Los sapos se tragan en silencio
La próxima medida con que Massa pretende continuar lo que espera sea un programa de estabilización no tiene todavía el aval de Cristina Kirchner. Una dificultad medular. Desde diciembre de 2019, antes de cada decisión relevante, en casi todas las dependencias del Gobierno se hacen exactamente la misma pregunta: “¿Y qué piensa de esto ella?”. Ella es la jefa. Conocer de antemano qué opina puede bloquear o destrabar una iniciativa. Esta vez, la idea del ministro es una especie de desdoblamiento cambiario: aplicar un dólar más alto para el turismo y los bienes suntuarios. Pero necesita convencer antes a la vicepresidenta; de eso depende la viabilidad de la propuesta.
Nada es casual en el mundo de Massa. Y menos que empresarios y cámaras hayan coincidido en las últimas horas protestando, en público o en conversaciones con directivos del Banco Central, por tener un cepo a las importaciones mientras se siguen yendo divisas por turismo. En algunos casos, el pedido del líder del Frente Renovador fue taxativo: necesita crear una atmósfera que exhiba la urgencia de una solución, porque de lo contrario, proyecta, entre el Mundial y el verano la Argentina podría perder 1000 millones de dólares de reservas.
Es entendible que varios hayan decidido apuntalarlo. No hay divisas para todos. Ayer, en Houston, con los petroleros, una representante de Schlumberger le preguntó por la restricción al mercado de cambios. “No te voy a mentir”, le contestó Massa, y le aclaró que no veía una solución en el corto plazo. Un eventual desdoblamiento tendría, de todos modos, complejidades inherentes a cada ámbito. Hay que resolver, por lo pronto, qué se considera suntuario en un país que no ha logrado todavía explicarles a los propios interesados el criterio por el cual les frena o les autoriza una importación. Y el del turismo tampoco es un sector sencillo, porque afecta a la clase media cuando está por empezar el Mundial. La Argentina es el país que pidió más entradas. ¿Está Massa en condiciones de apagar la música en medio de la fiesta? Si hasta YPF tiene promociones que incluyen viajes a Qatar. Sin estas medidas, complementarias al dólar soja, por el que acaba de convencer a las cerealeras de liquidar 2500 millones de dólares, el ministro podría tener que resignarse a algo que exaspera todavía más a la vicepresidenta: devaluar de manera generalizada. De ahí su apuro en ofrecerle alternativas. Tiene al respecto una ventaja: es probable que Cristina Kirchner tenga, con razón o no, el prejuicio de que una nueva corrida no sería el clima ideal para su prioridad N° 1, que es defenderse en la Justicia. La estabilidad bien vale un ajuste. Aunque Grabois mire perplejo.
El kirchnerismo ha demostrado además ser una fuerza de convicciones revisables: contra lo que pregonaba Néstor, parece a veces dispuesto a dejarlas en la puerta. Hasta hace pocos meses, los aumentos tarifarios eran una de las grandes críticas que el Instituto Patria le hacía a la gestión de Macri. El invierno pasado, el día en que presentaba su proyecto para subsidiar el gas en zonas frías, Máximo Kirchner fue hasta metafórico: “Les permitirá a muchos abuelos y abuelas, por ejemplo, pensar que le pueden comprar un pijama más al nieto, a la nieta, darse un pequeño gusto”. Habrá que agregarles frazadas a los nietos, porque todo se complicó en pocos meses. Y es probable que el tarifazo de Massa se le acerque bastante al de Macri. Ya es por lo pronto más hostil que la segmentación de Guzmán, aunque el diputado Kirchner haya decidido invertir los roles y plantear que “Massa está reacomodando el desastre” de su antecesor.
Otra lección de pragmatismo discursivo para el exalumno de Columbia, que quiere dedicarse a la política y que ve algo parecido con las retenciones a las exportaciones. Entre febrero y mayo, con el argumento de que la guerra en Ucrania había desbocado los precios internacionales y era necesario captar la “renta inesperada”, todo el kirchnerismo se alineó detrás del reclamo de aumento en esas alícuotas. Uno de los más indignados fue Leopoldo Moreau. “Por más vueltas que sigan dando, si no le dan a Feletti la herramienta de las retenciones móviles segmentadas, los alimentos seguirán aumentando”, publicó el diputado en Twitter en abril. Pero Massa acaba de darle al sector un dólar de 200 pesos, que, en términos reales, según calculó Juan Carlos De Pablo, equivale a haber bajado de 33 a 8% las retenciones. ¿Se acabó la guerra? ¿Se ennoblecieron las almas de los formadores de precios para la mesa de los argentinos? No, cambió el contexto. Las corridas asustan: es probable que, con la que sufrió Batakis, el Instituto Patria haya entendido que Massa estaba frente a la última oportunidad de un final de gestión decoroso.
