueva York. ¿Cuál es su opinión al respecto?
-Estoy totalmente de acuerdo con el presidente Clinton: es necesario poner algún límite a la venta de armas.
-En el debate actual sobre el tipo de policía más deseable para los Estados Unidos, se suelen enfrentar dos modelos: Nueva York y Boston. ¿En qué se diferencian estos modelos?
-Antes de asumir la jefatura de Policía de Nueva York ocupé el mismo cargo en Boston, de modo que podría decir que yo fui quien puso en marcha la reforma policial en ambas ciudades. Es cierto que los criminalistas suelen oponer estos dos casos, pero en mi opinión el método de trabajo policial es esencialmente el mismo. Las diferencias se deben más bien a las características de cada ciudad y a las modalidades del crimen en cada una de ellas. Lo que se ha dado en llamar el modelo bostoniano consiste básicamente en una estrecha cooperación entre la policía, los funcionarios judiciales ( probation officers ) y los líderes religiosos. El rol de los pastores negros es muy importante, porque la población de jóvenes negros es la más vulnerable a caer en el delito. Pero, en definitiva, éste es el principio fundamental de lo que llamamos community policing . En Nueva York apliqué el mismo criterio.
-Pero mientras que el delito disminuyó en ambas ciudades, las quejas por maltrato policial bajaron en Boston y crecieron en Nueva York.
-Para empezar, la delincuencia era incomparablemente más grave en Nueva York, que tiene 7.300.000 habitantes, que en Boston, que sólo tiene 550.000. Cuando asumí en Nueva York había 7000 puestos de venta callejera de droga yel gobierno había perdido el control de la situación. Esto nunca ocurrió en Boston. Allí, como en otras muchas otras ciudades medianas, la principal causa de crímenes violentos era la guerra entre pandillas, lo que en cierto modo es una ventaja para el trabajo policial porque los puntos críticos son más identificables. En Nueva York, en cambio, las fuentes del delito están más dispersas. Por otro lado, la comunidad religiosa bostoniana siempre tuvo una gran disposición a colaborar con nosotros, mientras que los líderes religiosos neoyorquinos son más hostiles con la policía. La suma de estos factores hace casi inevitable que haya más quejas en un caso que en otro. Pero, insisto, estas quejas no implican que la gente quiera perder el nivel de seguridad del que hoy goza la ciudad.
-¿Son exportables los métodos policiales?
-Cada realidad es distinta, aun dentro del mismo país. Una de las explicaciones más corrientes de la caída del delito es el aumento de la dotación policial, pero en los Estados Unidos esta condición no siempre se ha cumplido. En San Diego, por ejemplo, una ciudad de las dimensiones de Boston, la fuerza policial se mantuvo estable, pero la tasa de delitos cayó tanto como en Nueva York.
-Durante su gestión, la policía neoyorquina desarrolló un sistema informático especializado en prevenir el delito, Comstat. ¿Cómo funciona?
-Básicamente, maximiza la velocidad de procesamiento de las estadísticas criminales. Esto permite conocer al instante las zonas más críticas de la ciudad. Cuando hace unos meses visité la Argentina por primera vez, le sugerí al jefe de la Policía Federal que enviara gente a mi país para aprender a utilizarlo. Ahora le propuse lo mismo al jefe de Policía de Córdoba. Es una herramienta muy útil.
Serpico, ayer y hoy
A comienzos de los años setenta Al Pacino se grabó en la mente de millones de personas como la imagen de la denuncia contra la corrupción policial en los Estados Unidos. "Serpico fue el hombre apropiado en el momento correcto -dice Bratton-; hoy, gracias a esfuerzos como el suyo, podemos afirmar que no existe corrupción en los altos niveles de la policía." Luego de haber vivido en Suiza durante varios años, Frank Serpico ha vuelto a aparecer en la vida pública para sumar su voz a las protestas contra las prácticas intimidatorias de sus ex camaradas.
Perfil
- William Bratton nació en Boston en 1947. A comienzos de los setenta ingresó en el Departamento de Policía de su ciudad natal, cuya jefatura llegaría a ocupar años más tarde.
- En 1994, el flamante alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, lo designó jefe del Departamento de Policía de Nueva York. Desde ese cargo, Bratton instrumentó la política de seguridad que más tarde ganó popularidad con la denominación de tolerancia cero.
- En 1996, el presidente Clinton lo nombró miembro del Comité Nacional del Crimen.
- En 1997, Giuliani lo despidió. El semanario The Economist sugiere que la causa fueron los celos del alcalde por el creciente prestigio de su subordinado.
- Luego de retirarse de la policía, Bratton se dedicó a la actividad privada. Es presidente de Carco, firma especializada en investigación de antecedentes laborales.
- Es profesor de la Escuela de Derecho y de la Escuela de Gobierno de la Universidad de Harvard.
- Está separado y tiene un hijo de 27 años, que no es policía.




