Los siniestros viales, la pandemia invisible
La coyuntura y el contexto en materia de salud pública nos obliga a suscribir urgentemente la ley de alcohol 0 al volante
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El Covid-19 nos hizo dimensionar lo que una pandemia implica, y llevó a los distintos gobiernos del mundo a tomar contundentes acciones en materia de salud y economía. En la Argentina, como en muchos lugares, los recursos del Estado quedaron a disposición para solucionar semejante amenaza. Sin embargo, observamos que no ocurre lo mismo ante la otra pandemia que nos acecha desde hace décadas: la pandemia vial.
Los siniestros viales son una epidemia. Así lo definió la OMS, por implicar la décima causa de muerte en el mundo, y provocar la pérdida de 1.250.000 personas al año, además de generar importantes perjuicios económicos. En nuestro país, constituyen la principal causa de muerte en menores de 35 años, y según datos relevados por la ONG Luchemos por la vida, más de 7000 personas mueren al año. Estas cifras son comparables a la caída de un avión por semana con 150 pasajeros a bordo. Un número realmente impactante.
Las estadísticas además muestran que el 90% de los hechos viales se deben al factor humano, y en este sentido, no podemos dejar de mencionar que la ingesta de alcohol es un factor determinante y multiplicador de dichas fallas humanas.
Nuestro ordenamiento jurídico permite 0,5 gramos de alcohol por litro de sangre y 0 gr para conductores profesionales. Ocurre que el límite no es cuantitativo, ya que varía en cada persona, según el peso y el sexo, y depende de factores como el cansancio, la ingesta de ciertos medicamentos y el padecimiento de enfermedades. Esto hace que resulte muy difícil y confuso establecer cuánto alcohol está permitido beber antes de manejar.
Por otra parte, es un error común creer que como la ley sanciona el consumo de alcohol al volante desde los 0,5 gramos por litro de sangre, sus efectos peligrosos se manifiestan recién a partir de ese valor. Sin embargo, el alcohol afecta la conducción incluso con concentraciones inferiores a 0,2 gr/ l, especialmente sobre la coordinación de movimientos y los tiempos de reacción. Para la Organización Mundial de la Salud el consumo de alcohol previo al manejo siempre es un factor de riesgo, y en la medida en que el nivel en sangre aumenta es que disminuyen las funciones cerebrales, el discernimiento, la atención y la capacidad de tomar decisiones. Por eso debemos dar un mensaje claro e inequívoco acerca de la incompatibilidad entre beber y conducir, y la legislación debe expresarse en ese sentido. La Organización Panamericana de la Salud también respalda esta idea: Sostiene que “la legislación es fundamental para mejorar el comportamiento en las vías de tránsito y disminuir el número de víctimas”, y sugiere a los países de la región aprobar leyes más estrictas a fin de armonizarlas con las mejores prácticas internacionales.
Es un error común creer que como la ley sanciona el consumo de alcohol al volante desde los 0,5 gramos por litro de sangre, sus efectos peligrosos se manifiestan recién a partir de ese valor
Además, es imperioso romper con la creencia de que conducir después de haber bebido es una cuestión cultural, ya que los que sin ningún tipo de pruritos beben y luego conducen en las calles y rutas de Argentina, no lo harían jamás en Europa, Estados Unidos o incluso en Uruguay. ¿Por qué? Por conocer y temer las consecuencias que estas conductas implican: sanciones severas, elevadas multas, retención de autos y licencias. Entonces el alcohol al volante deja de ser un problema cultural y pasa a ser un tema de legislación, control y sanción.
Por todas estas razones que esgrimo y las exitosas experiencias de Brasil, Paraguay y Uruguay, así como también de las provincias argentinas de Córdoba, Salta, Tucumán, Entre Ríos, Jujuy, Río Negro y Santa Cruz, es necesario que se apruebe el proyecto de ley de alcohol cero para los conductores de todo tipo de vehículos.
Más allá de que esta iniciativa es una deuda con la sociedad, hoy la coyuntura y el contexto en materia de salud pública, nos obliga a suscribir urgentemente la ley de alcohol 0 al volante. Su sanción resulta trascendente no sólo para combatir esta “otra pandemia”, sino para cooperar en la descompresión de un sistema de salud colapsado y agobiado por el Covid-19.
Es necesario que se apruebe el proyecto de ley de alcohol cero para los conductores de todo tipo de vehículos
Es de vital importancia que el alcohol cero al volante ya esté instalado en la agenda pública y se apruebe, pero es solo el puntapié inicial a un debate mucho más profundo que debemos dar. Tenemos que mejorar la seguridad vial fortaleciendo otros aspectos y avanzando en medidas que apunten a la incorporación de tecnología, como los sensores medidores de distancia y las cámaras intertramo para obtener la velocidad promedio. Debemos también incrementar las inversiones en obras de infraestructura, establecer mayores controles que breguen por el cumplimiento de la ley, y declarar la educación vial de interés nacional para que sea incorporada dentro de las currículas de todos los niveles educativos de establecimientos públicos y privados.
Por último, quiero destacar que el debate de este problema nunca hubiera llegado a destino sin la perseverancia de los familiares de víctimas de siniestros viales, de las madres del dolor, de las estrellas amarillas, y todas las asociaciones de familiares. Por eso es necesario agradecer su lucha y resaltar su esfuerzo y valentía. Ellos, pese al dolor son los que visibilizan esta pandemia invisible.
Diputado nacional (Frente de Todos-Buenos Aires)