Más poder real para las mujeres
El reciente asesinato de las turistas argentinas que viajaban por Ecuador generó un debate inesperado sobre cuál es la capacidad real de las mujeres para hacerse valer por sí mismas, y a partir de esa lamentable noticia diversos medios de comunicación subrayaron el peligro que implica para las jóvenes viajar solas, salir al mundo exterior y usar la ropa que mejor les quede. En apariencia, en sus hogares están mucho más seguras, explicaban.
Pero las apariencias engañan y la paz del hogar dista mucho de ser real. En la Argentina, es más probable que una mujer sea asesinada dentro de su hogar por su marido, su novio, su pareja o su ex que en un intento de robo en la vía pública. Es aún más probable que esa misma mujer perciba un salario inferior que el de cualquier hombre, incluso si realizan la misma tarea. Y es evidente que ella misma es quien se ocupa de alimentar y criar a sus hijos, con muy poca o ninguna ayuda del padre.
Con esta foto de la situación actual de las mujeres, y deconstruyendo los condicionamientos culturales que operan en las sombras para que este statu quo se mantenga inmodificable, llegamos por tercera vez en la historia de nuestro país a un momento que puede significar una bisagra histórica para la garantía efectiva de nuestros derechos. La Argentina necesita de forma urgente que las luchadoras por los derechos de las mujeres se constituyan en actrices centrales de la política nacional y comiencen a operar sobre algunas problemáticas de forma directa y coordinada.
La tasa de inactividad femenina es el indicador laboral donde la brecha de género hace estragos. Según el World Economic Forum, la Argentina es uno de los países con mayor desigualdad de género en la participación económica. En los últimos 11 años las mujeres jóvenes perdieron 9,6 puntos de participación y ganan aproximadamente un 25% menos que los varones. Trabajamos lo mismo, pero cobramos menos.
En nuestro país, dos de cada diez trabajadoras son empleadas domésticas, que además casi siempre reciben sueldos precarios y no poseen ningún resguardo de la ley en cuanto a cobertura social y necesidades básicas se refiere. En la misma condición sociosanitaria se encuentra la mayoría de las jubiladas, que además cobran el sueldo mínimo. En nuestro país, la crisis económica tiene cara de mujer. También puede tenerla la reactivación que propone el Frente Renovador, que lidera Sergio Massa.
En 1947, durante aquella lejana primera ola de mujeres que pudieron votar -incluso a mujeres- por primera vez, la Argentina se convirtió en el país del mundo con la mayor representación femenina en las cámaras de todo el mundo. Por primera vez en la historia universal, nosotras pudimos elegir y ser elegidas. Pero hoy la cultura masculina oprime con fuerza la participación política. El cupo acordado en los años 90, que significó en su momento un segundo gran avance en la representación, hoy aparece camuflado como una medida escasa y como un mecanismo a través del cual algunos partidos políticos ubican candidatos suplentes hombres que asumen tras la renuncia forzada de la candidata elegida legítimamente.
En el mundo, naciones de América latina como México, Costa Rica, Bolivia y Nicaragua tienen su propia ley de paridad. Aquí, más allá del concepto de "igualdad real" como idea relacionada con la paridad, que fue introducida por la reforma constitucional de 1994, solamente las provincias de Córdoba, Río Negro y Santiago del Estero sancionaron leyes de paridad. La peor situación la presenta la provincia de Buenos Aires, donde la ley de "cupo neutro" sólo garantiza que las mujeres estén en el tercer lugar de las listas. Con la dispersión de partidos y de nombres, rara vez se llega al tercio de representación en las bancas de los concejos deliberantes y en la Legislatura, y las mujeres brillan por su ausencia.
Nuestra campaña de recolección de firmas para que una mujer integre uno de los cargos vacantes de la Corte Suprema de Justicia de la Nación no cuestiona la idoneidad de los dos jueces propuestos por el Presidente. Pero acentúa la necesidad de entender este reclamo como una oportunidad histórica para las mujeres en la Argentina hacia el camino de la igualdad. Un camino que debe atravesar todas las esferas del gobierno y cuyo puntapié inicial debe darlo el máximo tribunal. No hay justicia para las mujeres si no hay mujeres en la Justicia.
Desde la tragedia de las trabajadoras textiles hasta hoy, el Día de la Mujer se celebra en el mundo generalmente desde un sentido opuesto al que realmente representa. Es hora de consolidar a esa tercera ola de luchadoras. Es un momento justo para educar a las nuevas generaciones, para consolidar el camino de la ampliación de derechos que nos acerquen a la tan necesaria igualdad real entre hombres y mujeres.
Si la cultura de las mujeres -una larga historia de luchas, tropiezos y esperanzas- no encuentra un ancla en espacios con peso real como el judicial, quedará entonces a la deriva. Viajando sola.
Licenciada en Ciencias Políticas
Malena Galmarini