Tiempo presente
Inmersos en una ilusión, de pronto creemos que el tiempo nos sobra. Que el día rinde más, que trabajamos, leemos y hasta nos damos tiempo para jugar. Y metemos las manos en la tierra los que podemos, y salimos con la computadora al sol. El día pareciera ya no tener 24 horas, porque las expandimos, las hacemos presente potente, presente rico, presente ilimitado.
Dentro de esa ilusión hay una certeza, todo lo que creíamos que dominábamos, que podíamos medir y ordenar, un día de marzo cambió. Se modificó, se alteró, y ese tiempo presente no fue un intermedio entre dos obligaciones, entre dos estaciones, entre dos te quieros.
El tiempo presente es esto que tenemos hoy entre manos, y de tan abundante, nos fascina y sobrepasa.
Vamos creando y adaptando nuestro propio sistema de medida, nuestro propio paso.
Como nunca antes, de manera inesperada, las condiciones para tomar esas mediciones están más a la mano que nunca: la posibilidad hermosa de encontrar el silencio, la concentración, y la contemplación necesaria para cualquier viaje interior.
Todo es presente.
Las canciones, los poemas, el GPS del auto, el Outlook y las voces sensuales de Siri y Alexa, nos soplan todo el tiempo el tiempo en la oreja. Todo el día. Como mosquitos planeando sobre el oído un segundo antes de dormirnos.
Nos pasamos planeando, midiendo, desde la compra de un pasaje para el viaje que soñamos o ese recital que queremos ver con un año de anticipación (si, un año antes) como si de verdad domináramos la materia, con la certeza de que vamos a estar ahí para disfrutarlo. Una osadía.
Entonces la ducha, el café, los saludos, el viaje, las reuniones, el almuerzo…todo va encajando en esa carrera en la que no ganamos nunca.
Solemos posponer, cambiar, retrasar, adelantar, como si fuera por la magia del control de la vieja VHS. Solo porque estamos convencidos de que podemos hacerlo, que podemos decidir, que domamos al tiempo.
Cuando toda nuestra regla se trastoca, se altera, cuando lo que siempre nos falta ahora nos alcanza, cuando desaparecen los traslados, los semáforos, la planificación exagerada que nos hace descartar y elegir bajo presión, ¿qué es lo que queda?
San Agustín aborda esta pregunta cuando intenta describir la naturaleza del tiempo. La dificultad de conceptualizar el tiempo la expresa con esas palabras que se harán célebres:
"¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta lo sé, pero si trato de explicárselo a quien me lo pregunta no lo sé"
Nuestro sentido común supone que existe el tiempo en la realidad y que tiene tres partes, pasado presente y futuro (como los tiempos de los verbos gramaticales).
Sin embargo, San Agustín sostendrá enérgicamente que pretérito y futuro no tienen existencia en la realidad de las cosas. La razón es sencilla: "el pretérito ha dejado de existir y el futuro no existe aún" Es decir, no existe lo que ya no existe ni lo que aún no existe.
Es el presente el único tiempo que existe realmente, y no tiene extensión alguna.
Memoria, atención y expectación son los tres "factores" en los que están presentes al espíritu pasado, presente y futuro. Así pueden resolverse las múltiples paradojas generadas por la inexistencia real del pasado y futuro, y el carácter inextenso del presente.
¿Quién niega que el futuro no existe aún? No obstante, en el espíritu existe la expectación del futuro. ¿Y quién niega que el pasado ha dejado de existir? Sin embargo, en el espíritu existe la memoria del pasado. ¿Quién niega que el tiempo presente carece de extensión, por ser un punto que pasa? Sin embargo, subsiste la atención, por la cual corre hacia su desaparición aquello que fue presente.
Resulta que ahora, en medio del confinamiento, todo es más presente que nunca. Intentamos organizar una rutina, pero al tiempo la abandonamos, y generamos otra. Quizá por ese presente continuo que se nos revela casi por primera vez.
Si con nuestra propia sabiduría y nuestras destrezas (las de cada uno), podemos aprovechar este momento (ojalá que irrepetible) para el postergado trabajo interior de ser mejores personas, tendremos no solo una anécdota para contar, habremos encontrado una ventana de trabajo privilegiada.
Time is on my side…dicen los Stones. El tiempo es veloz, opinó años después David Lebón
El tiempo es la sustancia de que estoy hecho. Borges.