Lecturas a ciencia incierta
La incertidumbre financiera no es el único sustento de la crisis, tampoco su condición determinante. En los albores del siglo XXI, todo parece moverse, más bien tirando hacia el tambaleo que a la fluidez.
De allí que nuestro presente adquiera nuevos apelativos. Modernidad líquida, lo nombra Zygmunt Bauman, para hablar de la dilución de ciertos valores; sociedad hipermoderna, según lo anuncia Gilles Lipovetsky, implicando la idea de fuga hacia adelante.
Pero antes de salir corriendo o disolvernos en la marea global, habría que leer algunos libros. Quizá la mera lectura nos afinque en algún sitio.
Si bien pareciera que pilares macizos de nuestra sociedad están temblequeando, podría ser efecto del habitual quiebre de paradigmas que cada tanto ocurre, sobre todo cuando la tecnología sacude el polvo de la tradición. Algunas teorías que a mediados del siglo XX parecían azotes rebeldes a la racionalidad pueden servir de referencia, ya que aluden, de algún modo, a la pérdida de referentes.
Sus nombres (sin abusar de la metáfora ni pretendiendo demostrarla) fascinan a teóricos de distintas disciplinas, así como en su momento la "teoría de los colores", de Goethe, encantó a los científicos de su época. Por mencionar algunas: "teoría de las estructuras disipativas", de Ilya Prigogine (premio Nobel de Química); "teoría de las catástrofes", del matemático francés René Thom; "principio de incertidumbre", del físico alemán Werner K. Heisenberg, pero, sobre todo, a mediados de 1930, el muy influyente "teorema de la incompletud", del lógico Kurt Gödel.
Este último provocó un cimbrón en las matemáticas, que se propagó a la filosofía, el psicoanálisis y llegó hasta la poesía y el arte. En la Argentina acaba de publicarse el ensayo didáctico y crítico de Guillermo Martínez y Gustavo Piñeiro, Gödel (para todos) .
No es fácil emprender semejante aventura en tiempos de Google, por eso los autores no se restringen a la explicación ni al contexto científico. Proponen más bien una lectura múltiple para primerizos e iniciados, que se vuelve exigente sólo para provocar en el lector un mayor deseo de saber, sobre todo a la hora de realizar los ejercicios que cierran cada tema.
No falta tampoco algo de sorna en pos de la agudeza, cuando los autores se refieren a la malversación del teorema en otras disciplinas en el capítulo "El teorema de Gödel fuera de la matemática e_SDRq ; la asertividad se basa en la demostración de que el otro (llámese Kristeva, Debray, Virilio, Deleuze o Lacan) está equivocado.
Para completar esta lectura tan sesuda como lúdica, se recomienda también otro libro que más bien tiende a emparentar (ya por desplazamiento o coincidencia) descubrimientos con modos de crear. Un eterno y grácil bucle, de Douglas R. Hofstadter, que, explicando el teorema de Gödel, da cuenta del arte de la fuga en Johann Sebastian Bach y las paradojas visuales de los cuadros de M. C. Escher.
Más vale bucle incompleto que paralelas que nunca se juntan.