El costo de estas decisiones es evidente. Por la diferencia entre el dólar oficial y el que les da a los sojeros, el Banco Central debe emitir pesos, que quedan dando vueltas en la plaza local y que, al ser inflacionarios, deberá absorber después mediante instrumentos de emisión de deuda. Por eso la medida no puede ser eterna y vence a fines de mes. ¿O está el Gobierno pensando en renovarla para que las operaciones no caigan a cero? ¿Qué dirán los otros productores? ¿Hará falta un dólar trigo o maíz para que se dignen a liquidar? Dilemas que Massa debe resolver en medio de la emergencia.
Por el momento, el ministro se contenta con haber sido bien recibido en Estados Unidos, donde hasta habló de la oposición. En realidad, de Guillermo Montenegro, intendente de Mar del Plata, al que le cuestionó haber frenado con un amparo la exploración petrolera de un área offshore frente a las costas de ese municipio. “La oposición era la que impulsaba ese sector”, dijo Massa. Ahora, ironías de la crisis, necesita que sea su propio espacio el que asimile ciertas incoherencias discursivas. Sapos necesarios a los que la expresidenta parece bastante dispuesta. Según Massa, la única recomendación que ella le hizo con el dólar soja fue que la medida no fuera presentada como un regalo al campo. Ese afán por el disimulo, un clásico del kirchnerismo, no es solo atribuible a la dirigencia política. Hasta los empresarios han entendido que hay decisiones que se toman con sigilo o no se toman. Por eso algunos ejecutivos dudan incluso de reunirse en público con Massa: ¿y si lo perjudican en la interna? La recomendación cabría para cámaras de grandes corporaciones, como la Asociación Empresaria Argentina, cuya sola existencia suele irritar al kirchnerismo. Pero ahí no abundan los precipitados. Al contrario: no bien asumió Massa, la discusión dividió a los que pretendían reuniones urgentes con el ministro de quienes aconsejaban esperar. “Dejémoslo andar”, se impusieron los más experimentados. Lo conocen bien.
Por el momento, lo mejor que le puede pasar al líder del Frente Renovador es que la efervescencia pública pase por ámbitos no económicos. Algo que en la Argentina se ha convertido en una especialidad de la dirigencia. Hasta los obispos quedaron en estos días, por ejemplo, enfrascados en el manoseo de la causa por el atentado contra Cristina Kirchner. “Va a llegar el día en que no vamos a poder ni pedirle a la gente que rece”, protestaron en la Conferencia Episcopal Argentina. Estaban molestos con que el intendente de Luján, Leopoldo Boto, hubiera organizado para hoy una misa que intuyen politizada. Lo que hizo Boto fue aprovechar la convocatoria de la Iglesia a rezar este fin de semana por la paz para convocar a las fuerzas partidarias a la basílica, a una misa “para agradecerle a Dios y a nuestra Santa Madre, la Virgen María, por haber protegido la vida de la vicepresidenta de la Nación”, dice la invitación. El intendente trató de convencer a algunos con el argumento de que les había pedido a los militantes que no llevaran banderas al templo, pero la mayor parte de los obispos no irá. Es probable que solo esté Jorge Eduardo Scheinig, de Luján.
“La Argentina está enferma”, repite últimamente el Papa a dirigentes y ejecutivos que lo visitan en Roma. Un país al borde de la locura no sería en ningún lugar del mundo ámbito aconsejable para resolver cuestiones económicas. Pero la Argentina no suele detenerse en el fondo de las cosas, y a veces evitar la discusión se vuelve aquí el mejor modo de gobernar. Es la mejor carta que Massa tiene para convencer a la vicepresidenta de cualquier idea impopular. Los ajustes se hacen en silencio.