Las muertes que el fútbol pudo evitar
A propósito del despropósito sucedido en la cancha de Gimnasia y Esgrima de La Plata en su último partido contra Boca Juniors en el bosque platense, valen algunas reflexiones en materia de seguridad deportiva, vistas desde su infraestructura –los estadios– y desde una perspectiva que, como en el derecho, podríamos denominar de “diseño comparado”.
La evolución europea en materia de seguridad en el fútbol se ha desarrollado sustancialmente desde los años 90 del siglo XX, particularmente en Inglaterra. La cuestión presenta varios antecedentes, pero dos hitos centrales hicieron cambiar la forma en que se veía fútbol en aquella época. El preludio fue el desastre en la final europea entre el Liverpool y la Juventus que se iba a jugar en el estadio de Heysel, en Bruselas, en 1985, donde murieron 39 personas luego de que la hinchada inglesa invadiera violentamente las graderías de sus rivales.
Pero el hecho que cambió definitivamente el paradigma en el diseño de los estadios de fútbol fue la “tragedia de Hillsborough” de 1989. En la semifinal de la Copa de Inglaterra de ese año murieron 96 personas aplastadas contra los alambrados del estadio de Sheffield –en suelo inglés– en un partido del Liverpool contra el Nottingham Forest. En esa oportunidad, la investigación se publicó en el Informe Taylor, cuyo resultado concluyó que la responsabilidad fue fundamentalmente de la policía, y se minimizó la participación de los hooligans, pero sobre todo cambió para siempre la forma de ver el fútbol en el país que había creado ese deporte más de un siglo antes.
A partir de las recomendaciones surgidas de aquel informe y desde el inicio de la temporada de 1994, todos los estadios de Inglaterra y Gales debían tener el público completamente sentado, con capacidades restringidas a las dimensiones no solo de las gradas, sino también de los medios de salida (pasillos, escaleras, puertas y molinetes), y se eliminaron definitivamente los alambrados perimetrales en el campo de juego, convertido ahora este también en una vía de escape alternativa. El cambio normativo incluía, además, estrictas medidas contra la violencia en el fútbol por parte de los hinchas. Las directivas se implementaron gradualmente, no solo en la primera división, sino en segunda y –con diversas variantes– a nivel europeo desde 1999 por la UEFA, y luego fueron incluidas en las “Recomendaciones técnicas y requisitos” para estadios de fútbol de la FIFA.
“Mejores instalaciones y un mejor tratamiento a los hinchas redundarán en un mejor comportamiento de estos”, expresaban las autoridades responsables de la seguridad en los campos de juego. Si el fútbol es un espectáculo –deportivo, pero espectáculo al fin–, ¿por qué no comportarse y utilizar las mismas reglas que en un teatro o en un cine?
Volvamos al bosque de La Plata. ¿No podríamos haber condensado esa línea de tiempo en todos estos años transcurridos desde 1989 y aprender de los aciertos y errores cometidos en otras latitudes, para implementar soluciones innovadoras en nuestro país, aprovechando las coincidencias sociales y culturales, pero adaptándolas a nuestras posibilidades y a la realidad local?
Cuando vemos las iniciativas en materia legal para la disposición de los espectadores sentados en nuestro país, entramos en un hipertexto de normativas que, como un perro, se terminan mordiendo la cola. Es imposible medir y comparar las capacidades de los estadios ya que, si bien tienen un aforo “legal”, este se mide en distintas unidades, mezclando espectadores sentados y parados. Pero también se deberían computar en el cálculo los sectores de prensa, de dirigentes, de protocolo, auxiliares (médicos, seguridad, técnicos) así como empleados de concesiones y hospitalidad. En la realidad, detrás de cada persona debería haber un asiento, un asiento desde donde se vea toda la cancha, tal como es usual en el resto del mundo que ha avanzado en materia de seguridad en eventos deportivos. Se requieren también más pasillos, sectores para personas con movilidad reducida, con necesidades especiales, además de incorporar sanitarios en número suficiente y con perspectiva de género. Esto no debería ser un impedimento, ya que los ingresos de los clubes no dependen en general de la mayor o menor venta de entradas, porque la mayoría de los asistentes a los sectores de las “populares” son los socios, que entran gratuitamente.
A partir de 2022, y luego de más de 20 años de implementar medidas en pos de sentar a los espectadores, la UEFA está permitiendo nuevamente que algunos hinchas vuelvan a asistir parados a los partidos, en las cinco principales ligas europeas, en un programa piloto denominado Safe Standing. Los lugares asignados tienen asientos con butacas rebatibles o con sistemas de barandas en cada una de las gradas, identificando claramente el sector asignado a cada espectador, sin dar lugar a dudas sobre la capacidad real de los estadios ni disminuyendo sus condiciones de seguridad. Lo han logrado promulgando primero reglas estrictas sobre el comportamiento de los hinchas, futbolistas, dirigentes, funcionarios y fuerzas de seguridad. Y luego cumpliéndolas firmemente durante décadas para evitar desmanes, accidentes y desastres en sus canchas.
En 1989, mientras ocurría la tragedia de Hillsborough, según la organización Salvemos al Fútbol, la Argentina tenía 123 muertos por la violencia en el fútbol. Hoy contamos 346.
Arquitecto y profesor titular de la FAU-UNLP. Fue coordinador del proyecto y la dirección de obra del Estadio Único Ciudad de La Plata para el Estudio Roberto Ferreira y Asociados