
Un paladín sale en defensa de los feos en EE.UU.
NUEVA YORK.- "Que se mueran los feos/ que no quede ninguno", decía una balada muy popular años atrás. Ahora, en Estados Unidos, la sociedad más litigante del planeta, para los feos es tiempo de revancha. Como si se tratase de una minoría étnica o religiosa, o de personas que sufren algún tipo de discapacidad, hay intelectuales que buscan que los faltos de belleza reciban protección legal del Estado. Y ya hay juicios en California.
Claro que el tema no es tan sencillo. Cualquiera que ni siquiera lea, sino que tan sólo vea, por ejemplo, las imágenes de la Historia de la fealdad, de Umberto Eco, se da cuenta de cuán difícil puede ser definir exactamente quién es feo.
Sin embargo, existe algún tipo de medición más objetiva. Según estudios citados por Daniel Hamermesh, profesor de Economía de la Universidad de Texas en Austin y autor del libro Beauty Pays (o La belleza paga), si bien es difícil que alguien se ponga de acuerdo respecto a quién es la persona más linda de una sala, en general se coincide respecto a cuál es la más alejada de su ideal estético. Hamermesh propone que el 1 o 2% que está más abajo en la escala de belleza pueda ser especialmente amparado por la ley. Esta probado que, a lo largo de su vida, el trabajador norteamericano atractivo gane unos 230.000 dólares más que el menos atractivo, sólo por ser más bonito.
Hamermesh argumenta que, como esto es injusto, debería haber algún tipo de "discriminación positiva" para asegurarse de que los muy feos obtengan beneficios especiales que les permitan reducir esta brecha y actuar contra quienes se lo impidan. Esto último no implica, necesariamente, empleadores que se niegan a contratar a la gente muy fea (aunque contra ellos vaya a ser la mayor parte de los juicios).
Hamermesh reconoce que en nuestro papel como trabajadores, clientes y potenciales novios o novias, todos somos responsables. Hay estudios que prueban que, aunque digamos que no nos afecta, preferimos comprarles a vendedores lindos, hacer caso a abogados que se parezcan a los de la TV y votar por políticos que no rompan el espejo, y que un cambio cultural que reestructure todo eso es muy difícil.
Otro problema es que, para que una persona pueda ser protegida por la eventual ley, debe estar primero dispuesta a definirse como muy, muy fea. Esto podría impedir que el sistema norteamericano fuera llevado a lo que el autor llama "nueva frontera legal". El escollo sería, finalmente, algo tan sencillo y a la vez tan fuerte como un resto de ego y autoestima en el individuo.
jil210@gmail.com







