Las religiones ante el perdón
HACE unos días participé de una experiencia espiritual muy intensa. A la sede del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires fuimos invitados representantes de distintas confesiones religiosas en ocasión de la visita del Dalai Lama.
Los diálogos entre judíos y representantes de la Iglesia son prácticamente cotidianos. En menor escala, pero no menos importantes, se desarrollan encuentros judeo-islámicos. El judaísmo se siente hermanado a ambas religiones por su origen abrahámico. La relación con el budismo es más compleja, ya que los judíos apreciamos fuertemente su énfasis en la esfera de la ética, su pasión por el amor al prójimo, pero es un culto no monoteísta. De allí que budistas y judíos compartamos espacios culturales, pero no de plegaria conjunta.
El exilio y la guerra
El Dalai Lama nos saludó a los rabinos presentes con un apretón de manos y nos dijo shalom . Sus gestos y su mirada tienen y generan paz. Durante el encuentro desarrolló una idea muy budista: "La esperanza y la paciencia son la llave del éxito".
Cuando me cedió la palabra el anfitrión, el doctor Fernando de la Rúa, le recordé al Lama que en el concepto hebreo shalom , "paz", no es antónimo de "guerra", sino de galut , "exilio". Y agregué que mientras pueblos y gente como él estén en el exilio no habrá paz. Asimismo, mientras tantos argentinos no encuentren su lugar en la sociedad tampoco habrá paz. Terminé diciendo que pertenezco a un pueblo que sufrió 2000 años de exilio y que entiendo su sufrimiento y admiro su obra.
El Lama respondió a un sinfín de interrogantes. En muchas de sus respuestas me sentí representando. Pero encontré importantes diferencias cuando leí acerca de su posición frente al perdón. La explica con un relato: "Hace tiempo, un monje tibetano que huyó a la India, luego de haber pasado 18 años en una prisión china en el Tíbet, vino a verme. Durante el encuentro le pregunté al monje: "Mientras estuvo en prisión, ¿en qué momento sintió más cerca el peligro?" "Lo que más temía perder era la compasión por los chinos", dijo".
En idioma simple, el Lama invita a la idea de que hasta al más cruel de los enemigos hay que perdonarlo. Como judío, esta idea me resulta respetable, pero inaceptable. Su traducción a mi realidad, como nieto de uno de los seis millones de judíos masacrados por los nazis, sería: ¿deberíamos perdonar a los nazis? Quien mejor desarrolla este tema es Simón Wiesenthal. En su libro Los límites del perdón cuenta un episodio que lo marcó para toda la vida. "Me mantuve en silencio mientras un joven nazi moribundo me pidió que fuera su confesor. ¿Debería haberlo perdonado?" Cuarenta y seis intelectuales responden a su pregunta. De ellos, la mayoría de los judíos sostienen que hizo bien en no perdonarlo, y los no judíos, sin criticarlo, creen que probablemente en su lugar hubieran perdonado.
Una de las grandes diferencias entre el judaísmo y el cristianismo es su distinta apreciación del concepto del perdón. La fe cristiana sostiene que un auténtico cristiano debe perdonar lisa y llanamente a un arrepentido con sinceridad, sin tener en cuenta contra quién se ha pecado.
La visión judía es muy diferente. El elemento más importante en el tema del perdón, para los judíos, es que una persona que hiere a otra debe pedir perdón a su víctima, y sólo su víctima puede perdonarlo. Por eso nunca se puede perdonar a un asesino, ya que los únicos que pueden hacerlo están muertos.
En la visión judía, como explica Denis Prager, ni siquiera los padres pueden perdonar al asesino de un hijo. Asumir lo contario sería considerar al hijo como una propiedad de los padres, en lugar de un ser humano autónomo.
No bien llegó a Chile, el Lama, con su probada coherencia, pidió que se perdonara a Pinochet. Yo, siguiendo mi coherencia, debo recordar que los únicos que lo pueden perdonar son aquellos a los que asesinó... y ya están muertos.
Pertenezco a una civilización que cree que el perdón es sagrado, por eso no les pertenece a todos. Mi "no perdonar" me desafía doblemente a funcionar como despertador de conciencias para que la historia de Kosovo no termine como la historia de Auschwitz. Porque su génesis es muy parecida. Sólo que hoy el mundo ni siquiera puede mentir diciendo que no sabe.
Despertemos antes de que sea demasiado tarde, para que no tengamos que pedir todos perdón por nuestra pasividad. Ni en la versión judía ni en la cristiana ni en la budista. © La Nación
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