
Moreno es el Willy Wonka argentino
El secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, suele convidar a sus invitados con alfajores cuyo envoltorio contiene la leyenda "Clarín miente". Se trata de una advertencia similar a la que acompaña los paquetes de cigarrillos en la actualidad. Si después de semejante admonición el débil de espíritu continúa con su vicio de leer crédulamente todo lo que publica el principal matutino argentino, ya es su responsabilidad.

La propagandística golosina no cuenta con un nivel de elaboración demasiado sofisticado. Tan sólo tiene pegado encima un autoadhesivo con la -ya a estas alturas habitual- frase. A pesar de ser así de básica, igualmente es suficiente para catapultar a Moreno al rol de un Willy Wonka vernáculo.
En la novela, el personaje de "Charlie y al fábrica de chocolate" debe su fama a su capacidad para desarrollar productos imposibles, tales como helados que no se derriten o caramelos que no pierden el sabor, inventos tan geniales como las lluvias de gasoil, las conspiraciones de papel (Prensa), los índices mágicos, los precios fijos, la carne para todos, la inundación de yerba, las declaraciones juradas anticipadas de importaciones o el resurgimiento milagroso de la Papelera Massuh.
En el libro original de Roald Dahl, de 1964, el exitoso Willy Wonka es víctima de inescrupulosos que le roban sus recetas, dejándolo casi en la ruina y llevándolo al cierre de su fábrica. Moreno parece creer que desde mediados de los ´70 alguien destruyó la fórmula de éxito que hoy él pretende reflotar (Nota: alguien podría avisarle que esa década estuvo signada por la violencia y la estanflación). Willy Wonka sale de viaje a Loompalandia, donde gracias a un trato con los Oompa Loompas consigue poner su soñada fábrica en marcha nuevamente. Willy Moreno también emprende una travesía con similares fines, a destinos casi tan exóticos pero menos fructíferos como Angola.
A pedido del príncipe Pondicherry, Wonka fue capaz de construirle un palacio enteramente de chocolate; a pedido de nuestra Presidenta, Moreno es capaz de inventarle casi cualquier fantasía, al menos por un tiempo limitado o hasta que otra tarea imposible disimule su fracaso anterior. Ambos tienen características claramente patológicas. En la versión de Burton de 2005, el trauma de Wonka proviene de un padre odontólogo que lo sometía a desagradables tratamientos ortodóncicos y le prohibía comer chocolate. Todavía nadie investigó acabadamente los de Moreno.
Como se puede apreciar, hay muchos puntos en contacto entre ambos, a pesar de que uno sea británico y de ficción, y el otro argentino y real. Pero esas no son las únicas diferencias. Willy Wonka es un genio creativo y gran vendedor: todos demandan sus productos. En el caso de su versión local, a todos nos gustaría poder comprar los bienes que promociona, pero sus verdaderos precios nunca son los publicados. Wonka es un personaje extraordinario: inteligente, sagaz, agudo y lleno de vida. Y su fábrica es una mezcla de alarde industrial e insuperable parque de diversiones. Moreno es bastante distinto: una suerte de Ricardo Fort dándonos la bienvenida a una planta vetusta instalada en medio de una abandonado Parque de la Ciudad.






