Por una docencia de la decencia
LA falta de solidaridad adopta múltiples disfraces, y algunos spots publicitarios de la televisión los exhiben a cada rato, graciosamente. Veamos.
- Una chica se está vistiendo en el cuarto de baño. Ella faltó a clase, en la facu , y llama por su teléfono celular a la buena compañera que tomó apuntes de la lección dada por el profesor. Cuando la buena compañera se apresta a transmitírselos, la chica arrima el auricular a la lluvia de la ducha y simula dificultades de audición. "Llamame vos", le pide, con el avieso propósito de endosarle el costo de la comunicación, ya que presumiblemente el dictado de esos apuntes insumirá largo rato. Aquí, la insolidaridad adopta la máscara de la viveza y el comportamiento desleal.
- El comandante de un avión de línea, en pleno vuelo, demanda a los pasajeros, de heterogénea nacionalidad, que entonen cantos de alabanza al fútbol argentino. Como los pasajeros cumplen el reclamo sin demasiado entusiasmo, el comandante realiza una maniobra temeraria, pone el avión en picada y desencadena una crisis de pánico y gran desorden. La irresponsable actitud del piloto debe entenderse como una jocosa muestra de fervor futbolístico.
- En pleno campo, un muchacho salta una tranquera y emprende rauda carrera hacia la ruta, por la que avanza un enorme camión. El muchacho desoye las desesperadas voces de alarma de un amigo y se echa de bruces sobre la ruta. El camión le pasa por encima, sin ocasionarle un rasguño. Como en realidad se trata de un vehículo de Vialidad, de los que demarcan el pavimento, el muchacho comprueba alborozado que su remera azul luce ahora una franja amarilla, los colores distintivos de Boca Juniors. La broma encuentra asidero en un factor de angustia, en una insinuación de desprecio por la vida y de voluntad suicida.
- Sentados a una mesa, dos jóvenes embuchan una cerveza tras otra. Cuando sólo queda una lata por consumir, ambos recurren a tretas malintencionadas para quedarse con ella. Por ejemplo, uno sugiere que la madre del otro está flirteando con un vecino y que podrá comprobarlo si se levanta y va hasta una ventana próxima. La generosidad, basamento de toda conducta solidaria, resigna espacio a la avidez posesiva; el egoísmo, aquí, se impone a todo razonable acuerdo de coparticipación.
Ficción y realidad
Exóticos alardes de creatividad publicitaria, estos meros ejemplos dan en la tecla de las flaquezas de ánimo que más comúnmente obnubilan la conciencia solidaria. En efecto, la frívola temeridad del hipotético hincha de Boca, la deslealtad de la joven estudiante, la increíble irresponsabilidad del comandante aéreo y el ridículo egoísmo de los bebedores de cerveza trasladan a la ficción una certeza de los tiempos que corren: el predominio de las ingratitudes, en desmedro del amor y respeto al prójimo.
Cuesta admitir que la lección de desesperanza que René Favaloro les endilgó a los argentinos se compadece perfectamente con el deterioro de los valores del espíritu y con la escasez de modelos de probidad. Qué pena, porque la vida sigue siendo bella.
© La Nación