Puede fallar
Vengo oyendo, con insistencia inusual, la frase "Puede fallar". Parece una tontería, un detalle. Pero Dios está en los detalles. ¿Qué queremos decir cuando proferimos esa oración? Bueno, mucho más que lo que desearíamos. Para empezar, es información redundante y, con eso, viola una de las máximas que rigen nuestra conversación. Decimos que algo puede fallar. Y, sí, claro, todo puede fallar. ¿Entonces por qué lo repetimos, como un mantra, si nuestro interlocutor ya sabe eso? Porque detrás hay otro mensaje, uno que se infiltra de forma insidiosa y subliminal. Es casi un "Vamos a fallar".
A veces no es fácil saber qué hay detrás de tales anomalías, pero en este caso me temo que se trata de una excusa. O de la admisión de que no estamos a la altura. Hay resignación en la frase "Puede fallar". Bueno, no. No me gusta. Puede fallar, ya lo sé, pero me rebelo y voy a hacer todo lo que esté de mi lado (y un poco más también) para que no falle. Somos humanos, nos equivocamos, cometemos errores. Sí, pero también somos capaces de logros extraordinarios y de obras sublimes. Puede fallar, fantástico, pero no lo aceptemos así de ovejunos. Optemos mejor por el "No vamos a fallar". A ver si así dejamos de meter la pata simplemente porque puede fallar.