Massa necesita volver a tutearse con la “jefa”
El pacto dice que si el ministro de Economía logra recomponer el desastre sin estallidos, Cristina Fernández lo aceptará como único candidato a presidente del peronismo en 2023
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Como aún no lo terminan de digerir, a algunos referentes del Instituto Patria les gusta criticar a Massa. No en público o, al menos, no hasta tanto no llegue al respecto la orden de Cristina Kirchner. Pero hay quienes han empezado últimamente a comentar algunas conversaciones que el nuevo ministro tiene con la “jefa”. Dicen, por ejemplo, que ella acaba de darle un consejo medular para esta nueva etapa: “Vas a tener que cagar a tus amigos”.
No hay dudas de que, cuando habla de ese modo, la vicepresidenta piensa en los empresarios. Entre ellos, el selecto grupo que el miércoles, casi sin camporistas presentes o con la sola excepción de Eduardo de Pedro, lo ovacionó durante la jura en el Museo del Bicentenario. Había que detenerse en la quinta fila, la primera después de la familia Massa y algunos flamantes funcionarios. José Luis Manzano, Daniel Vila, Marcelo Mindlin. Una concurrencia calificada. Por ahí andaban también Jorge Brito y Francisco De Narváez.
La relación de Massa con la vicepresidenta tiene todavía las asperezas de aquello que se rompió y no terminó de recomponerse. A los murmuradores kirchneristas les gusta exagerar algunos rasgos difíciles de comprobar en un ámbito de versiones envenenadas. Se jactan, por ejemplo, de que ella lo tutea y él la trata de usted. En el Frente Renovador niegan que sea así. “La última vez que lo escuché hablar por teléfono le decía Cristina y la tuteaba. Ese trato reverencial es más proclive entre adláteres”, contestó un funcionario.
No son más que detalles en relación con las prioridades de la gestión y el rumbo. ¿Qué significaría en cambio, como propone la expresidenta, administrar defraudando a sectores con los que el ministro tiene un vínculo histórico? Sería imposible hacerlo sin incidir en las medidas con que pretende encauzar la economía. Massa procura, por ejemplo, convencer de liquidar divisas a mineras, cerealeras y pesqueras a cambio de incentivos que, guste o no, requerirán de una dosis de discrecionalidad. No hay manera de subir tarifas sin que esto sea celebrado en un universo de empresas que incluye a los dueños de Edenor.
El kirchnerismo venía acusando a Macri de lo mismo. Massa, que denunciaba en 2019 los vínculos o amistades del expresidente con Caputo, Mindlin y Rogelio Pagano, necesita ahora tomar decisiones similares. Es la pelea a la que Grabois ha vuelto a adelantarse. “Puja distributiva”, la llamó él en C5N, y agregó que temía estar perdiéndola. ¿Por qué?, le preguntó el periodista David Cufré. “Porque hay sectores que tienen una capacidad de presión muy superior a los sectores populares”, contestó.
Son sapos. Hasta ahora, casi todo el kirchnerismo ha decidido tragárselos. Supervivencia en medio de la necesidad. Pero haber aceptado a Massa no quiere decir que el Instituto Patria no tenga con él diferencias que en otro contexto serían insalvables. Tanto, que algunos referentes están convencidos de que casi la mitad del establishment económico prefiere a Massa antes que a Macri o a Rodríguez Larreta por aquella idea de que la Argentina es ingobernable sin el peronismo. Descreen en realidad de todo lo que parta de ese universo, desde la corrida cambiaria que terminó con Batakis hasta la bienvenida del mercado al nuevo ministro antes de la asunción.
El primer desconfiado en esta materia fue Alberto Fernández. Dicen que, cuando todavía se discutía la jefatura en el Palacio de Hacienda, llegó a describir ante Cristina Kirchner que el Gobierno tenía dos enemigos, el FMI y Massa. Y que la respuesta de ella fue menos visceral: “Entonces elijamos al que podemos controlar”.
¿Podrán? El líder del Frente Renovador tiene una ambición infinita. Pero es cierto que, antes de empezar a analizarlo con la expresidenta, su plan no era exactamente igual al que finalmente presentó. Por lo pronto intentó contárselo el mismo miércoles de los anuncios, pero ella lo convocó 48 horas antes, el lunes, para que hubiera tiempo de corregirlo. En un principio, Massa no descartaba la posibilidad de una devaluación. Las fuentes divergen en este punto. En el Frente Renovador afirman que la vicepresidenta le pidió expresamente no hacerlo. “Hacé lo que tengas que hacer, pero no devalúes”, dicen que exigió, y que le prometió además que no iba a interferir en las decisiones: “Voy a estar en silencio”. En el Instituto Patria le agregan a la anécdota un matiz: la recomendación habría sido en realidad que, si decidía devaluar, debía dejar que se deprecie la moneda en simultáneo y en la misma proporción en que se aumentaran los subsidios, los planes, los salarios y las jubilaciones. Sin embargo, como ella detesta la idea de un Rodrigazo, es más creíble la descripción de los massistas.
Conformar el plantel tampoco fue sencillo. Massa quería a Redrado, a Nielsen, a Peirano. La vicepresidenta, no: “Ellos tienen perimetral, no se pueden acercar a menos de diez cuadras de la Casa Rosada”, lo frenó. Hay rencores que le llevará tiempo superar. Principalmente con Redrado, testigo en la causa del dólar futuro. Las dudas sobre Marx, en cambio, no son vinculantes y obedecen más a motivos ideológicos. “Es como tener en el Gobierno a un funcionario del FMI”, sentencia la “jefa”.
Es cierto que los nombres gravitan. El lunes, en la reunión que tuvieron en el Senado, Massa le advirtió a la vicepresidenta que entonces tendría un equipo pobre. Ella ni se inmutó. “Mejor, así ven realmente quién sos”, contestó, y llamó enseguida al fotógrafo para que les tomara la imagen que se difundió esa tarde. Siempre atentos a los gestos, los kirchneristas atribuyen a ese instante tenso el contraste final de la foto: Massa tiene una media sonrisa y la jefa del recinto está radiante.
El ministro de Economía aceptó sin embargo las condiciones. “Sabe que se juega su proyecto”, describió el presidente de una cámara que lo trata con frecuencia. Es por lo menos lo que le prometió Cristina Kirchner. El pacto dice que si Massa logra recomponer el desastre, sin estallidos, ella lo aceptará como único candidato a presidente del peronismo en 2023. Aunque le proponga desde ya un viraje en las prioridades de gestión. No hay margen, dice, para endulzar los oídos de los empresarios. “Tenés que sobrevivir, ocuparte de los pobres”, insistió, y dio vuelta la recomendación del comienzo: “Que tus amigos no te caguen”.
Massa asume en medio de estas contradicciones. No podrá sorprenderse en adelante. Y deberá además reconocerle a la jefa del espacio cierto talento para auscultar personalidades. O al menos la de su nuevo ungido, alguien que concibe la política en términos bastante similares a los de Néstor Kirchner. Hay quienes, por ejemplo, le han escuchado una idea que parece copiada del expresidente: la Argentina necesita recuperar la burguesía nacional que perdió en los 90.
Eso explica que Massa haya festejado, por ejemplo, cuando se enteró de que De Narváez, a quien en algún momento enfrentó, compraba los activos de Walmart para convertirlos en Changomás. Alguien le preguntó entonces si en términos económicos no era exactamente lo mismo un supermercado que otro, y la respuesta fue la de un político: una multinacional tiene otra lógica y, por lo pronto, jamás contribuiría a una campaña.
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